Por la contradicción entra la luz. Así es como el referéndum está rompiendo España, y todavía no hemos visto nada. Después de los cambios de gobierno, el objetivo de algunos sectores soberanistas es conseguir que Junqueras no pueda superar la participación del 9-N.

Los malos saben que si Junqueras no puede mejorar la fiesta participativa de Mas, ERC quedará debilitada. Además, si el uno de octubre fuera mal, los sectores de PDeCAT que ahora celebran el cambio de consellers podrían ser criticados públicamente y conducidos otra vez en la jaula de los "radicales".

Tanto el Estado, como el soberanismo que tiene miedo de perder privilegios con la independencia intentan evitar que el referéndum llegue fuerte al uno de octubre. Saben que la aplicación del resultado será más fácil si el país llega confiado y alegre, que si llega desgastado y lleno de miedos.

La autodeterminación no solamente se ha convertido en una máquina de acentuar las contradicciones de la democracia española. También pone delante del espejo sectores que han vivido de envolverse con la bandera, o de hacer demagogia con las políticas sociales, y que Madrid utiliza para tratar de abrir grietas dentro del independentismo.

En una guerra gana el bando que tiene más fuerza para llevar sus valores hasta el final. España tiene el problema que necesita vender una idea utópica de la democracia para justificar la ocupación de Catalunya. Por eso Blesa se ha acabado suicidando, Villar ha acabado detenido y el PP es registrado como la misma Convergència.

El problema de Catalunya es que las élites que han vivido del autonomismo tienen miedo de que la celebración de un referéndum empodere al pueblo y les deje sin el papel de intermediarios con Madrid. Los partidos del unionismo y algunos promotores de Junts pel Sí comparten un interés oscuro: querrían intercambiar el referéndum por la celebración de otro 27-S que permita seguir discutiendo eternamente.

Si yo fuera Junqueras firmaría como más contratos y papeles mejor. Iría directamente y felicitaría PDeCAT por su colaboración, aunque algunos de sus sectores me pusieran bastoncillos en las ruedas. Como más teatro haga a la Guardia Civil, más los políticos se tienen que comprometer con el referéndum.

Cuanto más se ligue Junqueras a la autodeterminación menos lo podrán tocar. Si yo fuera de su partido me apresuraría a concretar la creación de una comisión de Garantías con participación internacional. Es preocupante que se siga postponiendo la presentación de la herramienta que serviría más para comprometer los partidos en la celebración del referéndum y en la aplicación del resultado.

La cuestión es dar fuerza a la autodeterminación para que los discursos retóricos sobre la democracia vayan quedando en evidencia ante los hechos consumados. Hace tres años, parecía que el 9-N era el máximo que se podía hacer. Hoy Eduard Punset, exministro de la UCD, da apoyo al referéndum catalán. En la Wikipedia dicen de él: "Tuvo un destacado papel en la apertura de España al exterior como ministro de Relaciones para la Comunidad Europea".