Cada día del mundo, tomo la línea R4 de Rodalies. Desde hace diez años soy una de las miles de expulsadas de Barcelona. Ante la imposibilidad de poder alquilar o comprar en el cap i casal, me fui a vivir a comarcas. Así pues, pertenezco al pequeño ejército de personas que fiambrera en mano, cada mañana tomamos un tren. Durante estos años he visto cosas de todos los colores: desde retrasos hasta que el maquinista decida no parar en tu estación, pasando por acabar tirada en cualquier lugar en medio de la nada. De hecho, los usuarios de Rodalies creo que ya tenemos un código aprendido después de tantos años: cuando el tren desacelera en la entrada de Sant Feliu es que alguien cruza las vías, cuando nos detenemos en el túnel de Sants, la entrada está saturada. Somos unos sabios en el mundo del ferrocarril y podríamos escribir un libro de aventuras.

El martes pasado, Mariano Rajoy vino acompañado de la corte ministerial a hacer promesas de inversiones. Y según él, convocó un acto con la sociedad civil catalana para prometernos una lluvia de millones en las estropeadas infraestructuras catalanas. No quiero hablar de dinero. Todo el mundo ya sabe que lo que promete Rajoy, no se cumple. Quiero hablar de las personas a las que se dirigió. La Moncloa situó que las jornadas se realizaban, como he dicho, con la sociedad civil catalana. Debió ser con las élites económicas de este país. De los que, os lo bien aseguro, no toman ningún tren de Rodalies cada mañana. Ni saben qué es hacerse una fiambrera. De los que no llegan nunca tarde al trabajo porque los dueños son ellos. Y el presidente del Gobierno presentó su propuesta ante estas personas. ¿Por qué no lo hace delante de la Plataforma Trens Dignes Terres de l'Ebre? ¿O ante las asociaciones de vecinos y vecinas? ¿O de los sindicatos que representan a los trabajadores que usan Rodalies? ¿Por que los dueños de las grandes empresas, cámaras de comercio y patronales son el país? ¿Son los afectados? La respuesta es no. Son damnificados comerciales y económicos. Lo son sus negocios. Pero ellos en primera persona, no.

Mariano Rajoy escogió al público deliberadamente. Porque él todavía funciona con los viejos esquemas de que convenciendo a las élites económicas, el pueblo, insensible, se lo perdonará todo

Mariano Rajoy escogió al público deliberadamente. Porque él todavía funciona con los viejos esquemas de que convenciendo a las élites económicas, el pueblo, insensible, se lo perdonará todo. De lo que no es consciente es que con ellos no se pacta nada. Que ya influyen poco. Porque ya no vivimos en el despotismo ilustrado. Por mucho que nos digan que confían en el presidente del Gobierno o en cualquier otro, nosotros tenemos criterio. Somos gente informada. Sabemos, porque lo hemos vivido en primera persona, que los incumplimientos y las mentiras forman parte ya del panorama político del Estado. Somos conscientes de que si no tenemos Corredor Mediterráneo, es porque se niegan a vertebrar a nuestro país de norte a sur. Y porque somos muy conscientes de que no es que gobiernen para nosotros, sino que lo hacen contra nosotros. Porque nos traen traviesas de segunda mano y las catenarias no se aguantan. Y el retraso que llevamos no se lo perdonaremos nunca. Yo todavía soy afortunada. Tengo una red de Rodalies en la puerta. Pero que se lo pregunten a la gente del Ebre, o de Montblanc. O a los usuarios de media distancia, otro gran desastre.

El lunes será otro día. Si quiero llegar a mi puesto de trabajo a las nueve, tomaré un tren antes para asegurarme la jugada. Cuando empiece a detenerse en la entrada de Sant Feliu o entre Castellbisbal y el Papiol, pensaré en todos los que asistieron al acto de Rajoy. A los que viviendo en Pedralbes o en Sarrià les espera el chófer en la puerta. Y les agradeceré que hayan aplaudido, complacientes, a Mariano Rajoy. Ya estoy más tranquila. Sé que todo se arreglará.