El lunes pasado el periodista Alfons Quintà mató a su mujer de un tiro y después se suicidó. Eso lo sabemos ahora pero, evidentemente, no lo supimos en el instante en que ocurrió. Desde que sucedió hasta ahora se han ido conociendo diferentes datos, gradualmente, hasta que se ha podido llegar con precisión al hecho informativo central completo: que Alfons Quintà mató a su mujer, Victòria Bertran, de un tiro y después se suicidó.

La información sobre el caso, la forma sobre cómo se ha informado, ha levantado una fuertísima controversia. Tanta, que ha ido más allá de la truculenta relación que mantienen periodistas y lectores y ha llegado incluso a la política. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha escrito un extenso post opinando sobre cómo se ha informado del caso, mientras que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha hecho un tuit alabando una crónica concreta diciendo que era "necesaria".

Que era un tema que levantaría una enorme polémica se adivinaba desde el primer minuto. Había un cúmulo de factores explosivo, con una persona conocida, no demasiados datos e indicios de asesinato machista, y era muy probable que algún medio, o algunos, hicieran un disparate. Pero igual que supe entonces que habría polémica por la manera de informar, estoy sinceramente sorprendido por la magnitud y argumentos de la bola de nieve que se ha formado. Y lo estoy porque considero que el tratamiento informativo ha estado, en líneas generales, merecedor de pocos reproches.

Adelanto ya que hay excepciones, obviamente, y que sólo he leído una parte de lo que se ha publicado. Pero en los grandes medios, agencias, grandes cuentas de tuiter, la información que he visto fue bastante próxima al estándar exigible en estos casos. De hecho, tengo más problemas con las crónicas 'de color' posteriores, pero por alguna razón éstas no parecen haber escandalizado a nadie. Algunas han sido incluso alabadas por los críticos de la información de primera hora.

Analizamos el caso: Este lunes, poco después de las 19 horas, apareció la primera información que informaba del hecho. Puedo estar equivocado, pero diría que la primera en informar fue Mayka Navarro en La Vanguardia. En aquel momento lo que se sabía era que la policía había encontrado muertos a Alfons Quintà y a su mujer. Navarro dejaba entrever que podía ser en circunstancias violentas y que una de las hipótesis de los Mossos era el crimen machista. Hablaba de una escopeta. Pero nada de ello era algo que la periodista pareciera tener confirmado, sólo lo apuntaba como posibilidades.

En periodismo, una bomba puesta por un musulmán no es un atentado islámico y una pareja muerta de un tiro al lado de una escopeta no es un crimen machista. No todavía

En periodismo, las posibilidades no son hechos. Es un hecho, por ejemplo, que la policía trabaja con una hipótesis, pero no lo es la hipótesis misma. En periodismo, blanco y en botella no es leche, una bomba puesta por un musulmán no es un atentado islámico y una pareja muerta de un tiro al lado de una escopeta no es un crimen machista. No todavía. Quintà y su mujer, que después de muchas horas supimos que se llamaba Victòria Bertran, habían sido encontrados muertos, por lo visto de un tiro de escopeta, y la policía estudiaba la posibilidad de un asesinato con posterior suicidio del asesino. Y éste era el titular hasta que se confirmara cualquier otra cosa.

Es interesante cómo funcionan las confirmaciones oficiales y lo que el público espera de los medios en diferentes casos. En el mismo momento que saltaba la noticia sobre la muerte de Quintà y su mujer, se estaba informando sobre el accidente de camión en Berlín. Sí, el accidente de camión. Porque, durante horas, eso y nada más era lo que acabó siendo un atentado islamista en la capital alemana. Desde la confirmación oficial del accidente, poco después de las 20:30, hasta que la policía alemana habló de "posible atentado terrorista", sobre las 5:00, transcurrieron 8 horas y media. Durante aquel rato, las autoridades alemanas habían pedido que no se difundieran rumores, que no se difundieran imágenes por respeto a las víctimas y se habían revelado varias identificaciones de sospechosos y una detención. Pero a las 5:00 del martes, aquello seguía sin poder llamarse oficialmente atentado, a pesar de ser un atentado y de que muchos medios hablaban ya de atentado. Y a la hora que algunos pedían a la prensa que hablara con claridad de crimen machista en el caso de Quintà, otros censuraban que se hablara de atentado a Berlín.

El proceder de un periodista en un caso como el de Berlín, o como el de Quintà, está lleno de grises y de subjetividad. No tiene que conformarse con la versión oficial, pero tampoco tiene que dar cosas por hecho. Tiene que intentar buscar fuentes y contrastarlas, y a veces buscar lo que dicen otros medios y citar información ajena. Tiene que escoger qué y a quién creer, basándose únicamente en su olfato –que casi siempre son prejuicios, precisos o no–, en la credibilidad de otros o de las fuentes citadas por otros, y, en general, del sentido común. Esta tarea, claro, es abono para errores, arbitrariedades y confusiones —razonables o no tanto. Y todavía peor, en la era de Internet todo ello lo tiene que hacer rápido, sobre un trabajo en progreso que debe ir actualizando. Tiene que informar tan pronto como sabe. Tiene que ofrecer los datos que conoce. Y al mismo tiempo, tiene que estar seguro de todo lo que dice, y dar información equilibrada, y hacer una información que en conjunto se acerque el máximo posible a aquello que es, y no tiene que atravesar la frontera del sensacionalismo, ni del morbo, ni de la exageración. Es un equilibrio móvil, que cuelga de la subjetividad, pero también de las expectativas, de la cultura del momento, y de la relación creativa entre lector y texto.

Cuando algunos pedían a la prensa que hablara con claridad de crimen machista en el caso de Quintà, otros censuraban que se hablara de atentado en Berlín

Con todo ello, el titular "Encontrados muertos el periodista Alfons Quintà y su mujer", y otras variantes, parece adecuado. Quizás se puede acusar al titular de ser conservador en un determinado momento, y de incluso más conservador a medida que las horas pasaban y la hipótesis del asesinato machista ganaba credibilidad. Pero sin duda no incurría en mala praxis hasta que no hubo confirmación oficial.

Las críticas contra la información del acontecimiento han sido diversas y contra aspectos diferentes. Una de las que más me llama la atención es una supuesta ocultación de datos personales de la víctima, en comparación con el asesino. Ello es perfectamente comprensible atendiendo a varios hechos. El primero es que él era una persona sobradamente conocida y ella no. Eso hace que, cuándo en un primer momento sólo se puede decir que han aparecido los dos muertos, se ponga su nombre en el titular y se escriba una biografía, de extensión diversa, sobre él. El segundo, que para muchos periodistas el nombre de ella fue un dato desconocido durante mucho rato. El tercero es que, tanto por razones de respeto a la intimidad de la víctima como por razones de noticiabilidad, es discutible que el nombre de ella tenga que salir. Yo soy partidario de darlo, al menos el nombre de pila, porque un nombre siempre acerca a las personas de las que se habla, se les pone "cara", pero entiendo a los que apuestan por no hacerlo.

Eso, con respecto a por qué pudo no salir el nombre de ella. Si sale el nombre de él desde el primer momento es porque se trata de una persona famosa. Y ello es independiente de las circunstancias de su muerte o sus hechos anteriores. Hay que recordar que no se informa de la muerte de cualquiera, y que en muy rara ocasión se pone un nombre desconocido en un titular. No es normal encontrar en un diario "Gonzalo Domínguez mata a Domingo González para acceder a su casa y robar" sino que "Un hombre mata a otro para acceder a su casa y robar". De hecho, si el nombre de Alfons Quintà se acompañó de "periodista" es porque no es una persona tan conocida, y hay que asociar las dos cosas para explicar la identidad de la persona de la que se habla. Informamos de la muerte de Fidel Castro, a secas, o del "periodista político" Arhur Bridges además de un hombre de Vigo de 52 años muerto en una explosión de butano. La razón de las denominaciones, injusta o no, es lisa y llanamente su grado de conocimiento previo.

Y este hecho, la calidad de famoso de uno de los dos sujetos de la noticia, es lo que explica la nota biográfica de la que mucha gente también se ha quejado en el asesinato de Barcelona. Esta nota tiene todo el sentido cuando "aparecen muertos". Pero de hecho, si la nota biográfica es equilibrada, como tendría que ser en todos los casos, es justificada tanto si "aparece muerto" como si "asesina a su mujer y después se suicida", ya que son datos relevantes de una persona muerta y autor de una acción noticiable. Son datos relevantes sea asesino o no, sea moralmente abominable en algún grado o el contrario. Hitler merece una nota biográfica porque en vida hizo cosas relevantes y de conocimiento público, buenas o malas, triunfos y fracasos, y repasarlos para contextualizar el personaje no significa que al periodista le caiga bien ni mal. En este caso, sí que me parece defendible escribir una nota biográfica de ella. Ya han aparecido unas cuantas. Pero es absurdo exigir que se haga en las primeras horas después del asesinato, porque simplemente no se dispone de los datos.

De hecho, imaginamos por un momento que la señora Bertran hubiera sido exdirectora de TV3, o exministra de Sanidad, o medallista de las Olimpiadas. Los titulares hubieran sido, primero: "La medallista Victòria Bertran encontrada muerta con su marido." y después "La medallista Victòria Bertran es asesinada por su marido." O puesto en voz activa: "El marido de la exministra Bertran la asesina y después se suicida."

En periodismo, las razones que llevan a que alguna cosa se convierta en noticia son los siempre subjetivos "criterios de noticiabilidad". Suelen ponerse en este saco asuntos como la novedad, la imprevisibilidad, el impacto en hechos futuros, que sea una tendencia creciente, la afectación en la vida de las personas, que afecte a personas conocidas o importantes, la proximidad –geográfica, psicológica o de otros tipos–, el número de personas implicadas... y a veces cosas tan prosaicas como tener a mano la información en un formato adecuado. Ya se ve que es difícil determinar cómo se jerarquiza la información, y que no es en absoluto una lista de criterios cerrada. Pero si alguna cosa está clara es que la bondad, la maldad o cualquier tipo de juicio moral sobre los implicados no son un criterio de noticiabilidad en ellos mismos, ni tampoco modifica los existentes sobre un hecho.

Es absurdo decir que Quintà no puede ser la noticia, o que no merece una nota biográfica, porque es un asesino

Por eso es absurdo decir que él no puede ser la noticia, o que no merece una nota biográfica, porque es un asesino. Y también afirmar que la noticia es ella porque es la víctima. Porque la noticia no es ninguno de los dos, es un hecho, en este caso uno bastante complejo como es un asesinato machista cometido por una persona conocida y un suicidio de la misma persona conocida. Todo ello, aisladamente, sería noticia: tanto el asesinato machista, como el suicidio de Quintà, como incluso el asesinato de la mujer de Quintà. Pero se da la circunstancia que ha ocurrido todo junto. Buena suerte a quién tenga que componer un título jerarquizante con este cúmulo de factores donde hay un asesinato machista, una víctima, una persona conocida, un suicidio y una relación personal entre las dos personas. Y tiene que hacerlo en 120 caracteres.

Sí que le recomendaría que no utilice formulas tipo "La doctora Victòria Bertran ha sido asesinada por su marido". Este ha sido el titular por el que han apostado muchas personas en las redes, desde una supuesta defensa de la víctima. Como tuit me gusta, como título para un artículo de opinión lo encuentro sugerente, pero como propuesta de titular de la noticia no puedo entenderlo. Sacar relevancia al nombre del asesino, ocultar que el autor es una persona conocida que se llama Alfons Quintà, es hacerle un favor póstumo que sólo puedo calificar de muy cuestionable. Si eso se extendiera sería la forma perfecta para que su nombre no fuera manchado para la posteridad como un asesino machista. Es tan flagrante, que el periodista tiene la obligación de preguntar al político: ¿Hay algún motivo para querer ocultar el nombre de él? ¿Hay alguna voluntad de aprovechamiento y explotación política de la víctima? ¿Hay un intento de hacerse con un marco político aprovechando que la noticia es célebre por causa de la notoriedad del asesino?

Que las cosas sean así, que para un cierto cúmulo de causas en la prensa un asesino aparezca con su nombre y una víctima no, puede desagradarnos profundamente o nos puede parecer que no es justo. Pero es que el periodismo de información no está pensado, y no veo por qué debería serlo, como un instrumento para generar justicia. A veces la genera, de forma colateral y, obviamente, es un instrumento magnífico para denunciar la injusticia. Hace lo segundo cuando señala a Quintà, cuando explica lo que ha hecho y cuando recuerda que no es un hecho aislado sino que ocurre por la violencia estructural y cotidiana de los hombres contra las mujeres, cuya representación más flagrante son los cuatro asesinatos machistas cometidos en España en las 48 horas anteriores al de Bertran.

Los medios informan de estas muertes. Más de lo que la gente se piensa. "Es que sólo es un número a final de año". No es cierto. Pero la gente no clica en estas noticias. ¿Cuántas biografías de asesinos y víctimas anónimas estás dispuesto a leer en una semana? El periodismo tiene la obligación de hacerte saber que hay un problema, y que es grave. Y tiene que buscar la manera de transmitirte esta gravedad, de desnormalizarlo, porque es un hecho que hay un problema, que hay unas muertes, y que tienen unas causas, y que se pueden explorar, con cuidado y profundidad, tratando de poner el mayor número de perspectivas legítimas. Pero hacer creer a la gente que porque ponemos el nombre de la víctima delante cuando estamos haciendo información estamos visibilizando el problema es mentir. Lo estamos, de hecho, ocultando, porque estamos tratando de pronunciar un discurso, y no de luchar contra la difícil expresión de los hechos en el interior del vocabulario de una cultura.

Impartir justicia, homenajear memoria, hacer reparación, servir consuelo, castigar y sentirse repugnado por los hechos es el espacio para el lector

La de denunciar la injusticia o impartir justicia ha sido la principal confusión en la que han caído la mayoría de las críticas al tratamiento informativo del caso que he podido ver. Una confusión, en realidad, extendida, fomentada desde los medios y profesionales, muy arraigada en la conciencia ciudadana. El periodismo como una cosa democrática, con capacidad de resarcir, con obligación de entrar en juicios morales, útil para impartir justicia. "Sin periodismo no hay democracia", dice el axioma, por el que el periodismo tiene que ser el vehículo que ponga en su lugar a los malos, los subyugue y los condene al ostracismo, mientras resarce a las víctimas y las homenajea.

Pero el periodismo no va de eso. El periodismo va, con todos los grises que se quiera, de recoger informaciones, priorizarlas según unos criterios de interés y, cuando se comprueban ciertas, presentarlas de la forma más similar a la realidad posible. Impartir justicia, homenajear memoria, hacer reparación, servir consuelo, castigar y sentirse repugnado por los hechos es el espacio para el lector. Y del escritor de opiniones que, entonces sí, puede hacer el juego retórico de poner a la víctima en el centro, su vida, sus esperanzas, mientras el periodismo de información hurga también en la vida y obra del asesino, para poner sobre la mesa razones y explicaciones posibles: ¿Fue siempre así? ¿Cambió? Este espacio de la opinión es un fuero que forma parte de la libertad del ciudadano, que el periodismo de información tiene que proteger justamente siendo cuidadoso y no meterse en él si lo puede evitar. Cuando desde el político a la turba se le pide al periodista que haga relato en lugar de información, se está invadiendo este fuero sagrado y frágil, se está queriendo aprovechar las emociones del momento, la necesidad de dar justicia, la rabia de ver a un hombre poderoso y reconocido asesinando a una mujer trabajadora y anónima. Pero el de la libre opinión es un fuero al que nadie tendría nunca que renunciar, aunque en muchos momentos el caos de la realidad desconcierte tanto y sea tan difícil de ordenar que lo que nos salga del alma sea querer renunciar y que nos lo den hecho.