Los políticos de Podemos pretenden confundir a la opinión pública. Por un lado se llaman así, “Podemos”, porque están convencidos de su poder, de su capacidad para cambiar todo lo que haya que cambiar y, en cambio, afirman que el pueblo de Catalunya no puede realizar la independencia porque, la independencia, eso sí que no se puede. Y no se puede por una sencilla razón de peso podemita: porque no. Con el mismo rigor y profundidad de pensamiento esta semana han desembarcado en Barcelona su Tramabús, uniendo durante el trayecto algunos puntos del plano de la ciudad, como si fuera un bus turístico. Por un lado han pasado por delante de la antigua sede de Convergència y templo mayor del dios Pujol, olvidando “casualmente” hacer lo mismo ante la sede del PSC de la calle Nicaragua, como si la corrupción de unos no hubiera sido posible sin la corrupción de los otros y así contándonos, por tanto, una verdad a medias que se convierte, por simplificación, en una mentira completa: que la corrupción sólo es de derechas. Y no. Los señores y señoras de Podemos no pueden olvidar las tramas corruptas de los socialistas como si nunca hubieran existido sólo porque sean unos hipotéticos aliados parlamentarios de la formación de Pablo Iglesias en Madrid.

También ha sido un grave error presentarse cerca del Palau de la Música, templo mayor del catalanismo desde que fue construido en 1908, como si la institución fuera culpable de haberse dejado saquear por Fèlix Millet y su compañero Jordi Montull. Si el Tramabús quería denunciar el expolio de la institución, sólo tenía que haberse plantado ante la fastuosa finca de Millet situada en lo alto de una colina de la Ametlla del Vallès. Hoy en día, con los mapas de Google es bien fácil de encontrar, aunque el autobús venga de la capital de España. Pero probablemente los de Podemos han pensado que allí, delante de la puerta de entrada al casoplón Millet, no habrían tenido público alguno dispuesto al aplauso para hacer efectiva su teatral denuncia. Y el teatro es muy importante para los chicos y chicas de Podemos.

Su máximo error, sin embargo, ha sido iniciar su recorrido de denuncia ante las torres negras de la Caixa, un banco que es algo más que una institución que hace comercio con el dinero. En ningún periódico he visto que la Caixa haya sido condenada por corrupción. Y no es justo ni inteligente simplificar esta cuestión mayor que nos atañe a todos. Como recuerda en su último y monumental estudio en tres volúmenes Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio, los que se sitúan en contra de los bancos, del intercambio de productos, de la actividad comercial, no sólo son enemigos de la libertad, también son enemigos de la realidad. Y la realidad es que las democracias más avanzadas, el primer mundo, fundamentan su libertad en su riqueza, y su riqueza en el lucro, en esta fórmula maravillosa llamada lucro que es la responsable de la dinamización económica, y por tanto, del bienestar de una parte sustancial del planeta, una parte cada vez más amplia. La economía que no es de mercado es una economía que reclama a gritos el advenimiento de la dictadura.

La notable actividad filantrópica de la Caixa no merece que se la equipare con la corrupción política que está minando nuestra sociedad

La notable actividad filantrópica de la Caixa no merece que se la equipare con la corrupción política que está minando nuestra sociedad. Es precisamente al revés, la politización de las cajas y de los bancos es la que crea opacidades y robos de guante blanco mientras que la no intervención de los políticos descontrolados favorece el juego limpio económico y político. Nadie puede negar que las entidades bancarias han cometido errores, sobre todo en cuanto a determinados bienes de primera necesidad como la vivienda, pero no sólo ha habido errores. Catalunya cuenta, gracias a la Caixa, con un banco que invierte más de 510 millones de euros al año en acción social, situando nuestro país como uno de los puntales internacionales en la acción redistributiva de la riqueza. No sólo la realiza ni la realizará exclusivamente el Estado. En investigación biomédica, por ejemplo, sé que no habríamos alcanzado la potencia que tenemos sin este banco que Podemos ataca. Cuando el Tramabús se sitúa delante de las torres negras de la Diagonal, debería tener presente que la entidad tiene 33.200 pisos de baja renta en todo el Estado español mientras que el Ayuntamiento de Ada Colau continúa haciendo ejecutar desahucios y no ha invertido de manera significativa para ofrecer soluciones a la población barcelonesa que queremos seguir viviendo en esta gran ciudad del Mediterráneo.

Los bancos generan desconfianza hasta que recordamos que el hombre de moda, Emmanuel Macron, trabajó hasta hace poco para los Rothschild, hasta que vemos qué ocurre con los países que no tienen bancos potentes ni comprometidos con su sociedad. No negaré a los lectores que las cartas que me envía esta institución financiera para venderme cualquier producto van directamente a la papelera. Pero que, por la misma razón de desconfianza, me los creo mucho más que a esos profesionales de la demagogia, del populismo, de la conflictividad social programada, los chicos y chicas de Podemos. Muchas gracias por recordarme que, comparados con la Caixa, no ha hecho más que hablar para no callar.