La principal variable que articula Catalunya y ayuda a configurar y reconfigurar su régimen político es la edad. El cambio en el sistema producido por la crisis económica y política ha variado la configuración del escenario político catalán. En todas las franjas, la distribución de voto es totalmente diferente a la de hace una década.

Así como en España todas las formaciones políticas han sufrido el fenómeno de la fragmentación pero son incapaces de romper el consenso alrededor del llamado régimen del 78, en Catalunya observaremos que este caso se da en pro de los partidos que quieren romper el viejo sistema de partidos. No hay que ser un experto para ver que, a largo plazo, esta circunstancia provoca que los cambios sean más profundos y el sistema de partidos, más volátil.

Este análisis se basa en los datos del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) sobre preferencias políticas entre 2007 y 2017.

Partidos viejos y partidos jóvenes

La crisis de partidos ha ido totalmente de la mano del relevo generacional y de los cambios en el eje nacional. En consecuencia, los dos grandes espacios del sistema catalán, el convergente y el socialista, han visto como su ámbito sociológico ha envejecido de forma considerable: ambas formaciones son sostenidas en casi dos terceras partes (un 63,70% el entorno convergente y un 70,30% el socialista) por votantes mayores de 50 años.

 

Los partidos conservadores y unionistas, como el PP y Ciudadanos, han envejecido un poco. El caso de la formación naranja, sin embargo, tiene la misma explicación que ERC: han ampliado su perímetro de votantes, se han convertido en partidos grandes incorporando también a personas mayores y eso mismo los hace competitivos en unas elecciones. En el caso del PP, como pasa en el espacio convergente, son partidos que se han hecho más pequeños. Para remachar el clavo, en esta última década la CUP ha sustituido a ICV-EUiA como partido más dependiente de los votantes jóvenes.

Si ahora se pone el foco en qué vota cada grupo de edad, la descomposición del régimen tradicional de partidos vía cambios generacionales se hace mucho más patente: una década atrás, en todos los grupos de edad era mayoritaria la opción por el bipartidismo PSC-CiU. Actualmente, en cambio, el escenario es de total fragmentación en favor del independentismo. Hace diez años, los partidos más votados por los jóvenes de entre 18 y 24 años eran ICV-EUiA y el PSC, mientras que ahora lo son ERC y la CUP. Como curiosidad, quien sostiene el electorado del PSC y del espacio convergente son personas mayores. Los segundos tienen, además, un claro hueco en la generación de los 25 a los 34 años, la que sufrió la crisis mientras estudiaba o apenas acabados los estudios. Además, la CUP se consolida en dos de las cinco franjas de edad como segunda fuerza política.

 

Satisfacción política

La satisfacción política es un indicador que muestra el encaje de los votantes con lo que va pasando. En la tabla comparativa entre 2007 y 2017 se ven dos tendencias: la del unionismo más duro y la del resto de partidos. Todos los partidos están menos satisfechos con la situación política que hace una década. La excepción, sin embargo, es el PP y Ciudadanos: ambas formaciones son las únicas que mejoran su grado de satisfacción política después de la represión policial del referéndum del 1 de octubre y la aplicación del 155.

 

Hay que señalar el brutal cambio en los votantes del PSC y la consolidación de la CUP. Los socialistas, que entonces vivían su mejor momento de la primera legislatura de Zapatero y controlaban el poder autonómico y municipal, han pasado de una satisfacción de más del 70% a poco más del 30%. En el caso de los cuperos se observa una característica que crea y consolida su propio espacio político: la CUP es el partido de los insatisfechos con el sistema.

Indepes, los más arriesgados

Si se observan los partidos en función de la aversión al riesgo de sus votantes y se les ordena de más a menos independentistas, se ve un patrón: los votantes de las formaciones secesionistas están más dispuestos a tomar riesgos que los partidarios unionistas.

 

Los mismos partidos, segmentados por plena aversión al riesgo, muestran una característica que divide en tres bloques las formaciones políticas. El primero son los partidos independentistas, donde hay una mayor aversión al riesgo por parte de las dos franjas de edad más jóvenes (despuntando un poco la que va de los 25 a los 34 años, la que se encontró la crisis de cara). El segundo es el unionista duro, que reúne a PP y Ciudadanos. El tercero es el bloque unionista federalista, donde PSC y CeC se sitúan en medio camino de los otros dos.

 

Gran parte de estos cambios generacionales se veían patentes en la calle tres meses atrás. A principios de septiembre, la ANC —el independentismo más tradicional— ocupaba la calle por la Diada. Nueve días más tarde, el 20 de septiembre, en torno a 50.000 personas bloqueaban la sede del Departament d'Economia —asaltado por la Guardia Civil— y otros protegían la de la CUP, rodeada por los antidisturbios de la Policía Nacional. La media de edad cayó de golpe. En poco más de 20 días se manifestó de dónde viene el independentismo tradicional, dónde están las limitaciones del actual y por dónde rompe las costuras el independentismo más joven.

Incluso entre el unionismo también se han mimetizado estas actitudes ante la violencia ejercida por el estado español. En un lapso de tiempo relativamente breve se han advertido claramente las actitudes de personas socializadas durante el franquismo, aquellas que lo sufrieron para deshacerse de él y las que se educaron en democracia.

Todo indica que el próximo 21-D nos dejará con un sistema político que no acaba de nacer ni morir del todo.

 

Sergi Cristóbal Jané es politólogo especializado en estrategia política y electoral.