En la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, Edipo encuentra más incentivos en hacer las paces con el padre, antes que matarlo. El secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, hace semanas decidió hacer frente al secretario general, Pablo Iglesias, en una disputa creciente en intensidad entre ambos que culminará este fin de semana en la Asamblea Ciudadana Estatal de Vistalegre II. Ninguna de las dos facciones ve riesgo de ruptura, pero sí un final de muy difícil reconstrucción.

Iglesias ha amenazó hasta a 48h del cierre de las urnas virtuales con que podría dejar "con lealtad" la secretaría general, o incluso el escaño, si no se impone su lista Podemos para Todas entre los 445.000 inscritos. Nadie niega que él sea el secretario general: incluso los errejonistas, bajo Recuperar la Ilusión, le votarán a favor. La clave de bóveda es la lista de candidatos al Consejo Estatal: si Iglesias saca menos representantes que Errejón, se sentirá cuestionado a ojos de todos.

Fuentes de la facción errejonista denuncian que Pablo simule un "plebiscito inexistente" sobre su liderazgo. El hecho es que Errejón sólo quería sacar músculo para salvar a su gente del aparato del partido. También porque cree que con las tesis del plenipotenciario secretario general "no se podrá sacar a Rajoy de la Moncloa". El número dos lleva el desafío hasta el extremo porque se siente fuerte: perdió por un ajustado margen de dos puntos la votación de diciembre sobre el sistema de elección de candidaturas para la Asamblea Estatal.

Ambos quieren gobernar con hegemonía a la izquierda, pero les separa una disputa ideológica de base. Esta sublimó a ojos de los espectadores durante la legislatura fallida. Iglesias, el comunista clásico, gritó en alto la "cal viva del GAL", de la que no se arrepiente, con una triple connotación: "No nos subordinemos al PSOE; representamos la España dolida por la post-transición; el poder nos tiene que temer". La ceja en alto de Errejón, el 'populista', indicaba lo contrario: "con el PSOE, entre iguales; espacio transversal de votantes; no tenemos que dar miedo a la gente", era su leitmotiv.

En las últimas horas el debate se ha simplificado en dos cuestiones. Primero, el número dos se queja de que se están alejando del "Podemos original". El número uno replica que ya no son "profesores de instituto" y tienen que dejar atrás "con cariño" esa etapa porque tienen más de cinco millones de votos. Segundo, Iglesias ha lamentado la presunta deslealtad de su antiguo amigo, y de los caminos "curvos" de los suyos en la batalla que mantienen. Le entristece en realidad que su antiguo discípulo de la Complutense se haya rebelado. Este se vuelve con que no aplique la lógica del "todo o nada".

Nuevas purgas se esperan en esta guerra fratricida el día después del Vistalegre II, entre dos viejos amigos que ya no se aguantan ni los gritos en el escaño. El secretario político asumió sin ambages hace unos días que su cargo como portavoz o número dos peligraba a ojos de los pablistas por el hecho de defender lo que piensa. Pablo le responde que es una persona "muy relevante", aunque le riñe cual padre castigador de Edipo, porque "se está equivocando en muchas cosas", dice.

Las puñaladas son cruzadas, después de la llamada Operación Jaque Pastor. Los errejonistas habrían intentado destronar a Iglesias por no haber llegado a pacto de gobierno con el PSOE. Al ser descubiertos, este liquidó políticamente a Sergio Pascual, mano derecha de Errejón, antes en la secretaría de organización, poniendo a Pablo Echenique. La guerra sucia de la "camarilla" pablista continuó en diciembre con el hashatag #ÍñigoAsíNo, como los afines de este denuncian. Finalmente, se ha extendido ya mutuamente a la campaña para la Asamblea Estatal, con un bombardeo de tuits, mensajes y publicaciones para ganar votos.

El acto final transcurrirá delante de 8000 inscritos, con presencia también de los anticapitalistas de Miguel Urbán. Los de Errejón creen que el resultado será incierto, pese a que "ajustado", aunque Iglesias asegura que se impondrá con una mayoría suficiente gracias al sistema de votación Desborda.

Al final del mito Edipo mataba al padre cuando creía que definitivamente no era posible que cambiara.