Al final lo más importante han sido las caras. Les veías las caras y ya sabías quien había ganado y quien había perdido al final de la sesión parlamentaria, a media tarde. Veías quien recibía felicitaciones e incluso besos y quien recogía miradas silenciosas, miradas contenidas, de duelo. Más allá de las grandes proclamas y los discursos hechos con tanta convicción, más allá de las frases que sólo buscan asegurar a los convencidos de cada partido, yo estaba allí y he visto aquellas caras. Y la cara de Xavier García Albiol era un poema, del Siglo de Oro español, era una cara de mala leche cósmica, dos metros de irritación humana mientras que la del presidente Puigdemont brillaba de satisfacción porque hoy ha conseguido dar al catalanismo una jornada histórica, el impulso definitivo hacia una situación nueva que congrega todas las esperanzas. El catalanismo hoy ha pasado de la queja, del atávico encogimiento de hombros, de las emociones reprimidas y cobardes, a tener una determinada confianza en el futuro. Estaba grave y a la vez contento. Es una esperanza que asegura que todo irá bien y que nuestra sociedad tiene bastantes posibilidades de mejora en el futuro. La desconfianza y el pesimismo han desaparecido un rato, al menos cuando se ha cantado Els Segadors mientras los diputados españolistas estaban fuera, en el pasillo y algunos se sonreían, burlándose del himno.

Al final han llovido cuatro gotas mal contadas en el Parque de la Ciutadella, y por lo tanto tiene razón quien diga que al final llovió ; y también quien diga lo contrario, porque aquello no fue llover en realidad. En cambio, cuando después les expliquen los hechos del Parlamento, cuando todo el mundo se lo querrá mirar exclusivamente desde su punto de vista partidista y partidario, no lo permitan si no quieren, porque no será justo, porque la épica, el heroísmo y el compromiso estuvieron ahí. Tarde pero asistieron a la sesión. Porque casi once horas después de haber comenzado, tras obstrucciones de todo tipo, el grupo parlamentario de Junts pel Sí lograron aprobar la ley, la que convoca un referéndum para la independencia de Cataluña.

En el Parlamento, hoy se ha rechazado solemnemente la legalidad española de manera frontal y clara. Tienen razón, por tanto, todos los juristas de la cámara catalana cuando argumentan que esta ley del referéndum no se ajusta a la Constitución Española ya que si se ajustara no sería una auténtica ley para preguntar a los catalanes sobre la independencia. Para romper con España es necesario primero romper con la ley y hoy dormiremos por primera vez fuera del amparo de la Constitución Española de 1978. Hoy se ha hecho un ejercicio de realismo. Como lo ha hecho Ana Gabriel cuando, con un gesto solemne, reprochó a Joan Coscubiela y a los diputados de CSQP que su actitud revolucionaria es sólo retórica. Hoy hemos visto como este grupo político se desintegraba y mientras Albano Dante FACH y Joan Josep Nuet defendían el derecho a consultar a la ciudadanía sobre el futuro político de Cataluña, el cuerpo grueso del antiguo PSUC se mostraba en contra, con Rabell al frente. Se equivocan los que consideran que los votos populares otorgados a escoger los diputados de CSQP son todos partidarios de la actual situación de subordinación autonómica dentro del Estado Español.

Hoy, antes de partir con mala cara, los diputados del PP han dejado unas cuantas banderas de España y de Cataluña encima de sus escaños. Se han quedado allí como una especie de instalación de arte contemporáneo durante un rato. Con lo que nadie contaba fue con la intervención de la diputada comunista Ángeles Martínez, la cual, silenciosa y efectiva, inquieta y con el pelo de plata, se ha movido hasta donde estaban las banderas, ha retirado sólo las españolas y ha dejado las catalanas. La presidenta Forcadell ha pedido a los ujieres que volvieran a poner las banderas de España donde estaban. La cara, la venerable cara de Ángeles Martínez, estaba contenta como nunca. Una alegría contagiosa, sin miedo, una alegría preciosa. La hora sin duda es grave, pero también alegre. Ya os digo yo que esto continuará.