Este domingo 1 de octubre por fin llega el día. Habrá urnas y estamos convocados. El momento que hace años que esperamos muchos, se acerca. Y tengo la sensación de no poder estar disfrutándolo como se merece. Ahora mismo soy consciente de vivir un momento único, con sus contradicciones y sus luces y sombras, que no las niego. Un episodio que ya es historia. Días importantes que me han hecho enfadar, llorar de emoción y gritar hasta quedarme afónica. Ninguna emoción con la que no contara. Pero hay una que no puedo evitar, y que no quiero que gane: estoy enrabiada. Rabia cuando veo amigos detenidos, páginas webs cerradas y la imagen de escuelas precintadas. Rabia que siento, cuando me tratan como una delincuente, por el simple hecho querer votar. Rabia, cuando alguien habla con desprecio del otro en términos no de confrontación política, sino personal. Cuando me hablan de bandos, también siento mucha rabia. Porque discrepo profundamente con mucha gente, pero por encima de todo el debate situar en términos de dialéctica. Y esta rabia que siento, sé que es artificial. Me la están creando y no la quiero. Necesito hacer una catarsis y dejarla fuera. Porque nadie me quitará el momento y quiero salir y disfrutarlo.

A los que iréis a votar el domingo, dejad los miedos en casa. Es donde alguien nos quiere. Dejemos de justificarnos. Si votamos en cajas de zapatos, o con papeletas imprimidas desde casa, es culpa suya, no nuestra. Si encontramos guardias civiles, policías, mossos o policías locales delante de los colegios electorales, tened claro que no hacemos nada malo. Son los que los envían, que nos quieren provocar. Hacemos las cosas con convicción e ilusión. Ha llegado el momento. Y lo hemos puesto en un terreno de juego correcto: el de la votación, que es el lugar donde dirimen los conflictos las sociedades maduras. Que nadie prejuzgue el resultado. Hay que respetar el veredicto de las urnas.

El domingo tenemos que demostrar al mundo que votar es normal. Esta será nuestra victoria

Con respecto a la gente que no iréis a votar: respetémonos profundamente. Lo que algunos quieren es dividirnos. Tengo compañeros y compañeras que no irán a votar, sencillamente porque no lo han hecho nunca. Y creen que la democracia representativa no es válida, como tampoco lo son los referéndums. Y habrá gente que apelando a su conciencia y sus convicciones tampoco irán a votar. Porque creen que este referéndum no tiene garantías. Y seguramente tienen razón, pero mientras tanto sólo hacen que poner palos a las ruedas para que no tenga nunca. Y soy consciente de que este también es vuestro terreno de juego. Donde os habéis querido situar. En el mundo del inmovilismo y del statu quo. Cada día intento empatizar con vosotros. Intentémoslo conjuntamente. Ya lo veis, intento poner a prueba nuestras contradicciones.

Pero dejadme salir y disfrutar. Porque me niego a percibir que la democracia es un acto de clandestinidad. El domingo tenemos que demostrar al mundo que votar es normal. Esta será nuestra victoria, y lo que nos obligará a muchos a movernos de la zona de confort donde nos hemos situado.

Pero unos y otros, pensad que después del 1 de octubre, vendrá el 2. Y los que hemos ido a votar y los que no, seguiremos cogiendo los mismos trenes, yendo a las mismos ambulatorios y compartiendo las mismas calles. Nuestros hijos compartirán aulas y seguiremos enamorándonos los unos de los otros. Y sobre todo, apliquémonos aquello que dicen los Catarres, "cuando la vida te enseñe las garras, responde con el amor más feroz".