Los atentados yihadistas no han puesto tan solo presión sobre el gobierno PP, como pretende cierta prensa internacional y la mayoría de fuerzas políticas catalanas, incluidos los comuns y el PSC. También ha puesto presión sobre la organización del referéndum y la aplicación de su resultado, caso que gane el sí a la independencia.

Después de la gestión que se ha hecho del atentado, la celebración del referéndum aparecerá, ante la opinión pública, como un reto menor, fácil de llevar a buen puerto. Si puedes controlar el país en pocas horas para neutralizar a unos terroristas sin la colaboración de España, también tienes que poder poner las urnas y aplicar el derecho a la autodeterminación.

El gobierno de Rajoy, que tiene como prioridad mantener la unidad de España, se encuentra cómodo en los debates tensos y estériles -aunque a veces le salgan los tiros por la culata. Por eso no tiene inconveniente en alimentar los discursos victimistas que piden que España incluya a los Mossos en la Europol a partir de septiembre o que el Estado pague el dinero que se debe.

El objetivo de Rajoy no ha sido nunca detener el referéndum desde la Moncloa sino hacerlo fracasar desde Barcelona, utilizando las interferencias que genera la red clientelar autonomista. España siempre ha sabido hacer un uso inteligente de la ufanía catalana y de los ataques de indignación -hipócritas o ingenuos- que la prensa madrileña provoca en Catalunya.

En política todo se aprovecha y el discurso ausente es tanto o más importante que la gesticulación. El independentismo se tendría que preguntar por qué la retórica de la Tercera Vía y de Junts pel Sí sobre los Mossos es tan parecida, estos días; por qué se sigue estirando la política pujolista de pretender tener una policía digna de país soberano en un país que no lo es.

Con el referéndum a un mes vista es chocante que dirigentes independentistas hablen de entrar en pactos antiterroristas de ámbito español y exijan a Madrid competencias para la policía catalana. Claro que cuando oyes decir a Marta Pascal que el objetivo de su partido para los próximos años es convertirse en "el partido de referencia del soberanismo", ya ves que la función de algunos políticos es estorbar.

Mientras el marco de debate sea español, el Estado tendrá muchas cartas para evitar la independencia. Los atentados han dado tanta carnaza al victimismo que algunos dirigentes pueden tener la tentación de posponer el referéndum, laminar su efecto o incluso evitar hacerlo, para seguir viviendo de la carraca llorica y de esta superioridad moral abyecta que gastan los criados resentidos con sus dueños.

Algunos periodistas afines a Mas ya van diciendo que el 2 de octubre todo seguirá igual. Como siempre, se equivocan. La misma respuesta que dio el país a los atentados les tendría que hacer ver que el franquismo queda muy lejos y que los mecanismos que servían para manipular a los catalanes hasta hace unos años ya no sirven. Pero supongo que, como la corte de María Antonieta, ya han llegado tarde para adaptarse a los cambios.

Los atentados han puesto en evidencia de forma muy clara que el Gobierno catalán no está haciendo un discurso digno de las políticas que se supone que se tendrán que desplegar, en caso de que gane el Sí a la independencia. Si el referéndum no sale bien, la carnicería política no afectará al independentismo, sino a los conversos de la corte autonomista. Eso es lo que Rajoy no sabe, seguramente porque, como la mayoría de españoles que se han sorprendido con la actuación de los Mossos, cree que Catalunya no existe.