Patxi López, en un encuentro con militantes socialistas en San Sebastián, afirmó el pasado domingo que Catalunya estaba fracturada socialmente en dos y que era necesario parar lo que él calificó de "locura" independentista.

En la vida no todo vale. Y menos todavía si llevas encima de tus hombros un largo bagaje institucional —exlehendakari y expresidente del Congreso—, hecho que hace que tus palabras, en primer lugar, tengan que respetar las instituciones que habías representado y, en segundo lugar, que lo que dices tenga trascendencia. Sin miramientos ni vergüenza, López ha subido al carro de los que, a la ligera, ofrecen sentencias maximalistas para salvar la unidad de España. Parece una carrera, a ver quién la dice más gorda. Pero la novedad es que se sitúa en la lucha para liderar el PSOE, con las mismas armas que sus rivales.

Patxi Lopez ha dicho eso de una manera irresponsable y absolutamente temeraria. Decir que Catalunya está fracturada es tendencioso. Y jugar con la cohesión social de un país —lo más importante que tenemos— un hecho despreciable.

Estas declaraciones las ha hecho en el momento en que me acabo de leer la novela Patria, de Fernando Aramburu. Este libro calidoscópico no explica nada de nuevo. Nada que no supiéramos. Pero pone nombres y apellidos, esperanzas, angustias y temores a la sociedad vasca de los últimos años narrando la vida de dos familias del País Vasco durante los años más duros de terrorismo etarra. Si queréis saber qué es fractura social, leed este libro, que a pesar de ser ficción, se acerca bastante a la vida en el País Vasco de los últimos años.

En esta novela, dos familias amigas acaban enfrentadas en torno al conflicto. La primera, abertzale, acaba con un hijo en la prisión por pertenecer a ETA, y la segunda, a quien la banda terrorista ha asesinado al cabeza de familia, se acaba marchando de un pueblo que les hace el vacío. Lo más interesante del libro son los personajes, llenos de contradicciones, de silencios, de culpabilidades, de remordimientos y de matices, que en el conjunto nos transmiten un dibujo del País Vasco condenado a la tragedia. Porque sus vidas retratan muy bien qué es una sociedad fracturada y que, afortunadamente, como se intuye, se empieza a reconstruir.

Y es en esta sociedad que ahora intenta reponerse en la que Patxi López fue lehendakari. Por este motivo, él la conoce más que nadie. Y por eso duelen mucho sus palabras, intentando hacer una analogía con Catalunya.

Y ahora quiero hablar de mi sociedad, la catalana. Una sociedad que ha tenido y tendrá por encima de todo la cohesión como valor supremo. Convivo en un entorno plural cada día, de procedencias, de orígenes, de lenguas y creencias. Hablamos de todo y de todo el mundo. Y discrepamos. Hasta la saciedad. Porque somos una sociedad profundamente democrática y entendemos que en el debate, saber escuchar y, sobre todo, intentar entender a los otros, se encuentra nuestra filosofía de vida. También tengo que decir que aburro a todos los que ahora sitúan a la sociedad catalana entre unionistas e independentistas. Hay de todo. Gente a favor de la independencia, gente que no está a favor y personas indiferentes. Personas que quieren un referéndum para votar que 'no', gente que querría hacer una proclamación unilateral y gente que sencillamente quiere cobrar la nómina a final de mes y vivir, y no les interesa nada más. Y esta es nuestra sociedad. La que sufre y disfruta con el Barça, que llena el Palau Sant Jordi para ver a Isabel Pantoja y la que, por encima de todo, convive alegremente. Y sí, es verdad que un nuevo interrogante sobre su futuro político ha entrado como un huracán en nuestra vida. Pero tildarlo de locura como usted, Patxi López, ha hecho, es una posición tendenciosa. Porque siempre de los siempres el futuro político de Catalunya se ha situado desde una óptica democrática. Y si la democracia es locura, todos vivimos en una deliciosa locura democrática. Y usted, heredero de uno de los partidos que más ha sufrido para llegar hasta aquí, tendría que ser el primero en defenderlo.

Sin miramientos ni vergüenza, López ha subido al carro de los que, a la ligera, ofrecen sentencias maximalistas para salvar la unidad de España

Señor López: una sociedad fracturada es la que tiene a sus hijos en la prisión dispersos por la geografía española por practicar el terrorismo, es la que se tiene que marchar de un pueblo por amenazas. La que tiene víctimas físicas y sociales en los dos lados. Y, sobre todo, la que tiene bandos. Los catalanes estamos fracturados socialmente, tiene razón. Pero no en los términos en que usted lo sitúa. Nuestra sociedad la fracturan los desahucios, los cortes de luz y de gas, y los hijos que no podrán ir a la universidad. Nada más.

Quizás Patxi López confunde deseos con realidad. Pero que no se equivoque, porque nuestro bien más preciado es que somos un solo pueblo. Y ni él ni nadie nos lo arrancará.