"No, no, no y no. Y no". Pedro Sánchez lo dejó claro. Nada de permitir (o favorecer por omisión) la presidencia de Rajoy. La gestión de la mayoría absoluta de los últimos 4 años y la corrupción no le permitían ningún margen de confianza.

Y las bofetadas le cayeron por todas partes. Sobre todo de los suyos. Las de los (y de las) que quieren su silla y las de su vieja guardia, aquellos jarrones chinos que no saben jubilarse.

Sin embargo, hagamos el ejercicio del "si no fuera". Imaginemos que en el último debate de investidura, Sánchez hubiera permitido a Rajoy ser presidente. Con la formula que usted quiera, pero que ahora hubiera un gobierno del PP. Con la que les está lloviendo esta semana por la llegada a tierra de los huracanes Barberá, Bárcenas y Matas, ¿se imagina lo que estaríamos leyendo ahora de Sánchez? Proveniente de las reinas y barones de su partido y, sobre todo, del frente mediático que se supone está de su parte pero que le ha puesto más minas en el camino (y más escondidas) que la prensa marianista. ¿Especulamos titulares?

"Sánchez hizo presidente a Rajoy, ahora tiene que dar explicaciones", "La culpa es de Sánchez", "El caso Barberá le estalla a Sánchez en las manos", "Sánchez permite que Rita salpique un gobierno que empieza con mal pie", "Sánchez nos ha llevado aquí"...

Y con qué cara tendría que dar explicaciones el secretario general socialista de cómo ha permitido que gobierne el corresponsable de todo. Porque, claro, a unos cuantos les faltaría tiempo para sacar (e ir repitiendo sin final conocido) las declaraciones de cuando Rita & Camps (que parece el título de una película de Mariscal) sacaron a Rajoy de la tumba política que le estaba excavando el aznarismo a través de Esperanza Aguirre.

Y si hablamos de Ciudadanos, estos deben haber hecho un altar en la sede central con la imagen de Sánchez y hace tres días que le ponen flores sin descanso. ¿Se imagina con qué carita tendrían que salir ellos a decir que están indignados con el presidente Rajoy por el caso Barberá? Ellos, que habrían sido fundamentales para hacerlo presidente. Hala, el discurso de la regeneración a tomar viento.

O sea, que de cara al mundo político y mediático, el caso Barberá y los que irán viniendo, dan aire y argumentos a Sánchez. La vida real, la de la calle, es otra historia. En España la corrupción no afecta al voto pepero. Y ahora tampoco lo hará. Ni en Galicia ni en Euskadi. Como en su día no afectó a València ciudad ni al País Valencià en general. ¿O es que el PP no ganaba con mayorías absolutas superiores al 50%? ¿De algún lugar debieron salir estos votos, no?