Que Donald Trump se reuniera con los gigantes de Silicon Valley el miércoles, el mismo día en que la Reserva Federal le lanzara su plan de ataque basado en tensionar la futura línea de los tipos de interés, no fue ninguna casualidad. Desde luego que no. Respondió a un intento de cambio de alianzas sobre el que asentar un nivel del crecimiento del 4%, el necesario para devolver la confianza a los americanos. 

Después de un año de practicar una política monetaria cien por cien acomodaticia, Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal (Fed), sacó el arsenal monetario que tenía preparado para 2017, cuando el presidente republicano ocupe la Casa Blanca.

La señora Yellen mencionó los "considerables progresos" de la economía americana, que crecerá un modesto 1,9% en 2016, dos meses después de que en Boston reconociera que "el nivel de producción potencial es ahora un 7% más bajo de lo que se podía esperar en base a su trayectoria anterior a la crisis". Ello, afirmaba en octubre, hacía necesario "la ejecución temporal de una economía de alta presión", esto es un shock desde el lado de la demanda a través de un mayor gasto fiscal, para estimular la producción y la oferta. 

Ahora, todo eso parece olvidado. "Con un índice de desempleo del 4,6% el estímulo fiscal no resulta necesario", indicó la presidenta de la Fed el miércoles en rueda de prensa.

No es cierto que todos los trabajos sean iguales

Quizá le parezca innecesaria por juzgar que la economía americana está en buena forma. Si es así, ¿por qué se sienten entonces disgustados sus compatriotas? Una explicación se la sirvió el futuro secretario de Comercio, Wilbur Ross, en una reciente entrevista con la CNBC. En sus estudios dijo: "no es cierto que todos los trabajos sean iguales. Un tipo que solía trabajar en una fábrica de acero ahora está haciendo hamburguesas y sabe que no es lo mismo. La calidad de los trabajos es tan importante como la cantidad y uno de los problemas que se plantean con la recuperación es cuando los trabajos recién creados no son tan remunerativos como los que se perdieron. Este es un problema estructural muy importante".

La elevación del objetivo de tipos de interés, que supondrá tres alzas en 2017 frente a las dos anunciadas previamente, revela que por parte de la política monetaria no parece buscar la complementariedad con la política fiscal que se pedía sino más bien estrechar su camino. Es como si en un avión en apuros el piloto y el copiloto estuviesen peleándose.

Si en la combinación de las vías tradicionales de las políticas económicas no se divisan muchas esperanzas, se hacía preciso encontrar otra vía: la de la tecnología, el pacto con la California digital.

A la cita en la Trump Tower acudieron las primeras espadas de la economía numérica, como Larry Page (Alphabet, la casa matriz de Google), Tim Cook (Apple) Satyra Nadella (Microsoft) Safra Catz (Oracle), entre otros, a los que se sumaron Elon Musk (Tesla y SpaceX) y Jeff Bezos, de Amazon, 

Trump les recibió como a héroes. "No hay nadie en el mundo como vosotros", les dijo. Según participantes en el encuentro, la reunión fue cordial. Se produjo un cese el fuego en una lucha que consiste en saber quién va a llevar el paso en el futuro: el país o el Silicon Valley. Y cuál de los dos deberá adaptarse a lo que marque el líder. Las posiciones están claras y cada campo exige prioridad.

Tecnología frente a política

El anfitrión fue hábil e indicó a los asistentes que podían reclamar la atención de cualquiera de su equipo porque, aquí, en esta mesa, dijo Trump, "no hay jerarquía". 

En cuestiones concretas, el presidente electo quiere ampliar el empleo industrial, mejorar la productividad y lograr que vuelva la inversión a EEUU. De lo contrario no se puede crecer al 4%. Para ello está dispuesto a llevar el impuesto de sociedades del 35% actual al 15%. Las empresas del Silicon mantienen centenares de miles de millones en el extranjero a causa de las tasas elevadas. También se trata de lograr su retorno. A cambio, Trump pide que las empresas high tech se centren más en EEUU que en la deslocalización de sus operaciones y negocios, como cuando reclamó a Apple la repatriación de la producción del iPhone. Cuestiones como las relacionadas con la inmigración son importantes, pero secundarias.

El grupo GAFA (Google, Apple, Facebook o Amazon) son muy dependientes del presupuesto del Gobierno americano.  Google obtuvo de la Administración Obama más de 427 citas en la Casa Blanca. Otro caso es el de la NASA y SpaceX, una empresa de Elon Musk especializada en lo aeroespacial. Pero Trump también posee una elevada fuerza en las redes sociales, con más de 17,2 millones de seguidores.

Un pulso sobre quién va a gobernar el futuro del mundo ha comenzado. La tecnología o la política. De entrada, el juego comienza sin jerarquías. Pero sólo de momento.