El proceso catalán ha enterrado definitivamente la aportación intelectual del libro de Jordi Solé Tura Catalanisme y revolució burguesa tan polémico en su momento, 1967, que fue presentado como el gran argumento del PSUC para demostrar el carácter intrínsecamente burgués del nacionalismo catalán. Un estudio que pretendía desenmascarar, según afirmaba el entonces militante comunista ortodoxo, la cara pérfida del nacionalismo catalán.

Ya entonces desde el mundo de la resistencia política clandestina hubo historiadores y analistas que situaron la obra como un trabajo sesgado, apriorístico y mal documentado en el aparato crítico y en la investigación. Básicamente se decía que el autor de forma apriorística cogía las partes por el todo.

Se decía y se demostraba que era una obra poco trabajada, que se veía apremiada por razones académicas. Posteriormente la historiografía seria, la que no es doctrina ideológica, la ha difamado por ignorar el carácter popular del nacionalismo y del catalanismo, como bien demostró Josep Termes. La historia presente de lo que se vive en Catalunya lo vuelve a demostrar.

Jorge Semprún tituló la crisis definitiva del comunismo real de forma metafórica con el título del libro La segunda muerte de Ramón Mercader, refiriéndose al olvido más absoluto de su asesino, un militante comunista catalán fanatizado por una madre inestable y dogmática en un periodo donde el trotskismo era visto por Stalin como el gran peligro para la URSS. Sobre este tema es de obligada lectura el libro de Eduard Puigventós Ramon Mercader, l'home del piolet (Ara Llibres, 2015), convertido en referencia internacional.

Era la condena desde el interior del comunismo de un agente, liberado de hace años, contra lo que se había convertido el comunismo real: un Estado burocrático, de afán totalitario, empobrecedor y enemigo de la libertad y el pensamiento. El torpe y erróneo juicio de la tesis del libro de Solé Tura en el presente político de Catalunya es la prueba más evidente de que la verdad en historia siempre acaba imponiéndose.

La burguesía tradicional catalana, la de los nombres que huelen a la Liga Regionalista, los que se acomodaron con el franquismo, los que renunciaron a su lengua y cultura para ganar dinero con el beneplácito de la dictadura han huido y se han refugiado como gallinas mojadas en el nacionalismo español excluyente e insolidario. Los burgueses de la misa de doce de ayer, del roscón del domingo, la gente de casa buena de poca conciencia ha renunciado de este movimiento único universal que es el proceso catalán.

El nacionalismo catalán es un movimiento mayoritariamente popular, social e interclasista. Esta es su fuerza

La gente popular, los millones de personas defendiendo una vez y otra el país en su presente, para hacer un futuro mejor, con su actuación han enterrado para siempre la idea motriz del libro de Solé Tura. Un mantra que sólo se mantiene así por los autollamados progresistas, la mayoría de ellos hijos de franquistas —sólo hay que consultar sus biografías para deshacer cualquier duda—, y por un planteamiento ideológico doctrinario marxista. Olvidando que Marx dijo de él mismo que no era marxista.

El nacionalismo catalán es un movimiento mayoritariamente popular, social e interclasista. Esta es su fuerza, por eso se ha sumado el mundo del trabajo y de la cultura, el mundo del campesinado, la pequeña y mediana empresa y los nuevos empresarios que han creado riqueza y ocupación.

Es muy oportuna la reedición del libro de Solé Tura, se podrá ver de nuevo quién ha sabido interpretar la realidad tal como era. Otros han rectificado sus análisis desde la libertad y otros han sido fieles creyentes de lo que querían que fuera y no era el nacionalismo catalán. Los comunistas ortodoxos de ayer que hoy se fotografían con la extrema derecha no cambiarán. De totalitarismo a totalitarismo no hay demasiada distancia.

La reedición del libro para quien no lo conoce los ayudará a entender el presente, sobre todo en el mundo cultural de la España más abierta de mentalidad y a nuevas ideas.

El coste de no haber entendido el movimiento catalán como una propuesta política de raíz popular renovadora ha convertido ciertos analistas o ideólogos en burócratas teóricos aburridos, en mayordomos de las directrices del poder financiero, burocrático y centralista que manda en Madrid. Por esta razón justifican el golpe de estado del 155 o que puedan coincidir en el análisis PSOE, PP, Cs y sectores de Podemos.

En Catalunya mantener este mantra sobre el nacionalismo catalán sólo se puede hacer desde la ignorancia de la historia o desde el sectarismo ideológico.