Desde que empezó lo que conocemos como el Procés, mi máxima ha sido que si el a la independencia gana, lo habrá hecho a pesar de España y a pesar de los catalanes. Gran parte de la responsabilidad en mi visión de la cuestión, un estilo de vida porque la cosa va por largo, es de los partidos catalanes, sin excepciones.

En Junts pel Sí, todavía me genera dudas la gestión del PDeCAT de casos como el de Germà Gordó y los brotes de peixalcovisme que de vez en cuando aparecen en alguno de sus cuadros. Esquerra Republicana es un caso de necesita mejorar. Tiene un potencial enorme para gobernar Catalunya. En un país que tiene inclinación hacia la izquierda, se puede situar en la centralidad haciendo gala de unos valores en alza en una Unión Europea que o se reinventa o está perdida. Sin embargo, sigue tomando decisiones que me recuerdan a los vicios de la versión más vintage tanto del independentismo como de la izquierda. El apoyo a la moción de censura a Mariano Rajoy es un ejemplo.

La moción de censura ha sido, de momento, un intento de Podemos de animar la parroquia. Sobre todo después de que la elección de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE se haya vendido como la nueva esperanza para derribar el statu quo. Si bien hay que esperar al menos dos legislaturas para analizar la evolución de un partido, Podemos tiene mucho que decir en política española, ni que sea porque tiene el componente generacional de cara. Y nunca le agradeceremos bastante haber canalizado un descontento popular que en otros países ha alimentado el voto de extrema derecha.

Por eso entiendo el cálculo de Podemos al presentar una moción de censura. Parece que le ha servido para acercar posiciones con el PSOE y todo. En cambio, ERC no me ha convencido. Entendería su apoyo si el partido de Iglesias hubiera apoyado el referéndum de octubre. Entonces el discurso de Tardà sobre la fraternidad de los pueblos de España y la regeneración democrática habría tenido sentido, al garantizar que tienen el derecho de decidir su futuro pase lo que pase. Por la falta, hasta ahora, de apoyo explícito de Podemos al referéndum, el discurso de Tardà es de momento una gran ironía. Si alguna cosa ha impulsado el independentismo –y ha dado votos a ERC– ha sido experimentar, una vez tras otra, el fracaso de esta fraternidad. A En Comú Podem le funcionó el relato fraternal para ganar las generales en Catalunya, sí, pero ante los resultados electorales de ámbito estatal, se demostró que el relato era tan inefectivo como paternalista.

De eso va la democracia, de fastidiarte cuando no sale lo que quieres porque algún día alguien más se fastidiará cuando salga lo que tú quieres

Comprendería, también, el apoyo a la moción si hubiera tenido bastantes votos para materializarse. Estaría legitimada por una mayoría absoluta del Congreso, escogida democráticamente por los ciudadanos españoles –entre ellos, muchos catalanes–. El Partido Popular es corrupto, sí. Corruptísimo. Y nunca ha condenado el franquismo. Y es el responsable de la Operación Catalunya. Y de tantas otras cosas más. A pesar de todo, una parte de la ciudadanía española, que lo sabía perfectamente, lo votó. Y esta ciudadanía ha sido lo bastante mayoritaria –a falta de acuerdos entre PSOE y Podemos– para dar un gobierno al PP.

De eso va la democracia, de fastidiarte cuando no sale lo que quieres –o cuando los tuyos no se han puesto de acuerdo para formar gobierno– porque algún día alguien más se fastidiará cuando salga lo que tú quieres. Una moción de censura, impulsada por el tercer partido en el Congreso sin el apoyo de una mayoría sólida, se puede interpretar como un intento de ganar lo que no pudiste ganar en unas elecciones. Y estar asociado a eso, cuando reclamas apoyos para un referéndum unilateral en el cual defiendes que aceptarás el resultado sea cual sea, no te lo puedes permitir.

La impecabilidad democrática de los partidos independentistas en Madrid es una prioridad. La democracia es la base del relato de las fuerzas independentistas. Queremos votar por calidad democrática. Hay gente que quiere votar porque considera, entre muchas otras razones, que esta calidad democrática no es posible dentro de España. Y los partidos independentistas en el Congreso tienen que seguir esta lógica. En la campaña por el sí, el independentismo ya no tiene que demostrar que tiene un relato, sino que tiene la capacidad de construir un Estado si gana.

Una abstención, a primer vistazo, suena más descafeinada que un no a Rajoy. Sin embargo, en este caso, puede ser la constatación que se ha acabado la fase en que los catalanes hacen favores por un ideal bien común que se ha acostumbrado a traducir en un golpecito de agradecimiento en la espalda que nos ha seguido dejando con las manos vacías. Si una mayoría de ciudadanos han votado un partido corrupto y heredero del franquismo, o construyes una mayoría legitimada democráticamente para tumbarlo o callas y respetas la voluntad mayoritaria de los españoles. Al fin y al cabo, es lo que tú esperas que hagan ellos el día en que votes sí a la independencia.

PD: Todo mi apoyo a Irene Montero por los comentarios sexistas que recibió tanto de parlamentarios como de periodistas y usuarios de las redes sociales. La sensación de que, por más que trabajes, hay quien te seguirá tratando como alguien que no es nada sin la aprobación de un hombre es tan frustrante como frecuente en la realidad de muchas de nosotras.