Catalunya ha sido históricamente un país industrial. En los últimos años estamos siendo espectadores de una progresiva "terciarización" de nuestro tejido productivo. El peso del sector industrial (que ha disminuido del 20% al 16% en siete años) en la generación de empleo, lo ha suplido el sector servicios, un tejido mucho más inestable y precario. Buena parte de la bajada de las cifras del paro de los últimos trimestres viene básicamente de sectores relacionados con el turismo. Con un goteo incesante de contratos precarios, las estadísticas del paro van mejorando. ¿Pero que sucederá cuando la situación geopolítica en el Mediterráneo cambie? Diferentes estudios reconocen que durante nuestra temporada récord de turismo, el 60% de los visitantes son prestados de países en conflicto.

Ante esta pregunta, es imprescindible devolver el valor a la industria como motor estable de generación de empleo de calidad del país. Los principales actores económicos (sindicatos, patronales, universidades y colegios profesionales) agrupados en torno a Més Indústria, presentaron el año 2012 las bases de un futuro Pacto Nacional por la Industria, pacto avalado a posteriori gracias a una moción del mismo Parlament de Catalunya. Siguiendo sus indicaciones y bajo los auspicios de la Conselleria d'Empresa, los actores implicados se han puesto a trabajar.

Diferentes estudios reconocen que durante nuestra temporada récord de turismo, el 60% de los visitantes son prestados de países en conflicto

Nuestro país necesita un cambio de modelo productivo que pivote sobre diferentes bases: energía, de la que somos ultradependientes del exterior, infraestructuras, de las que somos deficitarios, e investigación, desarrollo e innovación, en los que necesitamos perseverar. Y otros ejes fundamentales del Pacto serán la financiación de las empresas y su internacionalización, cómo hacer frente a la llamada Industria 4.0 o a los nuevos retos de la economía circular.

Los debates se centrarán, a buen seguro, en estos ejes. Pero mal harían, los que se sientan en la mesa, con no entender que en un mundo globalizado necesitas tener una marca que te diferencie. Y tienes que decidir en qué quieres competir: si en bajos salarios y precariedad, o en tecnología punta y condiciones laborales. Partimos de la base de que la empresa son todos los elementos que la conforman, y uno de los puntales son los trabajadores y trabajadoras. Sería un flaco favor que cualquier pacto de país los obviara en sus debates. Y sería una anomalía que quedaran apartados de sus réditos. La huida de empleo hacia la "nueva industria" —los servicios auxiliares— es un fenómeno que está teniendo más repercusión en Catalunya que en los países de nuestro entorno, y ello impide que una parte del empleo que se cree sea de calidad. Además, el nuevo empleo generado en el sector industrial ha pasado, en el año 2010, de 137 días de duración media de los contratos, a los 50 de hoy. Si a eso sumamos la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y la pérdida de derechos, a causa de la debilidad de la negociación colectiva promovida por la reforma laboral, estos hechos nos llevan a un cóctel cuando menos explosivo. Ahora que parece que las cifras macroeconómicas van bien, cualquier acuerdo no puede dejar de lado estos problemas.

Catalunya y su Govern tienen que liderar el cambio de modelo productivo, pero este objetivo también comporta ser responsables con las plantillas. Financiación pública sí, pero no a cambio de nada. Hay que exigir que las ayudas a las empresas se utilicen para crear sitios de trabajo estables y de calidad. No pueden ser un cheque en blanco. Estamos hartos de ver empresas vampirizadas que chupan ayudas públicas y cuando lo han sacado todo se marchan hacia otros lugares a buscar réditos más fáciles. Y los trabajadores, en la empalizada. Necesitamos, como país, un observatorio industrial de seguimiento del Pacto que haga de pal de paller de las necesidades de la industria, pero también de los trabajadores. Un observatorio que case las necesidades de calificación con formación y cree el mapa industrial de nuestro país.

Nuestras empresas tienen que ser competitivas. Y hoy, eso tiene que ver con elementos medioambientales, con inversiones... pero también con elementos de formación y calificación de los trabajadores y trabajadoras, en su seguridad y salud laboral y, por descontado, con su calidad laboral.

Somos un país industrial. Así nos creamos nuestra idiosincrasia en los cauces de los ríos y de las colonias manufactureras. Hoy los retos son los mismos que hace décadas, pero con diferente rostro. De cómo los afrontamos hoy dependerá si en un futuro Catalunya será industrial o no.