Quizás fue la euforia del momento o el alto (altísimo) poder de convicción que en muchos ámbitos periodísticos tiene La Moncloa; pero en política, más que en ninguna otra faceta de la vida, como solía decir Descartes, es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez. Y si el pasado martes Mariano Rajoy se plantaba en Barcelona para anunciar una "lluvia de millones" en infraestructuras hasta el año 2020, en el corredor mediterráneo y en Rodalies, una semana después su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha puesto negro sobre blanco en los Presupuestos Generales del Estado recién presentados en el Congreso lo siguiente: menos inversión que en 2016, la tercera cifra más baja en inversión desde el 2001, y de los 1.900 millones anunciados para Rodalies en el cuatrienio que llega hasta el 2020, para este año se presupuestan -según el Ministerio- 271 millones, el equivalente al 14,26%.

Es tan ridícula la cantidad presupuestada -más allá de las promesas de Rajoy la deuda en Rodalies reconocida por el Estado con Catalunya es de 4.800 millones- que harían falta más de 17 años para ponerse al día del débito, que a su vez se habría vuelto a incrementar ya que el reparto entre autonomías del actual presupuesto no respeta ni el 19% del peso de Catalunya en el PIB del Estado ni el 16% de población. Eso, contando con que en los últimos años difícilmente la ejecución de la partida de inversiones en infraestructuras del presupuesto ha llegado al 50%. Eso sí, después de la presentación de las cuentas del Estado llegó una nueva promesa, esta vez de Fomento: el compromiso es hacerlo en el cuatrienio, nadie dijo que sería el 25% cada año.

Si usted, amable lector, ha llegado hasta aquí es probable que espere una explicación mínimamente argumentada de lo que ha sucedido entre lo anunciado y la realidad. Entre lo publicado y lo concretado. Entre aquel instante del Palau de Congressos y este otro del radiante Montoro explicándonos unos números diferentes. Solo hay una: que el acto del día 28 de marzo fue sobre todo un acto de propaganda, confiando en que las cifras que allí se dieron y el impacto mediático que tuvieron en los medios unionistas rebajaran la realidad de los presupuestos. A la vista de las cuentas de Montoro quizás cause menos sorpresa el enorme vacío de la élite empresarial y financiera catalana a la conferencia de Rajoy en Barcelona: a algunos, hacer de palmeros les acaba cansando. Sobre todo si cada vez el resultado acaba siendo el mismo.