Son 8 niños, 5 mujeres y 7 hombres. Vienen de Siria y de Iraq. Veinte, en total. Para recibirlos, se desplazó a Barajas una comitiva, muy superior en número a los refugiados, presidida por el secretario de Estado de seguridad y la secretaria general de Inmigración y Emigración, todo un detalle. El ministro de interior, Jorge Fernández Díaz, que no estaba, ha hecho, sin embargo, unas declaraciones para felicitarse (no se sabe si a él mismo) por su llegada y para anunciar (que la gente es muy maledicente) que estos 20 sólo son la avanzadilla de los 586 (sí: ¡quinientos ochenta y seis!) que se habrán reubicado antes de acabar el mes de junio (o de julio, las declaraciones son confusas, sin embargo, ya se sabe, lo que cuenta es la intención). El ministro ha dado los datos: 150 procedentes de Grecia y 50 más de Italia, además de los que se están, dice, gestionando con ACNUR, desde marzo, 285 procedentes de Líbano y 101 de Turquía. 

Pero tampoco hay que hacer demasiado caso de los números porque, como todo el mundo sabe, no hay nada más inexacto que las cifras. El 21 de abril el ministro dijo que España recibiría a 182 refugiados “los primeros días de mayo” (y no llegaron). En realidad, el Gobierno se había comprometido a acoger 16.000 (dieciséis mil) refugiados entre 2016 y 2017 (8.023 el primer año: ya pueden deducir que vamos a buen ritmo). Bien, “acoger”, no: la palabra “acogida”, como “hospitalidad” o “asilo”, no forman parte del vocabulario ministerial, aunque las convenciones internacionales, también firmadas por el Estado español, hablan en estos términos. Ahora el ministro (¡y la UE!) habla de 'reasentamiento', un término de recuerdo nefasto, ya que formó parte de la terminología habitual utilizada por el Tercer Reich cuando hablaba de la deportación masiva de los judíos europeos en los campos de concentración y exterminio del este de Europa. Vale la pena releer estos días LTI. La lengua del Tercer Reich del filólogo Victor Klemperer (Minúscula, 2011). Y vale la pena, también, recordar la convicción del pensamiento griego clásico según la cual, como dice el lenguaje común, la palabra hace la cosa. Nada de acogida ni de hospitalidad ni de asilo: “reasentamiento”, ya que de eso parece que se trata.

El 31 de marzo pasado, ahora no hace todavía dos meses, de los 160.000 refugiados que la UE se había comprometido a recibir, sólo 4.555 habían llegado al lugar asignado

 

El 31 de marzo pasado, ahora no hace todavía dos meses, de los 160.000 (ciento sesenta mil) refugiados que la UE se había comprometido a recibir, sólo 4.555 (¡cuatro mil quinientos cincuenta y cinco!) habían llegado al lugar asignado. Fue entonces cuando Naciones Unidas, en una conferencia celebrada en Ginebra, recordó algunas cifras: si Europa, contando todos los países miembros de la UE, acogiera el mismo porcentaje que el Líbano de personas que huyen de la guerra, tendría que recibir a cien millones de personas (100.000.000). Es por eso que la ONU pidió, ante esta constatación, simplemente comparativa, que la UE debería comprometerse a acoger un 10%, ¡sólo un 10%!, de los que huyen de la guerra, teniendo en cuenta, además, que los países limítrofes de Siria (Turquía, Líbano, Jordania e Iraq) ya habían recibido 4,8 millones (2,7 de los cuales sólo en Turquía). Pero eso sumaría, dijeron, 480.000 sirios, el triple de lo que, hasta ahora, y a algunos les parece que es mucho, la UE ha aceptado recibir, tan generosamente. Esta demanda de Naciones Unidas, evidentemente, no fue ni siquiera considerada seriamente. 

De hecho, la generosa UE no sólo ha suspendido indefinidamente la obligación de acogida en los que huyen por motivos políticos y el derecho de asilo, a los que obliga el derecho internacional (en 2015, un total de 368.000 sirios solicitaron asilo en países de la UE), sino que, además, es incluso incapaz de cumplir los esmirriados compromisos a que se ha obligado. 

Antes de la llegada de estas veinte personas que ayer aterrizaron en Barajas, sin embargo, el ministro del interior del Gobierno Rajoy no ha perdido el tiempo: con gran diligencia ha estado haciendo, durante los últimos meses, una auténtica pedagogía de la acogida de la cual, por aquello de los derechos de autor, vale la pena destacar lo esencial. Podríamos titularla Manual abreviado del buen político ante la crisis de los refugiados, o, para simplificar, Doctrina Fernández Díaz. Primer capítulo, La metáfora: “Es como si tuviéramos una casa, con muchas goteras, que están inundando varias habitaciones y, en lugar de taponar estas goteras, lo que hacemos es distribuir el agua que cae entre diferentes habitaciones” (julio del 2015). Segundo capítulo, La amenaza: No se puede descartar que, entre los refugiados que entran a Europa procedentes de Siria, haya elementos yihadistas de ISIS infiltrados: “no podemos descartar esta posibilidad y tenemos que tomar las medidas adecuadas”, “para que no sea un riesgo para la seguridad” (septiembre del 2015). Tercer capítulo, El caballo de Troya: El ministro sale en defensa entusiasta y sin fisuras del cardenal arzobispo de Valencia Antonio Cañizares, que se preguntó “¿esta invasión de emigrantes y refugiados es todo trigo limpio?” y “¿dónde quedará Europa dentro de unos años?”, sugiriendo que “seamos lúcidos y no dejemos pasar todo porque hoy puede ser algo que queda bien, pero realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y, en concreto, la española” (octubre del 2015). Cuarto capítulo, El peligro: la llegada de refugiados, declaró el ministro, ante la posibilidad de que se cerrara “la ruta de los Balcanes” y, así, se desplazara la ruta hacia España, es “un peligro” y “estamos muy atentos, porque eso sería trasladar el problema” (marzo 2016). Quinto capítulo, La cuota: ¿los gobiernos no pueden aceptar cuotas impuestas para recibir refugiados, pues “¿qué incentivo tenemos los países que somos frontera exterior de la UE para controlar nuestras fronteras si, con independencia del esfuerzo que hacemos, al final van a asignar una cuota previamente establecida?” (mayo 2016). Epílogo, El premio: si las condecoraciones oficiales del Estado marcan el modelo de conducta que será reconocida públicamente e impulsada como ejemplo, el ministro ha proporcionado el paradigma, con la condecoración de la Cruz al Mérito de la Guardia Civil, con distintivo blanco, que ha entregado a los ocho agentes acusados de haber maltratado a un inmigrante en la valla de Melilla, en un vídeo que pudo ver todo el mundo, remachando la distinción con unas declaraciones inequívocas, “cien veces que tuviera ocasión, cien veces volvería a condecorar a estos guardias civiles que ejemplarmente, y en situaciones muy complejas y difíciles, sirven a España”.

Fernández Díaz no es un inútil ni un incompetente. Sabe muy bien lo que quiere, él y su Gobierno. No quieren refugiados dentro del Estado español

Fernández Díaz no es un inútil ni un incompetente. Sabe muy bien lo que quiere, él y su Gobierno. No quieren refugiados dentro del Estado español. Los prefieren al otro lado de la reja, como inmigrantes sin derechos que, a tanta distancia, no les molesten. Él y el gobierno del PP podrían asumir como bandera aquel lema, prestado de un libro que el ministro conoce muy bien, que define con exactitud la política migratoria con los refugiados que rechazan: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. No sé cuántos de los 7.215.752 votantes que votaron al Partido Popular el pasado 20 de diciembre volverán a hacerlo el 26 de junio. Es igual: cada uno de estos votos señala un cómplice y un responsable de esta política moralmente infame.