La obstinada voluntad judía de vivir encaja por completo con Etty Hillesum (1914-1943), comparada con Anna Frank por sus punzantes diarios en época de persecución. Podría estar al lado de Hanna Arendt, Simone Weil y Edith Stein, pero entre nosostros todavía no es un personaje familiar. Hillesum, hija de un tímido profesor de clásicas y de una madre de origen ruso tildada de "difícil", ha quedado inmortalizada con una fotografía típica en que mira fijamente a la cámara y sostiene un cigarrillo. Enamoradiza de hombres mayores que ella, Etty tenía un carácter rebelde y era testaruda. Cuando tuvo lugar la ocupación nazi, se dedicó a ser enfermera y consejera del Consejo Judío. Una vez se da cuenta de la voluntad de exterminio por parte de los nazis, escribe que piensa "trabajar y vivir con la misma convicción" y que encuentra la vida "igualmente rica de significado". Excepcional y enigmática, se resistía a pensar que Dios no estaba, en Auschwitz, donde murió. Etty es una mujer que experimentó grandes amores, la mayor parte clandestinos, que disfrutaba con la poesía y la música –escribía cartas a Rilke, ya muerto-, que demostraba una exuberante pasión por la vida y que intuía que le tocaría una trágica muerte. Tenía solo 29 años cuando fue exterminada en Auschwitz. Etty Hillesum (1914-1943), mujer holandesa, judía, intelectual, díscola. Discutía con Dios, lo buscaba, lo rechazaba. Etty Hillesum hablaba con Dios y no lo hacía responsable del mal en el mundo. Eran, por lo tanto, los hombres quienes tenían la responsabilidad de actuar. Ella misma advertía que sus batallas las combatía "dentro mío, contra mis propios demonios". Ávida lectora de Dostoievski, pero también de Jung o del Maestro Eckhart, Etty se debería enseñar en todas las escuelas como modelo. Un testimonio ético. Una mujer que sabe que el odio no lleva a ninguna parte: "Si todo este dolor no amplía nuestros horizontes y no nos hace más humanos, liberándonos de las pequeñeces y de las cosas superfluas de esta vida, habrá sido inútil".

Curiosidad erótica, lo daba todo pero lo tomaba todo. Cristiana Dobner, una monja de esas que celebro tener en mi vida, por mística, lista, profunda y libre, escribió en una biografía de la Hillesum que era una mujer parecida a Lou Salomé, para la cual la amistad y el contacto físico iban juntos. Se maravillaba del hecho de la existencia incluso arrinconada en el campo donde veía pasar la muerte delante de ella. Su voluntad era encontrar "ideas nuevas" a partir del horror de los campos. Escribe, y tenemos el dietario y las cartas. Concibe la escritura como una misión ética. Frediano Sessi, uno de los estudiosos de la Hillesum, dice que la religión de Etty es la de la palabra, ya que la palabra representa la parte que se puede formular de la realidad, y se vuelve sacra cuando explica la historia de los hombres y las mujeres, y es sacra también porque explica el horror y la parte maldita. Inicia el diario tarde, en 1941, solo dos años antes de morir. Y de hecho su itinerario fuertemente espiritual está concentrado en esos dos últimos años. No es el típico caso de una conversión, aunque su vida disoluta y su total abandono a Dios lo puedan hacer pensar. Era consciente de que todo lo que vivía no era para ella, sino que tenía un sentido moral y colectivo. Ha estado más de 40 años en la sombra. Esta mujer de una inteligencia descomunal es autora de frases incisivas, como "la prueba de que la vida tiene sentido es el gozo de amar, de amar todavía, de amar como sea", o "una cierta soledad es inherente a cualquier vida interior, y, en particular, a un aprendizaje de la verdadera libertad". Su inquebrantable voluntad de resistencia está presente hoy a través de su testimonio, que se está traduciendo ya del neerlandés, pero que es todavía pálidamente conocido.