Quizás todo lo que nos pasa estos días, meses, años, pasa porque ya es demasiado tarde. Demasiado tarde para recordar que las constituciones más viejas suelen ser las mejores y que no por cambiarlas mucho mejoran más, como se demuestra en la retahíla de textos que la España del XIX tuvo, uno tras otro, unos más democráticos, otros menos, hasta acumular una docena. Es demasiado tarde para decir en voz bien alta que bajo la idea del "España nos roba" hay tanta maldad como en la picaresca de querer cobrar sin trabajar, a costa de los demás y creyendo que estos "demás" es gente que no se da cuenta del fraude, que son bobos. Es demasiado tarde para olvidar los rencores de una guerra donde los vencidos ya han gobernado España y que justo por eso, por las mayorías absolutas del PSOE, no hay legitimación para decir que este sea un Estado franquista. Es demasiado tarde para que el independentismo reconozca que si no es adoctrinar a los chiquillos, se le parece mucho el hecho de que se lea en la escuela un libro que se llama Abecedari de l’independentisme (Ed. La Galera) y que hasta que no lo he visto con mis propios ojos como material de un colegio del Vallès pensaba que era un invento de un diario de Madrid. Y es demasiado tarde también para que el Estado reconozca su mala fe, desde la UCD hasta los partidos de izquierda, cuando desde el principio quiso desdecir la voluntad de la Constitución de 1978 de reflejar la asimétrica realidad de España. Pero quizás es que es todo más predecible de lo que queremos reconocer: si en Catalunya se debate (en la escuela y en el bar) sobre la "violencia policial sobre Catalunya", como si los Mossos no hicieran de policía, y como si la Catalunya que va a las manifestaciones fuera la única, ¿qué queremos? Y si en Madrid hay alguien que todavía pueda negar que el nivel de fracaso escolar en todas las materias es aquí como el de la media española y no más, ¿qué queremos?

Pero hablamos de este 155 que planea, ahora sí, sobre Catalunya. No hay ninguna formulación del artículo que hubiera podido ser aceptada por el independentismo, porque para el independentismo el anatema es la presencia misma del Estado, y el 155 ante todo es eso, el Estado haciéndose evidente en Catalunya. Y no hay ninguna fórmula de 155 más débil que la que presentó Rajoy, si lo que se pretende con su utilización es evitar una proclamación de la independencia con efectos ("que signifique cosas", dijo...), cualquier otra (las instrucciones solo, decían que tendría que haber dicho) ¿se habría aceptado quizás? ¿Si ya han salido varios colectivos negándose a aceptar unas órdenes que todavía no son dadas, pensábamos que se hubieran aceptado de buen grado en algún caso? Pues por eso no podía haber otra medida que la que se ha anunciado, sea políticamente un fracaso (y aquí la incógnita cada vez más extendida) o no.

Las cosas dichas, los odios abiertos, las esperanzas estropeadas seguirán gravitando sobre nuestras vidas mucho tiempo

A pesar de las disidencias más o menos aireadas que ya existen dentro del independentismo; a pesar de los puentes que intentan construir a los socialistas, una parte de la prensa (la que juega a tirar la piedra y esconder la mano) y ciertos colectivos económicos, es esta una situación diabólica... como una flecha serrada, clavada en un órgano vital del cuerpo, de la que no sabemos si retirarla produciría más destrozo que hacerla pasar del todo. Incluso unas elecciones (¿con qué objetivo? ¿con qué Sindicatura? ¿con qué finalidad común?) serían leídas por quien las perdiera de acuerdo con sus obsesiones, y poco resolvería (sólo "ir tirando") a un medio plazo.

¿No hay ningún punto para el encuentro? Incita a responder que no el hecho de que a quien no quiere jugar a la barricada se le reproche con altivez perdonavidas que es un "equidistante", enviándolo unos y otros al rincón del mal patriota. No sé si son malos patriotas, lo que sí que sé es que serán los moderados los que tendrán el trabajo de recoger, estudiar, justificar y archivar después todas las burradas que a un lado y otro ha soltado una bilis mal digerida. Un día, no muy lejano, antes de que la historia la escriba quien gane, estaría bien que a los "no equidistantes" les pusieran ante los ojos las cosas escritas, negras sobre blanco, de su mano, y será triste ver como muchos retirarán la mirada, excusando las frases o sencillamente negando haber sido ellos los autores. Al final, posverdad tras posverdad. Pero sólo del fracaso se aprende.

Incluso en caso de que los dirigentes llegaran a un acuerdo que les permitiera seguir usufructuando las sillas del poder, las cosas dichas, los odios abiertos, las esperanzas estropeadas seguirán gravitando sobre nuestras vidas mucho tiempo. Y tendremos que ser capaces de pasar página, pero si queremos curar, también habrá que perdonarnos.