Todo el mundo hace el puente de la Purísima pero son pocos los que saben lo que es la Inmaculada Concepción, que no tiene nada que ver con el hecho de que Jesús naciera de María Virgen. La Purísima, dogma católico, considera que María, la madre de Jesús, nació del vientre estéril de su madre, llamada Ana, casada con Joaquín y que Dios preservó del pecado original: "Sin pecado concebida". Los teólogos nos explicarán qué quiere decir eso. Es innegable que mientras que la Constitución es una fiesta polémica y que induce al "nada que celebrar", el puente de la Purísima siempre nos va muy bien a todos.

La figura de la Virgen María es fascinante. En la historia del cristianismo, es el personaje femenino por excelencia. No la supera ninguna santa. María es vista como el espacio de la salvación. Es ella quien hizo posible que Jesucristo entrara en la humanidad. Y esta María, judía pobre y sencilla, ha sido entronizada casi a un nivel divino. Y aquí es donde empiezan los problemas. Los protestantes lo llevan bien, ya que la sitúan en un plano terrenal, pero hay muchos católicos que rozan la herejía cuando ponen a la virgen por encima de Jesucristo. No lo hacen expresamente, pero lo que realmente es María —una mediadora— queda despreciado ante lo que ellos ven, que es una divinidad femenina. Ante la carencia de referentes femeninos dentro del cristianismo, María ha servido como modelo. Sin embargo, ¿modelo de qué? Es un paradigma imposible: virgen y madre. Modelo de una docilidad que se ha utilizado para cerrar bocas a muchas mujeres durante siglos. Modelo de uno "fiado" (el famoso "sí" de María en latín) para que se haga la voluntad de Dios, que a menudo se ha confundido con la voluntad de los hombres. Modelo de una subordinación ya inadmisible en estas alturas de la película.

María es una revolucionaria. Una mujer que confía a pesar de no entender nada, capaz de alimentar el imaginario popular con mucha riqueza y acompañamiento

María es toda otra cosa. Una revolucionaria. Una mujer que confía a pesar de no entender nada, porque, ya me perdonaréis, pero en la Anunciación María no debió entender nada, aunque algo le debió hacer ver que aquello iba de verdad. Y que tuvo un papel formidable en la escena, y que con las diferentes maneras con que se ha visto a lo largo de la historia ha alimentado el imaginario popular con mucha riqueza y acompañamiento. Así, tenemos devociones populares marianas que son auténticas tradiciones de los pueblos. En Catalunya hay muchísimas, desde los autos sacramentales de la Selva del Camp a las romerías de la virgen de agosto en mil ermitas. Procesiones, portalones, himnos, gozos, el Virolai... La presencia mariana es infinita, rica y variada. En nuestros nombres, calles, comidas, dichos populares, artes, música, poemas... por todas partes.

Inmaculada es una figura que no se puede separar de la cultura catalana. Imma, Conxa y Pura son nombres que nos han acompañado desde hace años y que se añaden a la ya clásica e imbatible María. María, sin embargo, se ha utilizado de maneras sesgadas. Inmaculada ha acabado ocupando más sitio (más grande, más bonita, más todo) en muchas iglesias, y ha reducido a la figura de Jesucristo a una especie de monaguillo de la virgen, cuando la historia va más bien al revés. Con toda la pasión mariana que arrastro, empezando por mi nombre, creo que la potencia del misterio cristiano va más allá y Dios no necesita a estos delegados femeninos para hacerse presente. Las apariciones marianas, capítulo aparte, son todo un fenómeno antropológico digno de estudio. Con mi inmenso espíritu mariano, deseo una rebaja mariana. Las cosas, en su sitio. Y la virgen es madre. No es Dios. A pesar de ser pura, sin manchas, inmaculada y propiciadora de un puente que los no creyentes agradecen sin cuestionarse el origen, como si de un dogma se tratara.