A partir de ahora, cuando alguien me pregunte qué es Catalunya, ya tengo la imagen que lo explica perfectamente.

A pesar de los esfuerzos persistentes de algunos partidos políticos y ciertos medios a sueldo, Catalunya es una sociedad mayoritariamente abierta y tolerante. Y sin problemas de convivencia.

Es cierto que a base de mentir (mucho) y de manipular (todavía más) y de convertir en grandes noticias mundiales hechos que no pasan de ser un breve en una revista de barrio, alguien muy desinformado o empeñadamente dogmático y sectario puede pensar otra cosa. Pero mire, no.

¿Los apologetas de la sociedad fracturada que no puede celebrar la comida de Navidad sin acabar en el juzgado de guardia, de la sociedad violenta que fusila concejales por la fiesta mayor, de los niños marginados, excluidos y discriminados por hablar castellano o de los pobres ciudadanos apaleados para llevar una bandera española han hecho mella? Sí. ¿En ciertos sectores que necesitan esta gasolina para tener un espacio? Lamentablemente sí. Pero eso no quiere decir que digan la verdad.

¿En Catalunya atamos los perros con longanizas? No. ¿Somos perfectos? No. ¿Somos cojonudos? No. ¿Hacemos lo que podemos? Sí. Como todos.

¿Hay incidentes? Algunos, sí. Tristemente. Como en todas partes. Ni más ni menos. ¿Y hay intolerantes que se retroalimentan? Efectivamente. ¿Y se necesitan? Mucho. ¿Y a la mínima ponen cinco kilos de pan y una migaja de queso? Totalmente.  

¿Y la sociedad española, qué? Pues lo mismo. Este fin de semana, sin ir más lejos, 20 mil seguidores del Barça han estado en Madrid. Muchos de ellos paseando las famosas estelades asesinas de Dancausa. Y, ¿ha habido algún incidente? No. Ni con los madrileños, ni con los 20 mil seguidores sevillistas. En otras sociedades que tienen fama de civilizadas, esto sería impensable.

Y esta foto lo explica todo:

Usted y yo podemos pensar diferente en muchas cosas, pero no por este motivo tenemos que dejar de respetarnos. Usted y yo podemos ser del Barça y tener ideologías totalmente opuestas. O ser uno del Barça y el otro del Espanyol, decirnos pestes cuando se enfrentan, pero ser indepes e ir juntos a las manis. O usted puede ser del Real Madrid e independentista. O sardanista y unionista radical. O de Reus y del Nàstic. O de Tarragona y del Reus Deportiu. O de Vilafranca y de la Joves de Valls. O de Valls y de los Verds. O de Terrassa y de la Vella. O del Vendrell y de Minyons. O de Manresa y de la Penya. O de Badalona y del Barça de baloncesto.

Pero, con nuestros aciertos y nuestros errores, intentamos convivir. Y creo que no lo hacemos mal del todo. A pesar de los que se pasan el día lanzando gasolina a una pequeña llama de cerilla.

Al final, el tema es que todo el mundo pueda defender lo que quiera y mostrar los símbolos que le apetezcan. Bien, mientras lo hagan con respeto y las ideas sean democráticas. ¿Sabe aquello que algunos decían y que no aplican de que sin violencia se puede hablar de todo? Pues es exactamente eso.  

Y si algún día somos independientes, los dos señores de las dos banderas, seguirán conviviendo. Como ahora. Y ojalá su nivel de vida y de felicidad sea superior al actual, porque de eso es de lo que se trata. Y si pasa, la vida seguirá. Y si no, también.

A pesar de que algunos hayan convertido la crispación en su medio para ganarse la vida. Y nada mal, por cierto.