Me gusta el Primero de Mayo. Bajar a Barcelona y respirar el ambiente de cualquiera de las manifestaciones que se convocan. Pasear arriba y abajo y sentir el pulso del mundo del trabajo. Si echas una ojeada puedes captar la realidad del país: convenios colectivos bloqueados, trabajadores a los que cierran la empresa, funcionarios que quieren recuperar la paga prestada... En un microcosmos convergen las demandas de una de las almas del país: la fractura social.

A menudo la gente se pregunta sobre la vigencia del Primero de Mayo. Incluso la mayoría de gente afirma que es un día de fiesta. Y, lamentablemente, creo que esta afirmación no es cierta. No es verdad que el Primero de Mayo sea prescindible ni sea un festivo más. No nos lo podemos permitir. Mientras el 70% de personas inscritas en los registros del paro cobre o 426 euros o nada, mientras las rentas del trabajo pierdan peso enfrente de las rentas del capital, mientras se desmantele nuestro estado del bienestar, hay motivos más que suficientes para la protesta.

Pero si por un hecho tiene sentido el Primero de Mayo, es por su vertiente internacional. Según datos de la OIT, hoy en el mundo el 60% de las personas trabajadoras o no tienen trabajo o lo hacen de manera informal. Y el 50% no tienen ningún tipo de protección social. Cada día mueren 6.000 trabajadores y trabajadoras en accidentes laborales o como causa de enfermedades relacionadas con el trabajo. Y lo que a veces sólo son cifras, a veces se cristaliza en una durísima realidad, como las muertes del Rana Plaza de Bangladesh, donde murieron personas que cobraban 30 dólares al mes. Y defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras en el mundo es una convicción de riesgo. Cada año son asesinados, torturados, despedidos y amenazados miles de sindicalistas en países como Honduras, Nepal o Bangladesh.

En un mundo cada vez más fragmentado, si hay un movimiento capaz de conjurarse por la unidad es el mundo sindical. El sindicalismo debe ser el contrapoder vigilante

En un mundo cada vez más fragmentado, si hay un movimiento capaz de conjurarse por la unidad es el mundo sindical. El sindicalismo debe ser el contrapoder vigilante. Ante los gobiernos y los empresarios. Y tienen que llamar a las cosas por su nombre: cuando se explota a los trabajadores y las trabajadoras no valen eufemismos. Cuando el capital se desboca y juega a la ruleta rusa con la vida de tantas personas se le tiene que plantar cara. Y el mundo sindical tiene que volver a ser sociopolítico. Los trabajadores y las trabajadoras del mundo tienen un partido político, y este se llama abstención. Los sindicatos tienen que reivindicar los valores que defienden e influir políticamente. Si no, después se legisla contra ellos.

Nuestra sociedad cada vez es más desigual. La brecha entre ricos y pobres se ensancha. Y los pobres cada vez somos más pobres. La pobreza es un factor estructural a nuestra sociedad. Y pretendidamente los gobiernos se vuelcan en ello. El estado del bienestar y la red de protección tienen que ser elementos subsidiarios para casos de emergencia. Los gobiernos tienen que plantar cara a las grandes corporaciones y legislar y proteger el derecho al trabajo en condiciones dignas. En los últimos años, el derecho laboral en el mundo se ha hundido. Se han desequilibrado totalmente las relaciones de poder y se ha dejado a la mayoría de la población desamparada. Vivimos una crisis galopante que el eufórico capital dice que se ha superado. Se han socializado los sacrificios para salir de ella (rebajas salariales y de condiciones de trabajo) y ahora no se quieren repartir beneficios. El capital está traicionando a los ciudadanos y las ciudadanas.

Los sindicatos no lo han hecho todo bien. Y tienen que hacer mucha autocrítica. Pero para redistribuir la riqueza en el mundo sólo están ellos. Con sus defectos y sus potencialidades, que tienen muchas. Y para unirnos nos queda el Primero de Mayo.

Id a las manifestaciones. Llamad y haced pancartas. Os dirán que es antiguo. ¿Pero está pasado de moda movilizarse por el más noble de los propósitos del mundo, como es el trabajo digno?