No tienen pleito alguno con la justicia ni por sangre ni por oro y te quieres enterar de qué piensan hacer, de qué harán con el president Artur Mas, con Joana Ortega y con Irene Rigau. Y el pasado viernes vas y miras por televisión como se reanuda el juicio, en el magnificente Palau de Justícia de Barcelona, ​​con una inquietud extraña, intuyendo que algo gordo va a pasar. Y he aquí que mientras el presidente Jesús María Barrientos Pacho da la bienvenida ya te has quedado de piedra, atónito, a los dos segundos. Ha hecho algo, luego veremos qué, ha pasado algo que es como si, de repente, y ante la indiferencia general de todo el mundo, vieras como si el presidente de la sala se metiera la mano en el bolsillo interior de la toga y se sacara un enorme puro, largo y grueso, lo repasara con la mirada, lo encendiera y se pusiera a fumar con parsimonia. No, en realidad no se puso a fumar, la verdad vaya por delante, no fumó, pero esto es un cuento y este cuento del juicio se explica así para hacernos comprender, para que quien quiera saber, sepa exactamente cómo se sintió una parte del público. Fue como si la autoridad se hubiera puesto a fumar. Como si el fiscal hubiera hecho también lo propio, como si se hubiera llevado a los labios un Montecristo magnífico, sin rival. Como si hubiera fumado placiente y se hubiera tirado más de dos horas, tranquilo, porque el tabaco es de gran calidad y no admite molestia ni cortapisa.

No, no se fumó en la sala, pero es como si se hubiera fumado. Al menos para algunos. Hasta hace relativamente poco se podía fumar. Y del mismo modo que hay gente que no le da importancia al fumar, también hay gente a la que le ofende mucho. Continuemos con el cuento. Dirías que están fumando. Cien por cien seguro no lo estás pero dirías que en una vista no se podía fumar. Ni el fiscal ni el juez. Así te sientes. Admite ante todo que de leyes sabes muy poco. Nada, vaya. Y es curioso que cuando te encuentras con alguien que conoce bien este submundo, escasamente tocado por el sol como los abismos submarinos, te entra ansia por saber aún menos, por nadar hasta la superficie y volver seco a tu casa. En un juicio se echa tan en falta el sentido común como el oxígeno así que mejor que no te fumen. Que no te fumen, hasta tal punto que si puedes, y como le pasa a algunas personas honradas, presumirás de no haber tenido nunca nada que ver con eso, de no haber pisado nunca ningún tribunal, ni por sangre, ni por oro ni por nada. Parece que una cosa son los que juzgan y otra cosa los justiciables. Se ve. Y se ve también que tienen un sentido muy particular de la democracia cuando critican la manifestación para apoyar al president Mas. Yo he visto manifestaciones ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos, en Washington, haciendo uso del derecho a la libre expresión, con sus pancartas improvisadas. Que no te fumen, por tanto, no debe tener demasiada importancia, quizás no.

Cuando han juzgado al president y a las conselleres, por deferencia simpática, al principio, han empleado el catalán, pero sólo por mera cortesía, por cuento, por teatro

Aunque muchos nos hemos sentido fumados o ahumados. Fastidiados. Ha sido como si se hubieran fumado la Tabacalera entera en nuestras narices cuando han desatendido el catalán. Cuando el fiscal afirma ―y esto ya no es ni cuento ni fantasía―que porque lo que piensa decir es muy importante hablará en castellano. Y se tira más de dos horas. Y el juez habla en español reiteradamente y henchido de gozo. Dicho de otro modo: cuando han juzgado al president y a las conselleres, por deferencia simpática, al principio, ha empleado el catalán, pero sólo por mera cortesía, por cuento, por teatro, ya que a la hora de la verdad, a la hora de las conclusiones finales, a la hora de pedir un castigo en firme, se utiliza la lengua de todas las lenguas, la única lengua real en la que se imparte justicia en Catalunya. La lengua de los jueces, que es muy diferente de la de los justiciables, por lo que se ve. La lengua de los jueces, la del poder. ¿Por qué no se ha respetado la ley de Normalización Lingüística ante las autoridades catalanas sometidas a juicio? ¿Esa ley no es ley? ¿Porqué con los camareros sí y con los jueces no? ¿Por qué se ve tan natural que unas leyes sean absolutamente obligatorias y otras no? ¿Por qué los jueces no se hacen respetar a ellos mismos dando ejemplo al cumplir y hacer cumplir las leyes? Como siempre tienen respuesta para todo y seguro que podrán encontrar una justificación legal, una jurisprudencia ad hoc que los exima, no insistiré. Y me callaré lo que pienso, que es exactamente lo mismo que piensan ustedes, lectores. Qué gente. Me callaré que la próxima semana no quisiera escribir a mano y desde la cárcel.