En vano te hemos querido definir, como se prueba con un paisaje impresionante, como con el color del agua de mar. Yo te quisiera perfilar, comprender, personaje reciente de la política catalana, denominándote públicamente, esculpiéndote con epítetos tal como mereces, como hemos ido ensayando todos tus compatriotas a lo largo de estos días en conversaciones infinitas. Hemos osado pero ca, no lo hemos conseguido porque tu proeza nos ha superado, boquiabiertos, sin habla, atónitos al ver tu grandeza. Por más terapia colectiva que busquemos no basta, las palabras pierden su sabor si te llamamos sólo paveras o idiota o necio, zoquete, mastuerzo, torpe o sandio. O nos embalamos diciéndote que eres un papanatas natural y un finísimo cenutrio, un merluzo robusto, un imbécil magnífico, un cretino magistral, un pedazo de asno perfecto, un memo de fábrica, un tonto solemne, un burro insuperable o un chorra con avaricia. Eres mucho más que eso,  no nos parece suficiente, ni nos calma en modo alguno proclamar que has hecho el canelo, el pánfilo, tu, sonado con todas sus letras, alcornoque colosal, bobo de baba, de pocas luces, mastuerzo de aúpa, estúpido de marca, magnífico ejemplo de achuminado, de babieca, más corto que un estornudo y que las mangas de un chaleco, más animal que los animales, más burro que hecho de encargo, que un mendrugo, que un tiesto, que un borrego, tú, sí, tú, lerdo, lelo, pollino salvaje, orejudo, obtuso, pasmado, zote, sansirolé. Mamarracho.

Eres la prueba de que jamás iremos a ninguna parte, dicen unos. Nuestra mejor arma secreta, dicen los otros

Voy por la mitad y es como si aún tuviera que empezar a escribir, campeón de todos los zopencos. Eres la prueba de que jamás iremos a ninguna parte, dicen unos. Nuestra mejor arma secreta, dicen los otros. Y es en este momento preclaro y luminoso que me doy cuenta que, solo, no lo estás. Tú tienes apoyos y algo más. Y no dan risa, precisamente. De hecho, el grupo de los estúpidos al que perteneces es la asociación más poderosa del planeta, mucho más sanguinaria que la mafia, mucho más influyente que la internacional comunista, todas las religiones juntas, el Complejo Militar Industrial o la OTAN. Su potencial nocivo es incalculable puesto que siempre será infinitamente más peligroso un estúpido que un malvado. Sin reglas, tú y tus semejantes, sin bibliografía ni líderes os coordináis espontáneamente de manera siempre eficaz y exitosa. Por mucho que se os pueda subestimar tenéis en circulación enormes efectivos porque es imposible, a veces, adivinaros. La probabilidad de que una persona sea mema del todo es independiente de cualquier otra característica suya. Desarrolla siempre su estupidez de manera altruista, es decir, provoca todo tipo de perjuicios a otras personas, e incluso, a sí misma, sin obtener por ello ningún tipo de beneficio. El estúpido aplica el absurdo, la ausencia de raciocinio hasta sus últimas consecuencias, como una deflagración atómica de animalidad. El estúpido actúa sin enmienda posible y con una coherencia estremecedora. A diferencia de los errores ocasionales o inducidos de las personas no estúpidas, el estúpido lo es siempre y en cualquier contexto, de modo irreprimible. Admirable. Quizás es ahora cuando he encontrado la manera de definirlo porque adivináis quién es sin lugar a dudas. O quizás os he distraído en demasía. Lo podemos evocar como la persona que, por el momento, desde el independentismo catalán, más y mejor ha contribuido a demostrar la Teoría de la Estupidez de Cipolla. He aquí un cipolla químicamente puro.