Se me calumnia, se me difama, me atacan con golpes bajos personas indeseables que, hace años, se habrían sentido muy honoradas en atarme los cordones de los zapatos o el botón del pantalón. Y eso que mi naturaleza es apacible, de formas educadas, armónicas, de talante bondadoso y dulce, incluso, cordial. Sin excesos, sin estridencias ni escándalos, soy una persona perfectamente correcta, por eso la tía Mercedes, monja ella, que bien me conoció, quiso hacer de mí un sacerdote, la pobre ya intuía que adónde yo fuera intentaría siempre hacer el bien, o al menos, acompañaría a las personas desventuradas consolándolas en su desdicha, asistiéndolas, conformándolas, aconsejándoles resignación y mansedumbre. Nunca haría daño a una mosca. En el juicio me quedaré totalmente quieto. Que me observen, que vean la clase de persona que soy. No mataré a la mosca que pueda tener en la mano. Espero que me estén mirando. Lo verán. Lo verán y lo sabrán. Y dirán, “vaya, pero si es incapaz de hacer daño a una mosca”.

No acepto que se me compare con Jordi Pujol ni que se diga que he engañado a los electores que me votaron. Yo no tengo hijos y, a diferencia del ex president, nunca he embarcado a los catalanes en ninguna quimera irrealizable. A lo sumo me he presentado bajo lemas genéricos y ambiguos, como por ejemplo, “vota futuro”, de las elecciones generales de 1993, o “por el cambio” con Felipe González en 1982, ya que es evidente que de futuro y cambio siempre hay por poco que sea, je je, ¿no les parece? Como mi amigo Miquel Roca Junyent no he ido aleccionando a nadie ni me he querido establecer como referente moral ni político de ningún colectivo. He ido siempre a lo mío. No se me podrá acusar de favoritismo de ningún tipo como a otros políticos catalanes que pasaron por Madrid como Víctor Balaguer, Juan Prim, Estanislao Figueras o Pi y Margall. Mi gestión política no favoreció en nada al catalanismo ni a los catalanes, ni a ningún colectivo en concreto. Y lo único que se puede decir es que favorecí la cultura comprando a cargo del ministerio de Defensa un precioso piano para la residencia oficial del ministro. Y que conseguí distraer a los militares de sus tentaciones golpistas con algunos entretenimientos. Entretenimientos que ahora no vale la pena mencionar por modestia. Aunque el Tribunal de Cuentas señaló un agujero de 162.000 millones de pesetas —de pesetas ¿eh?, no de euros— sin justificar entre 1982 y 1987, lo cierto es que tuve fortuna con la distracción. Sé distraer. Creé un Instituto para la Vivienda de las Fuerzas Armadas (INVIFAS) para realizar operaciones inmobiliarias. Gracias a la experiencia que conseguí en el sector del ladrillo, conseguiría más tarde tener los grandes éxitos que he tenido en Catalunya Caixa como el Presidente definitivo del saneamiento de la entidad bancaria. Nadie más después de mi.

No tengo nada que ver con los Millet. La Fundació Pau Casals no es el Palau de los del PSC, en absoluto. Pero, por favor, ¿a dónde iremos a parar con tanta desconfianza?

No quisiera presumir pero es evidente que mi presencia es beatífica, enriquecedora. Así como existen personas que tienen que trabajar en las empresas donde están contratadas durante muchas y largas horas, yo con sólo hacer acto de presencia ocasional consigo que esa determinada firma mejore sustancialmente. Me remito a las cuentas de resultados. Por ello, en agosto de 2008, durante el segundo tripartit, el Govern de la Generalitat, aprobó un decreto en el que limitaba a ocho los cargos que se podían ocupar simultáneamente en los consejos de administración. Con sólo tres cargos como hasta entonces regía la ley no habría podido llevar el bien y la prosperidad a tantas y tantas empresas que han confiado en mí. He dicho que mi actitud siempre ha sido la del servicio a la sociedad. Y sólo acepto de manera simbólica, como gesto de agradecimiento, los salarios que me conceden.

Por último diré que no es verdad que mi actual participación en la Fundació Pau Casals como vicepresidente tenga nada que ver con ninguna otra institución musical vinculada con la política. El caso Palau de la Música Catalana es un ejemplo aislado de aprovechamiento que yo censuro. No tengo nada que ver con los Millet. La Fundació Pau Casals no es el Palau de los del PSC, en absoluto. Pero, por favor, ¿a dónde iremos a parar con tanta desconfianza? Y no, no me he llevado ni un euro de la caja ni me ha interesado nunca el dinero. ¿El dinero? Nunca en la vida me ha interesado, créanme. Espero que me estén mirando. Ahora si tuviera un piano a mano les interpretaría un impromptu, para gente de nuestro nivel, de nuestro precio.