Si la República puede enseñar las tetas — la una, la otra, o las dos, a gusto del artista— la Verdad, para que sea auténtica, sólo se nos puede presentar en su esplendor, sin braga, a pelo. Tengan cuidado porque si va con los ojos vendados entonces se trata de la Justicia i si va vestida y bien tapada podría ser la Virgen, o una doble que viene de un pesebre viviente o una digna señora mahometana. Yo ya comprendo que a la Verdad es difícil de sacarla cuando sales a hacer unas copas, a pasear, a una cena familiar o en un vernissage amenizado con poemas de Carlos Duarte, el Conco. La Verdad es traviesa, y a la que te descuidas, se deshace de golpe de la culote, de la braga como si dijéramos, y enseña con la vitalidad que siempre la ha caracterizado, mejor que cualquier turoperador con una licenciatura en Historia, todo el Alt Empordà, de Figueres a Colera. La Verdad es especialmente inconveniente sobre todo si te toca hablar y razonar —es un decir— con algún político independentista, cuando ay, le vierte por la herida que el catalán se transmite de padres a hijos por debajo del 37 por ciento y que va disminuyendo. Y que la calidad de la lengua transmitida, o bien es hemofílica o tiene altas concentraciones de nicotina españolista. Puede que ahora la juventud ya sepa mejor el pitunglis que antes, pero, en cambio, el catalán no le aprovecha para demasiado.

Servidor, ha llegado el momento de confesarlo, nació bajo una col. Y cuando lo llevaron a estudiar vio —o creyó ver— que mientras los españolistas tenían una debilidad por la milicia, la molicie y la malicia, los catalanistas eran igualmente vagos e hijos de su madre pero, que en cambio, parecían un poquito más pacíficos, más leídos, más europeos, más amigos de la Libertad. Por este motivo, durante años y años utilizar el catalán sirvió para la contestación antifranquista, para reivindicar la identidad catalana, para hacerse una culturilla arreglada, especialmente distante de la fuerza centrípeta del Siglo de Oro, la generación del 98 y del "que inventen ellos". Los independentistas contemporáneos nacimos coincidiendo con la guerra de Cuba —como recuerda la sagrada bandera de la estrella solitaria y pura— cuando se coligió que no podíamos seguir siendo españoles porque era y sigue siendo vergonzoso. Pero he aquí y es entonces cuando la Verdad desnuda y descarada nos pega un tirón de orejas y nos recuerda que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo.

La Verdad es que la inmersión en catalán se ha relajado tanto en la Escuela Pública de Catalunya que cada vez tiene más clases en español

El Govern nos oculta que el catalán está perdiendo a gran velocidad prestigio social y notoriedad cívica. Es incapaz de promover industrias culturales suficientemente interesantes para las generaciones más jóvenes que, desengañadas, consumen sólo productos en español y en inglés. Las pobres excepciones de la norma o bien son insuficientes o directamente no hacen ningún servicio público. Siguiendo la herencia maléfica de Jordi Pujol, el Govern continúa marginando a los grandes intelectuales del país en favor de los porceles, villatoros y cabrés, es decir, de los aduladores del poder que —a diferencia de Vargas Llosa, por poner un ejemplo claro— no tienen un público significativo que los justifique y que viven de hacer ver que el mundo de la cultura apoya a los mandamases.

La Verdad es que la Inmersión en catalán se ha relajado tanto en la Escuela Pública de Cataluña que cada vez tiene más clases en español. Que las autoridades, la inspección y los directores de los centros se tapan los ojos ante el crecimiento exponencial del español como lengua real y viva, vehicular de la mayoría de nuestros escolares. Que el pasotismo de los responsables y el silencio cómplice de los administradores ha llegado a tal punto que ya no se puede disimular. Que el prestigio que había tenido el BUP, fuertemente catalanizado, ha desaparecido al ser engullido por la ESO, una enseñanza que en la práctica se ha convertido en una especie de FP con ínfulas curriculares. A la Verdad, si la desnudas, ves que posee buenas tetas, aunque nos las quieran tapar. Es por este tan sano motivo que si les apetece, queridos lectores y lectoras, dignísimos conciudadanos, ya seguiremos otro día.