Dicen que fueron 455.000 las personas inscritas en el congreso Vistalegre II de Podemos. Es igual, es mucha gente incluso aunque hayan exagerado un poco; al fin y al cabo, ¿no mienten con descaro todos los partidos hasta que llega el número de contar los votos en las primarias y han de decir que “sólo participó el 25 por ciento de los militantes” para esconder el fraude? El enorme número viene avalado con las imágenes del estadio (¡temblad, PP y PSOE!) y sin duda refiere el poderío inusitado de la fuerza política llamada a protagonizar el futuro en el gobierno de España, habida cuenta de la juventud de la mayor parte de sus militantes y sobre todo de la que exhiben con descaro sus dirigentes. La generación Podemos habla bien a las claras de la pendiente por la que habrán de deslizarse las tendencias partidistas en los próximos tiempos, siquiera sea porque sobre la juventud de otras formaciones, hoy anquilosadas y envejecidas, se escribió cuando no lo eran el giro a la izquierda que en los años ochenta transformó (siempre en voladura controlada) la España del franquismo sociológico tras la muerte de Franco.

Bien es verdad que el futuro se escribe con las letras de Podemos gracias a la ayuda inestimable (aunque eso no lo explique todo) de ciertos medios de comunicación, y que por esa razón era harto previsible que el animal para la cámara que es Pablo Iglesias se impusiera al barbilampiño y aniñado políglota que es Íñigo Errejón, incluso a pesar de esos mismos medios que, por razones obvias, intentaron evitar que se impusiera el otro. Porque “el otro” hará muy difícil al PSOE salir de la irrelevancia en la que se encuentra; y porque al final con ese “otro” la pugna bipartidista tiene en el PP uno de sus seguros protagonistas. Y es verdad también que en la lucha por el papel protagonista había, como se dice ahora, una guerra de egos. Pero quien resalta sobre todo tal circunstancia habla como si no fuera todo en política (y en tantas otras artes escénicas) una lucha de egos que casi siempre gana quien lo tiene más grande. Las tácticas serán diversas, pero el carisma no es otra cosa que la acusada seducción que ejerce sobre las masas quien las convence de ser más atrayente, hasta hacer casi irrelevante la belleza en sí.

Iglesias, "el otro”, hará muy difícil al PSOE salir de la irrelevancia en la que se encuentra

Pero en Vistalegre II se dilucidaban también otras cuestiones más allá del peso que tiene lo audiovisual en la construcción de los liderazgos. Cuestiones como los mensajes y las estrategias de posicionamiento de Podemos a largo plazo en el esquema ideológico español. Por decirlo de forma abrupta, elegir entre comunismo y socialdemocracia y entre federalismo y la confederación. Iglesias o Errejón. El presente del futuro o el futuro desde ya.

Iglesias es el nuevo look adoptado por el partido comunista, ese que pasó del rojo al rosa (con el eurocomunismo), del rosa al verde (con el ecologismo) y que ahora se torna morado a fuerza de repetir el mantra de la “radicalidad democrática”, expresión que camufla lo que no es otra cosa que el modo moderno de atizarle a la democracia representativa el golpe que se ha ganado a pulso con su insensatez e incultura crecientes. El transformismo evolutivo del comunismo intentaba evitar el fraude que la transición perpetró sobre su organización; porque el partido que había sobrevivido al franquismo gracias a su fe inquebrantable en el modelo marxista y a una organización impecable y depurativa de cualquier disidencia tuvo que tragar ver como “Isidoro” era alzado a los altares por la socialdemocracia alemana con alegría patria. Así se acabó casi aniquilando al PCE de Carrillo y ni Anguita lo recuperó. Pero su herencia permanece, porque es una ideología poderosa, harto convincente y que viene al pelo en momentos de crisis profunda como el actual. Si los primeros cristianos lo eran ¿por qué no iba a hablar el Papa Francisco como lo hace sobre la injusticia y la pobreza, con un argot que el comunismo debería escuchar con orgullo?

La posibilidad de Errejón se encuentra en dotar de contenido esa socialdemocracia desorientada que Zapatero sentó frente a Botín en una foto para la historia

Errejón, a modo de Diego López Garrido del siglo XXI está llamado a otras lides, porque su concepción del mapa político es otra: su partido es el PSOE aunque él no lo sepa, su posibilidad se encuentra en dotar de contenido esa socialdemocracia desorientada que Zapatero sentó frente a Botín en una foto para la historia y que el MAFO investigado está corroborando: la socialdemocracia no tiene papel que jugar en momentos de “radicalidad democrática”…pero no está dicho que esta crispación no acabe cesando. Quizás encuentre entonces su lugar al sol el PSOE de Errejón, si es que queda algo de ellos, de uno y otro.

Por ahora parece que ha ganado el pulso el comunismo federal. Iglesias sabe que sin Catalunya es difícil que una fuerza de izquierdas conquiste el Gobierno de España, así que pretende convivencias al estilo de la que tantos beneficios dio al tándem PSOE-PSC. En este ámbito, el del modelo territorial de Estado, Errejón le gana la partida a Iglesias, porque éste no ha entendido como aquél (quizás porque no habla catalán, ni en la intimidad) que el modelo del estado de las autonomías se agotó, como demuestra la irrupción del “procés”, y que ahora solo cabe la unidad, si es que es posible, desde la libertad, o lo que es lo mismo, desde la confederación de las Españas.

 Errejón le gana la partida a Iglesias, porque éste no ha entendido como aquél que el modelo del estado de las autonomías se agotó

Mientras los podemitas dilucidan cuándo se harán mayores, Rajoy sigue flotando. Barbas contra barbas, por ahora el resiliente le saca varias cabezas al Felipe González del siglo XXI. Veremos si, como éste se desprendió de Guerra cuando la soberbia lo cegó, ahora también Iglesias prescinde de la puerta asegurada al control de las periferias que es el Errejón del derecho a la autodeterminación. Si no lo hace, el futuro es Podemos.