Resulta difícil imaginar un presente más sórdido que el de la política catalana, emponzoñada entre este pesebre de Operación Diálogo (con el pisito de Soraya en la calle de Mallorca y el pobre Enric Millo ejerciendo de portavoz del seny de la tribu) y el pasacalle de un referéndum de autodeterminación en el que solo parece creer Carles Puigdemont y que Marta Rovira propone cambiar de fecha como si se tratara de una cita en la peluquería, adaptándolo a las inhabilitaciones de los mandatarios catalanes, quizás con la brillante idea de supeditar la democracia participativa a la agenda del Tribunal Constitucional. A ocho meses de la hipotética celebración del referéndum, y con la excepción de la CUP y de Toni Castellà & friends, nadie osa hablar de preparar una campaña por el ni parece querer exhibir estrategia alguna para ganar la votación.

De nuevo, los políticos soberanistas guardan el secreto del Santo Grial bajo la excusa de no querer regalar pistas al enemigo, que es otra forma de decirnos a todos que somos una panda de subnormales en minoría de edad. El independentismo debería entender que la pedantería institucional lleva tarde o temprano a la victoria de la demagogia y de la barbarie, como así han ejemplificado perfectamente las elecciones en Estados Unidos o el auge de la ultraderecha europea. A fuerza de jugar con las esperanzas de la gente y de actuar a remolque de los españoles, de supeditar el referéndum al último gesto burocrático estatal y de hacer procesiones en Madrid, donde aquellos que hace cuatro días se enorgullecían de estar imputados por el Estado ahora van de mártires de la patria, a fuerza en definitiva de hacer el primo la peña se acabará cabreando de veras.

Hasta ahora, los políticos de Junts pel Sí habían respirado tranquilos con la letargia en funciones de Rajoy y vendiendo la moto de subsumir el referéndum a una simple partida presupuestaria, un gesto más falso que una herencia familiar andorrana. Pero hoy por hoy el presidente español respira tranquilo, ayudado por el directorio europeo y un PSOE que vive alegre reconstruyéndose mientras simula que hace oposición. La incertidumbre que afronta Italia y el baile de candidatos con los que Francia intenta ahuyentar a Marine Le Pen han convertido al gallego de la Moncloa, irónicamente, en uno de los líderes más fuertes de Europa. Os puede parecer una fortaleza muy débil, pero mientras el independentismo no vaya en serio y el referéndum sea mucho ruido y pocas nueces en Madrid solamente será necesario afinar de vez en cuando a un fiscal para ganar la partida.

Tengo la impresión que muchos líderes de Convergència y Esquerra ya se preparan para el proceso electoral (enésimamente constituyente) que resultará del no-referéndum de autodeterminación, ya sea este una mera consulta o una victoria que solo se aplique para presionar al Estado. Si se da el caso, espero que sus electores les juzguen con severidad y que la mayoría recuerden que, por doloroso que sea, cuando incumples tus promesas lo primero que tienes que hacer es pedir disculpas y, acto seguido, largarte a casa sin rechistar. Esta es, por desgracia, la degradación del presente que ahora mismo temo.