Me siento a ver las noticias del domingo y, entre las calamidades que asolan al mundo, en el ya inevitable bloque de información electoral todo me parece irreal –además de las elecciones mismas–.

Veo a Pedro Sánchez, rodeado (en el doble sentido de la palabra) por los que esperan a la noche del 27 de julio para degollarlo, proclamando que “salimos a ganar”, justo cuando en el periódico que leen los socialistas se publica una encuesta que más bien invitaría a contemplar el segundo puesto como una bendición. No parece el mejor día para que el candidato se muestre magnánimo prometiendo que será generoso en el gobierno con sus adversarios; más bien debería ofrecer algún motivo para que los votantes sean generosos con él. Zapatero, que huele bien estas cosas, apostilla a la salida que el PSOE debe pedir el voto “con humildad”.

Veo a Cospedal recordando lo mucho que el PP ha hecho por el bien de los españoles “sacrificando sus intereses de partido”. ¡Exactamente por eso se caracterizan los del PP, porque jamás tienen en cuenta los intereses de su partido! La historia reciente está llena de emocionantes episodios de desprendimiento político de dirigentes del PP, y Cospedal es un ejemplo deslumbrante de altura de miras y ausencia de sectarismo.

Escucho que Rivera anuncia que tras las elecciones se sentará a negociar indistintamente con el PP o con el PSOE, según sople el aire. Se cargó la elección de diciembre en la campaña y ahora va por el mismo camino. ¿De verdad cree en la fuerza motivadora del voto anfibio? ¿No se da cuenta de que pedir un voto que no se sabe a manos de quién irá a parar es un argumento disuasorio? 

Artur Mas no parará hasta conseguir que su partido –o lo que sea– obtenga en unas elecciones la cifra mágica, el 3%

Caso aparte es lo de Convergència. Contemplen la noticia desde fuera, como si ocurriera en otro país: “El partido del Gobierno decide autoliquidarse a seis semanas de unas elecciones”. No es que les falten motivos para camuflarse bajo otro nombre, pero reconozcan conmigo que la cosa es chocante. Y el caso es que al tipo se le ve contento: empiezo a sospechar que Artur Mas no parará hasta conseguir que su partido –o lo que sea– obtenga en unas elecciones la cifra mágica, el 3%.

Y para rematar la sesión, aparece Iñigo Errejón haciendo framing, su deporte favorito. “En esta elección –dice– sólo hay dos polos: el del PP y el de Podemos”.

¡Caramba! ¿No habíamos quedado en que el bipartidismo era la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno? ¿Cuándo y cómo se ha pasado Podemos a la causa del bipartidismo? ¿O esta es la versión modernizada de la doctrina de las dos orillas que inventó hace 20 años el patriarca Anguita para explicar su colusión política con Aznar?

La verdad es que suena mucho a esto último. Es un clásico de la estrategia electoral diferenciar entre el adversario electoral real y el adversario de referencia. El adversario real es aquel con el que te disputas directamente un mayor número de votos. El adversario de referencia es aquel con el que estableces la confrontación pública, justamente para situarte correctamente ante tu clientela.

El pacto Podemos-IU ha hecho verosímil la amenaza. En diciembre no era creíble que Iglesias y sus socios se hicieran con el poder, pero ahora sí

En esta campaña, el adversario electoral del PP es Ciudadanos. El objetivo es rescatar una parte de los votantes populares que en diciembre migraron hacia el partido de Rivera. Y para ello, el plan es transparente: primero, esto no es una elección entre partidos, sino entre gobiernos. Sólo hay dos gobiernos posibles: el gobierno “moderado” de Rajoy frente al Gobierno “extremista” controlado por Iglesias. Por tanto, el adversario de referencia es Podemos y su gobierno extremista, en el que el PSOE sería poco más que un figurante. Y la moraleja para los votantes “moderados” es inmediata: no será Rivera quien frene a los extremistas, carece de fuerza y de agallas para eso. Si se trata de parar al monstruo, ya saben en quién deben confiar. Más que nunca, esta vez voten en serio.

El plan puede funcionar porque el pacto Podemos-IU ha hecho que la amenaza resulte verosímil. En diciembre no era creíble que Iglesias y sus socios se hicieran con el poder, pero ahora sí. Así que leña al mono hasta que hable en ruso.

Unidos Podemos hace un planteamiento simétrico. No hay prácticamente ningún voto que se disputen directamente con el PP,  su adversario electoral real es el PSOE. Para la nueva alianza de izquierdas, todo se juega en su frontera con el espacio socialista. Pero para ganarse la voluntad de esos votantes fronterizos, hay que demostrar quién es más eficaz para derrotar al adversario común, que es el PP.

Así pues, nada de atacar frontalmente al PSOE, eso sería tanto como provocar a los votantes indecisos –que dudan precisamente porque no se sienten antagónicos con un partido al que probablemente han votado en el pasado–.

El elemento de convicción es el mismo que usa el PP, pero a la inversa. El PSOE pudo haber encabezado un gobierno de izquierdas, pero no se atrevió, y Podemos no tenía fuerza suficiente para obligarlo. Para echar a la derecha y forzar a los socialistas a sumarse al “gobierno del cambio” (¡qué de significados distintos tiene esa expresión-comodín según quién la pronuncie!), es necesario que Podemos se ponga por delante y los conduzca por el buen camino. Entonces y sólo entonces, “Unidos (también con el PSOE, aunque sea a su pesar) Podremos”. 

Así que el PP y Unidos Podemos ya se han reconocido mutuamente como adversarios de referencia; y escenificando una batalla feroz entre ellos, se disponen a neutralizar a sus respectivos adversarios reales, que son Ciudadanos y el PSOE.

Ni al PP le interesa que Ciudadanos se desplome ni a Podemos le conviene que el PSOE se 'pasokice'

La dificultad de la operación está en que deben medir la fuerza del golpe. Porque como es mentira que esto sea una competición bipartidista y finalmente tendrá que haber coaliciones que sumen, ni al PP le interesa que Ciudadanos se desplome ni a Podemos le conviene que el PSOE se pasokice. Necesitan derrotarlos pero no hundirlos, porque saben que el 27 los van a necesitar.

Más allá de las tácticas de campaña, lo que yo creo es que de estas elecciones saldrá un mapa político con tendencia a estabilizarse durante un ciclo prolongado. En los próximos años, probablemente tendremos un partido conservador, el PP, en la zona del 30%; un partido liberal-progresista con vocación de bisagra, Ciudadanos, disponible para completar mayorías en ambos sentidos; y una izquierda dividida por mitades, con un partido netamente socialdemócrata (el PSOE) y una coalición izquierdista, heterogénea pero estable, liderada por Podemos. Con esos mimbres podrán armarse tres tipos de coaliciones de gobierno: centro-derecha (PP+C´s), centro-izquierda (PSOE+C’s) o izquierda (PSOE+Podemos). Eso en cuanto al futuro mediato. En lo que se refiere al 26-J, me temo que, efectivamente, la opción quedará reducida a la primera o la tercera. 

¿Y los nacionalistas? Ahí están, atendiendo cada cual a su juego: los gallegos y los vascos mirando a sus elecciones de otoño y los catalanes buscando a dónde mirar que no sea al precipicio. Pero esa historia es para otro día.