Viendo la romería de líderes independentistas que acompañaron a Carme Forcadell a declarar al TSJC era inevitable tener la sensación de revivir una caricatura de la marcha original que había resguardado a Artur Mas hasta el tribunal, con una procesión sin tanta épica, con la parroquia un poco más fatigada y con una protagonista sin tanto glamur. El independentismo continúa pensando erróneamente que el proceso se hará más fuerte y adquirirá más músculo a base de nuevos mártires, cuando lo único que puede dar credibilidad a sus líderes no es poner la mejilla a la espera de la siguiente inhabilitación, sino generar credibilidad suficiente para convertir sus promesas en realidad e impulsar un referéndum que todavía espera comadrona. No deja de ser curioso, por cierto, que la misma Forcadell se haya olvidado del famoso "Posi les urneees" desde el día en el que empezó a cobrar un sueldo público que le permite vestirse de nueva rica.

La procesión del viernes, con un presidente depuesto más y los alcaldes de siempre, solo regeneró a la ira independentista sin aportar ni convencer a un solo indeciso más para la causa. Que hasta Ada Colau mostrara su afecto a Forcadell en un tuit indica que la hiperalcaldesa es bien consciente de cómo resulta compatible criticar la actitud judicadora del Gobierno mientras uno vende la moto de una España de naciones en armonía. Nos puede parecer muy injusta la posible condena a Forcadell, que nos lo parece, pero poner en el centro de la estrategia independentista el martirologio es un error que se pagará carísimo. Mas fue un mártir hasta que la pericia de Puigdemont lo hizo caer en el olvido, como así hará el futuro substituto de Forcadell, si se da el caso, y así damnificado tras damnificado hasta el hastío final. La compasión genera calor y un contagio momentáneo: pero aquí, según nos dijeron, habíamos venido a ganar.

La procesión fue más de lo mismo, con un poquito más de polvo. Reconocerlo no te hace menos independentista. Reconocerlo no te hace menos empático con la injusticia. Reconocerlo solo hará que te des cuenta de cómo estamos perdiendo el tiempo a base de llorar cuando deberíamos dedicarlo a hacer campaña para ganar el referéndum. ¡Basta de procesiones, que queremos líderes!