La declaración de Mariano Rajoy ante la justicia, los gestos, las muecas, los ademanes, la expresión corporal en general, de repente me han hecho sospechar. Es notorio que el presidente del Gobierno no tenía las más mínimas ganas de comparecer como testigo, que había intentado sin éxito hacer prevalecer un derecho de privilegio como jefe del Ejecutivo para no ir a juicio. ¿Y si en realidad no hubiera ido? ¿Y si, en realidad, la persona que se presentó fuera un doble, un doble adiestrado para sustituir al presidente Rajoy? Veamos bien la foto porque podría ser que no fuera Rajoy. No sé por qué siempre se ha hablado tanto de los dobles de Franco y de Hitler, de los dobles de Fidel Castro y no se piensa nunca en la posibilidad de que un hombre tan descansado como Rajoy, un hombre tan ocupado como Rajoy, no hubiera buscado a un socias para sustituirlo cuando fuera necesario. El aspecto externo de este individuo que se hace llamar Rajoy es muy parecido al que exhibe el presidente del Gobierno, pero ¿y los gestos? Parece que se ría, que mentalmente no quiera continuar con la comedia, con la representación. Que le traicione un subconsciente insubordinado. Se hincha las mejillas como si fuera a inflar un globo, inmediatamente después de la primera pregunta. Luego saca la lengua, arruga las cejas como diciendo, qué demonios pregunta este papanatas cuando es cuestionado directamente por la financiación ilegal del PP. Boquea imitando a un pez. Hace bailar los dedos. Señala al aire para parecer más convincente. Diríase que no domina totalmente la posición del cuerpo. Le dice al abogado: “No parece un razonamiento muy brillante”, con un gesto de desprecio, de superioridad que sí me parece propio del presidente del Gobierno —es sabido que Rajoy se hace pasar por cordial pero de hecho, desprecia a la humanidad y se cree el más listo de todos, el más sagaz— pero también podía ser que fuera un gesto aprendido. Hace pequeños botes en la silla arriba y abajo, arriba y abajo, intranquilo. Estira los rasgos del rostro y los comprime. Hace risitas. “No sé si ha confundido de testigo, señor letrado”, dice de manera campanuda, que es un poco como decir “¿sabe usted con quién está hablando?”  El abogado e acusa de impertinente. Se enfrentan. ¿Quién pagó el viaje de Rajoy a Canarias tras perder las elecciones? “Mi partido, hasta donde yo sé”. “¿Y hasta dónde sabe usted?” Replica el abogado mientras le acusa de dar una respuesta gallega. “La contestación tiene que ser gallega porque no la podría hacer riojana”. Dicho de otra manera, que se ríe del tribunal porque está en su ADN, porque es el presidente del Gobierno. Porque ¿contestar lo que conviene sin comprometerse a nada es su manera de convencernos de que Rajoy y el PP están luchando contra la corrupción? ¿La gestión política de la economía del partido no pertenecía al máximo dirigente político, es decir, a Mariano Rajoy? Como un crucificado abre los brazos clamando su inocencia. Como realmente me temo que este señor sea un doble, se parece más a Gestas que a Dimas, más al mal ladrón que al bueno. Porque convencer, yo creo que la declaración del presidente no convenció a nadie. Más bien irritó por su arrogancia olímpica, su falta de moderación, su impunidad.