La política no está exenta de cinismo. Es más: una buena parte de la acción política, con la finalidad de acceder y disfrutar del poder público, no puede evitar el cinismo. Eso es bien sabido. Seguramente, para no ser muy cínicos, debemos admitir que el cinismo no está sólo presente en la política, sino en todas las actividades humanas que no están basadas ni en el amor ni en el altruismo. Por ello descuenten previamente de las actuaciones de los políticos una dosis más o menos soportable de cinismo: va de soi.

Ahora bien, lo que resulta insoportable es el cinismo manifestado en la mentira permanente, como único medio de acción política. Este es el caso del Partido Popular. Aparte de una más que mejorable capacidad profesional de sus dirigentes, empezando por el registrador Rajoy -el de "¿y la europea?"-, su capacidad de mentira es de campeonato. Se diría que lo único que saben hacer bien es mentir. Como última muestra, el fardo de falacias sobre la propuesta de Soria, el exministro también él mentiroso, como director ejecutivo del Banco Mundial. Son varias mentiras por minuto. Y que a la fuerza sean contradictorias, les da exactamente igual.

No olvidemos las mentiras que adoptan la forma de ley, como la de presupuestos, la del Consejo General del Poder judicial, el vaciamiento de delitos y de leyes procesales penales y civiles, la ley mordaza, la LOMCE, la reforma de la ley del TC para poder castigar sin pena criminal al independentismo... Sin olvidar la política de nombramientos: amigos, parientes, clientes políticos, siempre sin contrastar su capacidad profesional o ética. Fabra, Camps, Barberá, Matas, Trillo, Fernández Díaz, Wert, Montoro...serían los epítomes de esta política. Además, han copado, tampoco sin emplearse mucho en su calificación, los nombramientos de todos -o sea, todos- los órganos de control que tendrían que controlar la acción de gobierno.

El Partido Popular ha constituido con mentiras, amiguismos y sin escrúpulos, un sistema de impunidad casi perfecta

Y aquí es donde se encuentra la madre del cordero: el Partido Popular ha constituido con mentiras, amiguismos y sin escrúpulos, un sistema de impunidad casi perfecta. Le falta dominar a los jueces y a los medios de comunicación. Sin ser perfectos y presentar carencias, a través de estos dos pilares de la sociedad democrática respiran todas sus fechorías, tantas que el Partido Popular incluso está ya imputado tres veces criminalmente, cosa insólita a los anales de la Historia. El partido del gobierno, imputado penalmente: tendrá que sentarse en el banquillo de los acusados.

Es éste, por así decirlo, talante, que hace imposible que nadie pacte con el Partido Popular. Durante las sesiones del fallido proceso de investidura de Rajoy, Ciudadanos le lanzó por boca de Rivera que no se fiaba de él. ¡Su mismo socio de pacto!

Se dice y es muy cierto que en toda la Europa que tiene sistemas electorales proporcionales (ni Francia ni el Reino Unido los tienen, entre los grandes) hay gobiernos de coalición entre la derecha y la socialdemocracia. La cuestión es que en España no hay derecha: el Gobierno está secuestrado por una especie de grupo extraño sectario y ávido de poder, que no ve al Estado más que como instrumento para sus propios y particulares fines, sean estos los que sean. Así, ni con toneladas de álmax o de salvacolina se puede ir a ningún pacto.