Ya dicen que la historia se repite en forma de tragicomedia. Al final los malotes han ganado y han conseguido imponer la retórica psicodramática del 6 de octubre de 1934. Puigdemont, igual que Companys, dio pescadito a todo el mundo y finalmente detuvo la ruptura con España con un gesto absurdo y vacío, que tenía la complicidad de Ciudadanos y del PP.

Puigdemont no podía convocar elecciones sin que el PDeCAT se volviera residual y el Estado perdiera los últimos puentes que le quedaban con el soberanismo. Si Puigdemont declaró la independencia no fue por miedo a ser tildado de traidor, sino por la imposibilidad de convocar elecciones sin acabar de destruir a su partido, donde hubo llantos y desmayos del personal más joven.

España no está preparada para aceptar el derecho a la autodeterminación, pero tampoco está preparada para que los partidos unionistas ganen unas elecciones en Catalunya. Si Arrimadas llegara a ser investida presidenta con los votos del PP y del PSC, la situación se volvería a descontrolar, como ya pasó durante el tripartito de Montilla, pero de forma multiplicada.

El PP necesita que el independentismo siga yendo tirando durante un tiempo, pero sin la fuerza legitimadora que le permitiría crear una situación irreparable. El Estado está decidido a buscar otros interlocutores para controlar el país, pero necesita ganar tiempo para ablandar a los jóvenes leones del PDeCAT y poder mezclarlos con Ciudadanos y los restos del PSC.

El hecho de que Carme Forcadell haya cambiado de opinión y vaya en los primeros sitios de la lista de ERC, permite a Rajoy seguir utilizando Catalunya para tapar la corrupción de su partido y evitar que Ciudadanos le radicalice la política española. También da aire al Estado para tratar de dignificar la justicia a los ojos del electorado unionista, que necesita tener buenas excusas para oponerse al derecho a la autodeterminación, siguiendo la doctrina neofascista del TC.

Teniendo en cuenta que Forcadell no asistió a la manifestación en favor de la libertad de los presos políticos por orden expresa del juez, es fácil deducir cuál será el tono de la campaña que harán los partidos independentistas. Con las listas llenas de dirigentes amenazados por la justicia española, los partidos independentistas tienen muchos números para convertirse en unos títeres al servicio de los intereses de Rajoy.