Como no había amor y los poemas no eran 20, sino 30, el último acto interpretado sobre la escena de la política sólo podía ser una canción desesperada. Es lo que tiene la muerte, que cuando llama a la puerta, el expirante se agarra a lo que sea, y en este caso fue al “Acuerdo del Prado”, una propuesta de un partido regionalista con sólo 3 diputados.

A Pedro Sánchez se le acababa la vida, y en Compromís y Joan Baldoví, encontró un último suspiro. Y “tó pa ná”, que diría el popular Rafael Hernando, para seguir alimentando una vana esperanza y representar un vergonzante último pase. Nunca tuvo votos suficientes para ser investido y sigue sin tenerlos, pese al acuerdo de mínimos con el que se pretendía emular in extremis el valenciano “Pacto del Botánico”.

Nada había cambiado. Pero los sanchistas, que no el PSOE, corrieron a aceptar 27 de las 30 medidas contenidas en la propuesta con la que Compromís se descolgó ayer en tiempo de descuento. Ese Antonio Hernando, que hace una semana buscó la traición de Errejón a Iglesias para que se entrevistara en secreto con Sánchez y hace dos días suplicó a Colau que intercediera ante el “coleta morada”, ofrecía a la desesperada un gobierno de independientes y hasta una cuestión de confianza en dos años. Por ofrecer hubiera ofrecido hasta las siglas del PSOE si es que a estas alturas quedara algo de ellas. La suya fue la imagen viva de la desesperación y la agonía por la que atraviesa un Sánchez que ve cómo se desmorona su sueño de vivir en La Moncloa.

El globo fue pinchado ipso facto y desde varios flancos. Ciudadanos no quiere espacios compartidos con Podemos, ni Pablo Iglesias con Albert Rivera. El problema es de compatibilidad con el acuerdo por el que Sánchez se casó por todo lo alto con la nueva derecha española. Si el secretario general del PSOE creyó que los morados iban a transigir con semejante apaño, se equivocó de plano. Y si acarició la idea de que los naranjas sucumbieran a la ocurrencia de Baldoví es que en sus dos años de primera línea política no ha aprendido nada. Lo dijo Rivera y lo piensan muchos: tres páginas para gobernar cuatro años entre seis partidos distintos es cualquier cosa menos algo digno de ser estudiado. Esto además de que, dicho sea de paso, un gobierno con semejante sopa de siglas ni siquiera precisaría de la anuencia de Ciudadanos.

O Sánchez mejora el 26 de junio el resultado electoral de diciembre, o ya puede ir haciendo las maletas

Si Sánchez quiere un gobierno de izquierdas, ya sabe cuál es el camino: abjurar de su solemne pacto con Rivera, sumar con Podemos, IU, Compromís, las Mareas y el PNV, y buscar la anuencia del independentismo. Y ese viaje hace tiempo que podría haberlo emprendido. Tic-tac-tic-tac… Apenas quedan 24 horas para que pueda convocarse un nuevo pleno de investidura. El tiempo se agota, aunque no parece que el candidato del PSOE esté dispuesto a cruzar ya las líneas rojas que el comité federal de su partido le impuso el 28 de diciembre a derecha y a izquierda. Ahí empezó su drama. Y ahí también, la cuenta atrás de su mandato como jefe de los socialistas. O el 26 de junio mejora el resultado electoral de diciembre, o ya puede ir haciendo las maletas.

En el PSOE entonan desde hace días el último párrafo de la más célebre de todas las canciones desesperadas: “Es la hora de partir. ¡Oh, abandonado!”