Un día después de que el secretariado nacional de la CUP saltara por los aires con la dimisión de seis de sus miembros, alguien tenía que decirlo y no podía ser nadie más que el número dos de ERC, Joan Tardà, con la vehemencia que lo caracteriza. ¿Qué tienen que hacer a los electores huérfanos de CUP este 26-J? “Ayudarnos”, se respondió.

El revolcón de los primeros presupuestos del vicepresident y conseller de Economia, Oriol Junqueras, es agua pasada. Las urgencias electorales mandan, de este domingo a ocho días los catalanes volverán a decidir qué es lo mejor (o lo peor) que quieren para España. ERC hizo de su mitin central de campaña en Sabadell toda una OPA a la jugosa bolsa de voto de los anticapitalistas porque, como le respondió Junqueras a Homs este viernes, quiere ganar y tiene todo el derecho, sólo faltaría. Lo que pasa es que delante no tiene ya a CDC, según los sondeos, sino a los comunes de Domènech y Colau, la nueva especie surgida del big bang del sistema político catalán. 

En la batalla de ERC por la primera plaza con ECP, los más de 330.000 votos cupaires del 27-S son decisivos. Una buena parte de los votos que garantizaron la victoria el 20-D a la confluencia provienen de electores de la CUP que desobedecieron el llamamiento a la abstención de la dirección de los anticapitalistas. La incidencia que pueda tener en el comportamiento de estos electores la crisis abierta en la organización es una de las preguntas del millón de la campaña.

La consigna de la CUP, que no participa en los comicios españoles, es siempre desobedecer. Pero como nunca se sabe exactamente qué, o por qué, se impone la prudencia. De aquí que los candidatos republicanos, empezando por Rufián, traten con especial cuidado a los cupaires en sus mensajes de campaña. “El procés necesita de todos los independentistas”, repite una y otra vez.

CDC recuerda Montilla

En cambio, CDC, gato, o gata escaldada, no quiere ni agua, de los de Anna Gabriel. A pesar de no participar en las elecciones, la cupdependencia sigue haciendo estragos y hay para rato. A la CUP no sólo se la cita y se la implora en los mítines de ERC. Siempre está ahí, también, en los de CDC en boca de Homs y del expresident Artur Mas, a quien, a principios de enero, los cupaires enviaron “a la papelera de la historia”.

CDC es cada vez más CDC justo cuando parece que tiene que dejar de serlo, según han decidido sus militantes, y, por eso, no sólo recibe la CUP: ERC también, cada vez con más intensidad. Este sábado ha hecho diez años que los catalanes votaron el Estatut para que el Tribunal Constitucional le rompiera el alma. Y Homs, secundado por Mas, ha resucitado al fantasma del tripartito como zasca de la jornada para los republicanos: “ERC hizo presidente a Montilla, que era, como todos sabemos, un proyecto de independencia”.

El 20-D no hubo un Junts per Madrid pero sí “unidad de acción” verbal entre ERC y CDC. Ahora, Homs y Mas han empezado a poner ERC en el punto de mira. ¿Un ensayo para las próximas elecciones al Parlament? La respuesta la tiene el president Carles Puigdemont y, por descontado, la CUP. En septiembre, con la cuestión de confianza, la CUP decidirá, entera o a medias –es decir, como siempre–, hacia dónde va todo esto, si es que va a algún sitio.

"Apoyaré (Parte IV)"

Ironías de la política catalana, y española, también el PSOE, con Pedro Sánchez al frente, ha venido a celebrar los 10 años de no-Estatut en Catalunya. Estuvo en l'Hospitalet de Llobregat, y la cosa cogió aires de un “Apoyaré (Parte IV)”. Ahora se trata de incorporar los “derechos históricos” de Catalunya en la eterna Constitución federal en la que sólo cree un PSC (hola, Susana Díaz). Los mismos “derechos históricos” que un tal Alfonso Guerra cepilló como aplicado carpintero en la comisión constitucional del Congreso incluso antes de que los jueces del puro de la Maestranza le dieran el tiro de gracia al pobre Estatut. 

Imagen: Jordi Salvador y Teresa Jordà se besan en el mitin central de ERC en Sabadell