La manifestación de policías del martes me recuerda al fiscal aquel que hurgaba en la metáfora de las "tortillas y los huevos" para justificar la detención arbitraria de un concejal de la CUP. Los españoles no saben como reprimir a los partidarios del derecho a la autodeterminación en un entorno no violento y cada día son más estrafalarios los aquelarres que se inventan para provocar al pueblo catalán.

La policía no debería manifestarse nunca, y todavía menos en contra de un cargo o de un partido escogido por los ciudadanos. Mirando las imágenes de la manifestación, era díficil quitarse de la cabeza un anuncio de cerveza que pasaba en una comisaría llena de oficiales barrigudos e incompetentes. Ese ataúd de algarada del tercer mundo que llevaban los manifestantes recordava más a la España africanista que a los cuerpos de seguridad de una democracia catalana.

Hace tiempo que se intenta mezclar a los mossos con una cultura policial que no representa a la mayoría de los agentes, ni el espíritu que creó la escuela de Mollet. Hace tiempo que se intenta despertar en los catalanes el recuerdo de unos castigos que el Estado ya no puede inflingir. La manifestación del otro día pone en evidencia que la Guardia Urbana, la Policía Nacional y la Guardia Civil no hicieron lo bastante bien la Transición y que los Mossos han sido demasiado laxos admitiendo agentes de otros cuerpos.

La dignidad de una autoridad se juzga por la estética y la estética de los manifestantes era lamentable. Tú no puedes tener permiso de armas y manifestarte con la cara tapada como si fueras un extremista. Los ciudadanos que llenaron las manifestaciones independentistas contra todo tipo de insultos y de amenazas, ¿por casualidad iban tapados? Para llevar pistola hay que tener un mínimo de coraje y consistencia. El victimismo y los ataques de histeria son intolerables en la policía y en el ejército.

Yo ya entiendo que los Mossos y otros cuerpos de seguridad pueden haber sufrido ataques injustos. Pero mi policía es la que aguanta a los extremistas sin perder los nervios, sabiendo que hay psicópatas e imbéciles en las mejores casas. El teatro del martes, importado de las carrozas del día del orgullo gay y de los desfiles de la Legión con la cabra y la comedia de los últimos de Filipinas, era una mezcla de provocación y de radiografia del complejo.

Hay sectores que querrían alejar a los catalanes de su policía, utilizando el resentimiento y la desconfianza que la autoridad impuesta ha dejado en Catalunya. Las estrategias que intentan replicar el frente de orden de los años treinta utilizando un pequeño grupo de policías poco adaptados a los inconvenientes de la democracia, están condenadas al fracaso. Para que funcionaran el Estado debería de cerrar el Twitter, el Facebook, la frontera e incluso también las escuelas.

Menos hablar de dignidad y más respecto al uniforme y al voto de los ciudadanos. Los bomberos también lo han pasado muy mal y, quizás porque no tiene sentido indignarse contra el fuego, lo han llevado con mucha elegancia. La policía tiene que defender su dignidad haciéndose amar o, como mínimo, respetar, por el pueblo. Esto pide trabajar el sentido de la grandeza tanto o más que los musculos y el dominio de las armas.

Los que trabajan en los cuerpos de seguridad ya deberían saber que tienen un trabajo heroico. Un trabajo extraordinario, que se convierte en un estercolero cuando se cede a las pasiones más vulgares.