¿Qué Catalunya votará el próximo 21 de diciembre? ¿Qué diferencias hay entre los catalanes que votarán ahora y los de hace diez años? Los hechos de los últimos años y meses son bastante propicios para analizar de dónde venimos y hacia dónde vamos, y averiguar algunas curiosidades demoscópicas entre 2007 y 2017 que, a priori, ayudan a entender en qué ha cambiado políticamente la sociedad catalana. Para saberlo, comparamos datos del Centre de Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat de Catalunya de 2007 y 2017.

1. Un país que va a la izquierda y genera espacios propios

Es tradicional que los catalanes, políticamente, se sitúen a la izquierda. La evolución ideológica declarada entre 2007 y 2017 muestra que todos los partidos políticos, al margen de su tamaño, todavía han girado más, ni que sea ligeramente, en esta dirección. Ya sea el PP –moviendo el grueso de su electorado hacia el centro izquierda–, o el espacio de la vieja ICV –conservando las mismas sumas entre extrema izquierda e izquierda, pero con claro beneficio hacia los primeros–, los partidos y la sociedad catalana han dado un pequeño salto hacia la izquierda.

 

El caso más destacado y curioso es la CUP, que suma casi dos terceras partes de sus votantes que se declaran de extrema izquierda. Son casi 30 puntos de ventaja sobre ERC, el segundo partido con más votantes ubicados en este segmento ideológico. Este giro de la sociedad catalana tiene cuatro variables fundamentales: la crisis económica, el proceso soberanista, la crisis política y los cambios generacionales. Algunos de estos puntos se analizan en el próximo artículo, que evidencia que todos los cambios políticos pasan por la vertiente generacional.

La posición media del votante en una escala del 1 (extrema izquierda) al 10 (extrema derecha) confirma lo que muestra la gráfica comparativa de arriba. Dejando de lado el caso del PP, con un electorado que acostumbra a esconderse en las encuestas, que los mayores movimientos hacia la izquierda se producen en el independentismo.

 

Sirve decir que esta gráfica incluye los datos de la CUP que, aunque el año 2007 no tenía representación en el Parlament, ni existía a nivel demoscópico, los del 2017 permiten ubicar dónde se encuentra su votante respecto de la media del país y del resto de partidos.

2. No hay ningún eje urbano-rural

Una de las mayores curiosidades a la hora de analizar el comportamiento político de los países es la supuesta existencia de un eje urbano-rural, donde el campo es conservador y cerrado y las ciudades son progresistas y cosmopolitas. En Italia, por ejemplo, el viejo Partido Comunista intentó potenciar la diferencia entre el campo y la ciudad para conseguir el poder. Como bien explicaban Robert Leonardi y Douglas A. Wertman en "Italian Christian Democracy", en 1989, el intento de creación de este relato chocó con la realidad de la sociología italiana: el votante urbano de clase media nunca acabó de echarse en brazos del comunismo atlantista y encorbatado de Berlinguer.

 

En el caso catalán también se advierte la creación de un relato inexistente. Los datos muestran que el eje campo/derecha contra ciudad/izquierda, a efectos prácticos, sólo puede potenciarse desde el nacionalismo español. La tabla de arriba hace ver que las localidades de menos de 2.000 habitantes están más a la izquierda que las ciudades de Barcelona y su primera corona metropolitana (AMB). No hay que ser un experto para ver que las diferencias son casi inapreciables.

 

La dependencia territorial de los partidos políticos muestra realmente cuál es la raíz del problema: que los partidos unionistas no acaban de penetrar más allá de la AMB y que a los partidos independentistas les ocurre lo mismo... al revés.

Por ejemplo, los partidos independentistas mantienen una buena base urbana, crecen exponencialmente (sobre todo ERC) e incluso tienen una dependencia importante de esa base (CUP). Sin embargo, tanto desde la derecha (CDC) como de la extrema izquierda (CUP), unos y otros tienen bastantes problemas para hacer mella en la primera corona metropolitana. Un problema similar tiene el unionismo (Ciudadanos, CeC, PP y PSC) cuando quiere penetrar en los núcleos de entre 2.000 a 10.000 habitantes, hecho que limita su crecimiento y los hace dependientes de lo que pueda pasar a través del relevo  generacional.

3. Partidos en transición

La creación de falsos ejes, como el rural/urbano, como pasa casi siempre en política, se debe a la falta de habilidad de los partidos políticos para ocupar espacios que les permitirían tener más apoyo. En el caso de las formaciones unionistas, deberían romper la dinámica de los resultados en Barcelona ciudad, que son casi idénticos a los del global de Catalunya, y acostumbran a ser totalmente diferentes de los del llamado cinturón rojo. Muy seguramente, veremos como durante la campaña se intentan mover las supuestas diferencias entre mundo rural y mundo urbano.

Finalmente, analizados en perspectiva, los cambios entre 2007 y 2017 manifiestan que el país va cambiando profundamente, pero todavía se encuentra a medio camino en esta ruta. Ni los viejos partidos mueren ni los nuevos acaban de surgir. El próximo artículo analizará cuáles son los movimientos de fondo que provocarán los cambios durante las décadas que vienen, poniendo especial énfasis en el relevo generacional, la insatisfacción política y la aversión al riesgo.

Sergi Cristóbal Jané es politólogo especializado en estrategia política y electoral.