No voy a hablar del juicio del 9-N. Se está hablando bastante de ello y no siempre con suficiente conocimiento de causa. De esta desvergüenza, de intoxicación y de pieles finas sí que me gustaría apuntar unas pocas ideas.

Todo el mundo puede hablar de lo que quiera. Faltaría más. Y puede hablar como quiera. Faltaría más. Incluso puede hablar de lo que sabe. La pregunta es como se puede hablar de un juicio, de sus entrañas procesales, de los delitos en juego, de la estrategia de la acusación y de la defensa o del comportamiento del tribunal sin saber ni una pizca de derecho procesal, de derecho penal, de derecho constitucional y administrativo..., ni haber estudiado la dinámica de un juicio oral, por ejemplo. No pido para los especialistas la facultad exclusiva de hablar de aspectos técnicos, en algún caso, muy jugosos. No creo en los compartimentos estancos, sino en el libre mercado. Pero esta tirada hacia el libre mercado se resquebraja cuando veo que el mercado -el de la información también es un mercado- acepta no sólo gato por liebre, sino mariposa por fauna abisal.

El caso no es sólo debatir sobre conceptos, sino sobre conceptos sólidos, verificables intersubjetivamente, tanto si se está de acuerdo como si no. Si no se hace así, sería más correcto etiquetar a los opinadores no sólo de totólogos, sino de magos: sus propuestas, fruto de la voluntariedad más libérrima, son pura magia. Dejo aquí el ejemplo de cómo se ha opinado, desde la mayor de las desvergüenzas (la falta de un mínimo barniz de conocimiento sobre la materia lo es) sobre el 9-N, pero también de como se ha llevado a cabo sobre las cláusulas suelo, sobre el 3% o el artículo 155 de la Constitución. Allí, y también aquí.

La intoxicación con respecto al 9-N la tenemos en estas dos imágenes. La portada de La Razón del martes pasado:

Habla por sí misma. Genera más afición a la causa del independentismo y lesiona gravemente la independencia judicial. Quien quiere intoxicar sufre él mismo una sobredosis de su veneno. Para ser malo, pero con éxito, hay que ser medianamente inteligente. Y no siempre estamos a la altura.

El plano de TVE 1, con la pantalla dividida entre una imagen del Palacio de Justicia de Barcelona y el registro de días antes por el caso del 3% es otro intento manipulador para deformar la realidad e intentar hacer ver que Mas, Ortega y Rigau son juzgados por corrupción. Manipulación que tiene gracia viniendo de un medio público reiteradamente colocado al margen de las reglas de la objetividad y del respeto a la ley y a los derechos fundamentales que impone su estatuto.

El séquito ciudadano del lunes pasado, integrado por decenas de miles de catalanes que querían mostrar su solidaridad con los tres encausados por el 9-N, cayó mal, como era previsible. Las manifestaciones del amplio abanico de políticos gubernamentales (no olvidemos al tripartito de facto que gobierna en Madrid) y de algunos jóvenes cachorros, que quieren dar mordiscos con dientes de leche, fregaron lo grotesco. Poco diferente era lo que se podía esperar.

Lo que sorprendió fue la reacción demasiado emocional y poco jurídica de algunas asociaciones judiciales y de fiscales como la Asociación Profesional de la Magistratura, la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, el Foro Judicial Independiente y la Asociación Progresista de Fiscales (ver @UPFiscales del pasado 6 de febrero). Se interpretó, por una parte, que el séquito a favor de los encausados era una presión contra el tribunal.

Primero de todo, no me parece que fuera presión lo que quisieran los manifestantes ni que los magistrados se sintiera presionados. El Poder Judicial es un poder del Estado –por cierto, el único que merece este nombre en la Constitución- y como poder es susceptible de crítica. Crítica que se puede expresar de muchas maneras. Y como sostiene, recordamos, el Tribunal Constitucional, el derecho de manifestación es el vehículo idóneo para que en el espacio público se exteriorice la opinión ciudadana, que no queda circunscrita a las instituciones.

Ahora bien, si lo que se quiere mientras hay juicios –¿cuáles?- es que haya la ley de silencio, se tiene que recordar que es una pretensión nada democrática. La celebración de un juicio, en un Estado de democrático de Derecho, no es causa para suspender ningún derecho del ciudadano. La sociedad contemporánea es abierta, plural, poliédrica y conflictiva; nada escapa a su escrutinio. Es más: esta energía es su motor. Apaciguarlo, ponerle sordina, recuerda a la lamentable paz de los cementerios

En segundo lugar, algunas expresiones de estos miembros del Poder Judicial combaten que el público considere que el proceso judicial es por haber puesto las urnas. Que un dubitativo Ministerio Fiscal (ahora no, ahora sí) crea que los delitos en juego sean la prevaricación administrativa y la desobediencia, no determina cómo tiene que llamar la ciudadanía a este procedimiento judicial. Este reñir no lo admitiríamos al médico cuando vamos a verlo por un dolor de cabeza, si nos dijera que él sólo trata cefaleas.

Así pues dejemos de hablar de lo que no sabemos, así no intoxicaremos i dejaremos que la vida social fluya. Otro día, al final, hablaremos del 9-N.