Ayer aprendimos todos, juristas y legos, un nuevo término procesal que muy seguro coronará el frontispicio de las bibliotecas de leyes con más solera. "¡Venga!" es lo que en varias ocasiones lanzó el presidente del tribunal de la Audiencia Nacional que juzga el primer caso Gürtel —Gürtel, I Época—, el magistrado Ángel Hurtado.

Ya empezó con mal pie. Aunque reiteró que sólo quería centrar el debate procesal en términos técnico-jurídicos, privilegió a Rajoy, que declaraba como particular, no como líder el gobierno español —en tal condición hubiera podido declarar por escrito—. Así, le pusieron una mesa a la altura del tribunal, apenas un metro separada de la presidencia. Ejemplo claro de que la ley no es igual para todos. Esta munificencia no es la que reciben a diario los testigos en los juicios. Es más, suelen declarar de pie, ante el tribunal, sin enfrentarse con los letrados de las partes —cosa que había que haber evitado de cuajo— y, por lo tanto, sin poder dirigirse visualmente a sus letrados, que son los de su partido, presentes en las filas de las defensas.

La declaración de Rajoy, como él mismo, fue monotemática: "no me consta... ni me puede constar nada de lo que me piden, pues, como por otra parte es perfectamente compresible, no puedo estar al corriente de todo... no puedo conocer a todo el mundo...". Esta fue la cantinela.

Cuando uno no paga y se lo encuentra todo hecho, no se encuentra el momento de empezar a preguntar y aflojar del propio bolsillo

Sin embargo quedaron claras, aparte de esta indolencia para hacer, para conocer y para controlar (no sabe nunca si las órdenes que da se implementan o no), tres cosas. Los presupuestos y las cuentas a rendir ante el Tribunal de Cuentas los presentaban los servicios económicos del partido al comité ejecutivo que lo aprobaba sin debate. O sea, poco trabajo. También quedó patente, según Rajoy, la dicotomía entre aspectos políticos y económicos a su partido. Olvidó —quizás porque no se lo preguntaron— que el secretario general, que es político, controla todo el aparato del partido, en todas sus vertientes [artículo 44.2. de los Estatutos del Partir Popular]. O sea, que él es el primer responsable de la buena marcha de todas las áreas del partido. Curioso olvido.

Y tercera cosa, un pequeño detalle (los pequeños detalles pertenecen al negociado del demonio): el viaje a Canarias, con su familia, después de perder las elecciones ante Zapatero, en marzo del 2004. Viaje familiar, no de partido, pagado pero con fondos del partido. O lo veo mal o eso es una retribución en especie. Habría que haber averiguado hasta el final el régimen tributario de este viaje.

Porque, vista la declaración de Rajoy, en el PP sobre temas de gestión —desde obras en la sede (que sí que recordó haber visto)— a viajes particulares, pasando por todo tipo de gente del propio partido y ajenos, él no reparaba en nada. Seguramente, lo consideraba la cosa más natural del mundo. Cuando uno no paga y se lo encuentra todo hecho —desde la sede del partido hasta viajes—, no se encuentra el momento de empezar a preguntar y aflojar del propio bolsillo.

Pero es más. El PP tiene un trato exquisito con sus imputados, como en el caso de Bárcenas: lo recibe el presidente del partido, a él y a su mujer, le facilitan un despacho, coche y secretaria y lo despiden en diferido (dos años de mensualidades, sin trabajar). Así, le envía mensajes, que no quieren decir nada y no hace nada: desopilando.

Un testigo gana mucha credibilidad no mostrando la animadversión que pueda tener con los miembros del tribunal, de la fiscalía y de la abogacía, todos ellos ejerciendo funciones constitucionales de altísimo nivel

La lectura del juicio de ayer (recuperen el audio y el vídeo) dará todavía muchas vueltas y no siempre en beneficio del declarante. Quedará para siempre grabado su menosprecio —que el presidente del tribunal a duras penas ha sido presto para evitarlo— especialmente a la primera acusación popular.

Rajoy es famoso por sus invectivas llenas de desprecio a los contrarios parlamentarios. Pero el juzgado no es un Parlamento ni el abogado que interroga al testimonio es un enemigo del testimonio, porque el testimonio viene a ayudar a la causa. Los abogados y otros asesores que lo ayudaron a preparar su declaración en la Moncloa —¿estos gastos de personal y locales a cargo de quiénes irán?— no le advirtieron sobre este extremo: un testimonio gana mucha credibilidad no mostrando la animadversión que pueda tener con los miembros del tribunal, de la fiscalía y de la abogacía, todos ellos ejerciendo funciones constitucionales de altísimo nivel: cada uno, dentro de sus competencias, asegura la realización razonable de la Justicia. Cultura jurídica, política y pura inteligencia emocional no tuvieron su día.

También los abogados y asesores de Rajoy (reitero: ¿pagados a cargo de quién?) olvidaron, por lo visto, decir a su cliente que hacerse el sordo, con más o menos prepotencia, diciendo a diestro y siniestro o que no tiene constancia o no recuerda, no sirve de nada. De cara afuera, el testimonio hace el ridículo y de cara a los jueces, una negativa o una huida de estudio puede tener, dentro de todo el conjunto de la prueba, un significado ratificatorio de otros hechos. Vaya, el tiro por la culata.

Queda claro que, a pesar de la autoproclamada ignorancia supina de Rajoy, el PP era una máquina de hacer cosas ajenas a la legalidad

Finalmente, una observación que rebasa los aspectos técnicos de un proceso. El caso Gürtel no es sólo un macroproceso, es un supermacroproceso. El motivo radica en que queda claro que, a pesar de la autoproclamada ignorancia supina de Rajoy, el PP era una máquina de hacer cosas ajenas a la legalidad; es más, está, por primera vez en España y en Europa, imputado criminalmente. Ciertamente, estas causas son muy difícilmente manejables, por eso se fragmentan en diferentes piezas. Gürtel llevamos, sólo en la Audiencia Nacional, como mínimo tres.

Este troceo rompe lo que se llama —perdón por el término— el principio de continencia de la causa, es decir, que en el juicio tendría que estar todo lo relativo a los hechos que se juzgan. Aquí, la financiación presuntamente delictiva de un partido político. Al fragmentar, lógicamente, ya no está todo en cada juicio. Pero como los hechos están íntimamente relacionados es sumamente difícil no saltar de una causa a otra. El Tribunal era consciente y permitió preguntas sobre los Papeles de Bárcenas, pero no demasiadas, ante la lluvia de protestas debidamente orquestadas de las defensas —ahora amigas— del PP y de Bárcenas. La pregunta que salta es elemental: ¿qué pasará si el tribunal de los Papeles de Bárcenas no acepta que Rajoy y otros dirigentes conservadores declaren en aquel juicio?

El dilema de funcionamiento procesal queda así planteado: ¿manejabilidad de las causas o fragmentación de las mismas con serios riesgos de impunidad, pues algunos temas fronterizos podrían quedar fuera del escrutinio del juicio?

En fin, parece que no, pero Rajoy dio ayer por la mañana buen material —más de lo que parece— que no se agota ni hoy ni mañana. En todo caso, "¡venga!".