Este domingo una multitud de tractores invadirán las rondas de Barcelona para concentrarse en la avinguda Maria Cristina de la capital. El campo baja al cap i casal de Catalunya bajo la convocatoria de Unió de Pagesos, porque ha decidido plantar cara y decir que ya está bien del olvido histórico del campo catalán en nuestra casa. Los payeses representan poco más del 1% de la población activa y cada diez años estas cifras se reducen a la mitad. Paradójicamente, el 85% del territorio de Catalunya tiene actividad agrícola o bien forestal.

Hablar de campesinado aquí es hablar de modelo de país. Todos juntos nos llenamos la boca con la industria, el turismo, el comercio... sin olvidar que un país equilibrado no puede tener unos sectores secundarios y terciarios dignos si no lo es el sector primario. Muchas veces últimamente oímos hablar de tasas de paro y recuperación económica. Y se nos olvida de que en los últimos años la renta agraria se ha desplomado un 39% entre 2001 y 2015. El campo también ha sufrido recortes. El Estado ha rebajado un 74% las aportaciones que hacía al Programa de desarrollo rural, y el dinero que nos llega de la política agraria común ha bajado en 250 millones de euros. Con estos datos sólo quiero ejemplarizar que el campo ha vivido su viacrucis particular de recortes y crisis. Una crisis que muchas veces ha quedado enmascarada por los grandes problemas de país que hemos tenido.

El campo catalán hoy tiene un problema básico: los diez primeros operadores comerciales controlan casi en régimen de oligopolio el 77,4% de la oferta comercial. Y de aquí viene el pago de precios de una forma poco transparente. No se debe olvidar que la industria agroalimentaria es uno de nuestros principales sectores industriales. Si a los payeses no se les paga un precio justo, difícilmente generarán ocupación de calidad. Y este es un pez que se muerde la cola.

Con cada payés que se muere sin nadie que lo sustituya somos todos un poco más pobres

También hay que destacar que los grandes debates que tenemos hoy aquí en torno a los tratados comerciales tienen mucho que ver con la seguridad alimenticia. Con lo que comemos y sus condiciones. Porque salud y mundo agrario tienen mucho de sinónimo. Si los tratados comerciales prosperan, entrarán productos agrícolas que no cumplen los estándares de seguridad que tienen los alimentos de aquí, y ello acabará siendo un peligro.

Los payeses y payesas piden dignidad y prestigio. Exigen que se cumplan las resoluciones del Parlament y que trabajar en el campo sirva para vivir y no para sobrevivir.

El campo catalán envejece. Y con cada payés que se muere sin nadie que lo sustituya somos todos un poco más pobres. Necesitamos un país reequilibrado territorialmente. Aunque nos parezca extraño, en buena parte del territorio no hay una cosa tan básica como cobertura de móvil ni internet. Así es complicado modernizar algunas explotaciones. Pero todavía es peor intentar convencer a alguien de que se quede a vivir en un pueblo sin médico o maestro. Si con los recortes desaparece uno de estos dos personajes, ésta es la estocada de muerte de cualquier pueblo. Y así, abandonamos el campo a su suerte y el territorio se olvida.

Hoy el campo catalán pide medidas para no morir. Y haciéndolo reivindica un país reequilibrado territorialmente. Porque los campesinos y campesinas son los jardineros de nuestra casa. Como bien dice su eslogan para la concentración de hoy, #vullunpaísambpagesia.