La Policía Nacional, el cuerpo de policía estatal que sufragan con sus impuestos todos los ciudadanos y ciudadanas del Estado español, lanzaba este sábado un tuit desde su cuenta oficial en que reproducía una imagen de la manifestación ultra celebrada en Barcelona en contra del referéndum de independencia de este domingo con el siguiente mensaje: "Porque no estamos solos, porque todos somos uno, porque todos somos España, por nuestra Democracia, por la legalidad...". Lo acompañaba la etiqueta #EstamosporTI. No hay nada que hacer con un Estado que, como si Francisco Franco no hubiera muerto en la cama hace 42 años, sigue utilizando a sus fuerzas de seguridad como policía política contra una parte de sus ciudadanos. Un Estado que, cuando se ve cuestionado, o simplemente interpelado desde la diferencia ideológica, nacional, cultural o lingüística, sigue siendo incapaz de segregar nada más que demofobia, odio y patrioterismo casposo. Esta es una y otra vez la "propuesta" para seguir viviendo "juntos". O eso, o la gaseosa presuntamente federal o falsamente "plurinacional" de unas izquierdas que estos días se tendrían que avergonzar de llamarse "izquierdas". El Estado español es incapaz de ofrecer otra cosa a estos catalanes tratados en esta hora, y en tantas otras que lo han precedido a la historia, como si fueran súbditos sublevados de la última colonia del Imperio.

Ya me perdonarán, pero no tengo ni idea de qué pasará este domingo, en que la ciudadanía de este viejo rincón de Europa está llamada a decidir su futuro político en las urnas, en un referéndum declarado fuera de la ley por la Administración española. Un referéndum perseguido in situ por un ejército de jueces, fiscales, policías y guardias civiles en una estampa más propia del siglo XVII, de la España de los Tercios de Flandes, que de la Europa democrática del XXI. Se trata de atemorizar a la gente, que la gente hoy no salga de casa, y, finalmente, impedir que vote, si es que los Mossos d'Esquadra -a quien también se trata como si fueran la policía indígena- hacen lo que se les ha mandado.

Eso es lo que está pasando en esta hora en este viejo rincón de Europa en pleno siglo XXI y mientras los riesgos para la democracia emergen por todas partes, como evidencia la irrupción en el Bundestag, el parlamento federal alemán, de un partido xenófobo y extremista, Alternativa por Alemania, por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial. Por eso no es exagerado decir que el referéndum catalán, además de un referéndum de independencia, es una oportunidad para enderezar la democracia e, incluso plantear su refundación en una Europa que vive el retorno de algunos de sus peores fantasmas. Una refundación que tendrá que pasar por devolver el poder de decisión al pueblo, como en los grandes momentos fundacionales de la historia, o no será.

Rajoy ha llevado España al abismo con la judicialización, primero, y la militarización, después, del "desafío" independentista

La represión de los preparativos del referéndum ha demostrado que España -sus gobernantes, la mayoría de su oposición, sus aparatos de seguridad y altas instituciones- está dispuesta a exceptuar a Catalunya de los derechos y garantías que definen a un Estado democrático moderno, es decir, a implantar una dictadura de facto en forma de estado de excepción no declarado, a fin de que este domingo las urnas no aparezcan y no haya colas de gente en los centros de votación. España no se puede permitir siquiera un nuevo 9-N, porque estaría literamente muerta a los ojos de la mayoría de sus ciudadanos. Es, para entendernos, la diferencia entre ser Yugoslavia o ser Serbia. Ese es el abismo donde Mariano Rajoy y los suyos han llevado a España con el fracaso de su política en Catalunya, con la judicialización, primero, y la militarización, después, del "desafío" independentista.

Incluso en estos momentos en que los catalanes quieren independizarse de España, se tienen que cuidar de España

Por eso, incluso en estos momentos en que los catalanes quieren decidir si se independizan de España se tienen que cuidar de España. Incluso en la hora del adiós a España, parafraseando al poeta, España, la democracia en España, sigue siendo una prioridad en la agenda colectiva de los catalanes.

Es altamente probable que los catalanes no puedan decidir con normalidad este domingo si quieren o no ser un Estado soberano. Que muchos no puedan introducir la papeleta en la urna porque, al fin y al cabo, al final solo tienen su cuerpo para resistir a los uniformes. Pero la razón no está de parte de las porras, sino de la libertad. El independentismo ha ganado muchas batallas estos días en muchos frentes. Incluso en la Casa Blanca. Pase lo que pase, todo será un punto y seguido. En cambio, dejar votar a los catalanes este domingo es la última oportunidad que le queda a España. Todo lo demás es la nada, Mariano.