El próximo día 6 de febrero podría ser el principio del fin. Cuando ante el inaceptable, el vergonzoso, el injusto procesamiento del president Mas el soberanismo vuelva a las andadas. Haciendo lo que siempre hace porque sólo sabe hacer una sola cosa y sólo hará esa: reunir a una multitud antes de la sagrada hora del almuerzo y, luego, niño pa casa. Cuando demuestre que con tantísimas, muchísimas, estupendísimas personas reunidas ha obtenido una victoria moral ya que el mogollón independentista a lo que va es a la victoria moral, no a la victoria limpia y pura de oliva, que esa mancha. Cuando reconozca y rubrique por la vía de los hechos –y no de las palabras– que prefiere soñar tortillas a cocinarlas para no tener que romper los huevos del precepto. Cuando haga el ridículo. Si tenemos en cuenta que los nacional-católicos catalanes históricamente siempre han sido partidarios de solucionar el problema agrario con la oración y la caridad, lo veremos claro. En eso son igualitos igualitos que los comunistas, que son de otra parroquia, de otra religión, sí, pero que comparten métodos tan bienintencionados como estériles, como cuando esperaban y esperaban, siempre retrasando el advenimiento del socialismo real y la liberación de los pueblos.

Lo que podría pasar –lo que pasará si no se pone remedio– es que el Muy Honorable president Artur Mas i Gavarró será inhabilitado por un tribunal español y despojado de sus derechos para ejercer un cargo público. No será una sentencia justa sino un castigo, una represalia política por haber permitido, por primera vez en la historia, que el pueblo de Catalunya pudiera votar su futuro político. Como un malhechor, como un prevaricador, como si fuera un Otegi cualquiera. Y ¿qué debería hacer la persona que encarna mejor que nadie la victoria cívica del independentismo en Catalunya? ¿Declarar forzadamente ante un tribunal que nada tiene de ecuánime como el propio president Mas ha denunciado ya hace semanas? ¿Debería permanecer en silencio porque el pueblo de Catalunya no reconoce la jurisdicción de unos jueces que son un simple instrumento punitivo de Madrid? ¿Contemplaremos impávidamente la humillación del president Mas que no es otra cosa que la humillación del pueblo de Catalunya?

El president Mas debería instalarse en la ciudad de Perpinyà, protegido por una guardia cívica y desarmada, en un lugar público

Si debemos escoger entre la deshonra y la confrontación siempre será mejor la confrontación, que al final se acaba siempre deshonrado y confrontado. Fíjense en el caso del concejal Joan Coma, que jugó al héroe cuando se negó a presentarse ante el juez y terminó declarando en español que no había desobedecido la ley española. ¿Esa vergüenza es la acción política que nos ofrece la CUP? Al menos nos queda el ejemplo histórico del comportamiento del president Francesc Macià. El president Mas tendría que poder declararse, con todas las garantías, desobediente frente a Madrid ya que sólo obedece al pueblo soberano que le ha votado. Ante un tribunal justo, imparcial, ante un tribunal que no someta al president a un juicio político en plena Europa Occidental. Es posible hallar ese tribunal si se escoge el camino de Macià y no el de Coma. Sin abandonar Catalunya pero fuera del territorio nacional español, el president Mas debería –y pido perdón por lo atrevido de la propuesta– instalarse en la ciudad de Perpinyà, protegido por una guardia cívica y desarmada, en un lugar público y perfectamente visible para los medios de comunicación internacionales a los que se habría convocado previamente. Del mismo modo que el coronel Macià fracasó en la escaramuza militar de Prats de Molló y, al perder, obtuvo la gran victoria mediática de su juicio en París, el president Mas debería internacionalizar nuestra causa que es la suya.

Debería denunciar la judicialización de la política en España, de manera creíble, es decir, dejando el confort de la política de gestos teatrales de la CUP. Debería pedir amparo a la justicia francesa contra el abuso que se comete sobre su persona y sobre todo el pueblo de Catalunya. Como ciudadano europeo tiene perfecto derecho de residir temporalmente en Perpinyà y, desde allí, debería poder pedir amparo a la justicia europea al ser hoy un auténtico perseguido político, por mucha oposición que el gobierno francés desarrolle. Ante un juicio injusto que el Gobierno español prepara impunemente en el Palacio de Justicia de Barcelona se debe poder reaccionar. Esta Europa que sólo actúa frente a los hechos consumados sólo escuchará el clamor de los catalanes si le obligamos a abrir los ojos. Los demás acusados ​​–Ortega, Rigau, Homs– deberían poder acompañar al president Mas y sumarse a la reivindicación. El escándalo internacional sería mayúsculo, la policía francesa no se comporta como la Guardia Civil y la inesperada y audaz acción del president Mas lograría borrar de la memoria de los catalanes todos estos meses de politiqueo táctico exasperante. De hecho, nos devolvería la épica, la dignidad, el respeto para con nosotros mismos, que son algunas de las grandes aportaciones del legado político del president Artur Mas. La construcción de un relato, de un imaginario del que poder sentirnos orgullosos.

Nos devolvería la épica, la dignidad, el respeto para con nosotros mismos, que son algunas de las grandes aportaciones del legado político del president Artur Mas

Con todo, Perpinyà no es ni mucho menos, la única posibilidad y, tal vez la prudencia y la legislación internacional aconsejan que nuestro president se traslade a alguna capital europea que no pertenezca a la Unión Europea, como Oslo, célebre escenario de no pocos diálogos y acuerdos de paz. Sí, ya hemos demostrado al mundo que somos un pueblo pacífico, que somos capaces de proclamar nuestras reivindicaciones sin ningún disturbio. Que las concentraciones humanas, con castellers, bailes de bastones y gigantes nos quedan muy fotogénicas. ¿Somos capaces de algo más ahora, de algún golpe de efecto brillante que despierte las simpatías de la comunidad internacional? President Mas: No canjee la dignidad por nada. Piense que no tendremos muchas más oportunidades para conseguir nuestra libertad como pueblo. La judicialización de la política es el gran error de la estrategia de Madrid. Su legado histórico, tal vez, no ha hecho más que empezar. Y su defensa legal sólo puede ser la libertad de Catalunya.