El periodista y guionista David Broc ha explicado esta mañana a Can Basté (RAC1) cómo funciona el mundo de la bamba (sí, ahora le llaman deportivas, pero he decidido que tengo derecho a seguir llamando bambas a las bambas). Las marcas crean una expectativa y ponen de moda un modelo que podría vender mil millones de unidades en todo el mundo (como para decir una cifra), pero sólo fabrican 100 mil (como para decir otra cifra). ¿Qué pasa? Que los consumidores compulsivos "necesitan" tener aquel producto. Y eso ha creado un nuevo trabajo: la del revendedor de ilusiones "bamberas". El negocio consiste en pagar una miseria a alguien para que haga cola toda la noche en la puerta de una tienda que tenga previsto vender el modelo de bamba buscado por un montón de personas dispuestas a pagar lo que sea por él o en crear bots (robots, usuarios inexistentes) en internet para participar en los sorteos que se hacen para acceder a uno de los pares. Una vez tienes el material, venga, a poner el precio que la gente esté dispuesta a pagar y tú ya tienes hecha la nómina del mes.

Pero este trabajo no es muy diferente al de quien vive de revender entradas de conciertos. Ya lo sabe, ¿verdad? Esta mañana a las 10 se ponen en venta las entradas para un concierto de Paquirrín (pongo por caso). Y a las 10 de la mañana y un segundo ya no queda ninguna entrada. Y resulta que a aquella hora están ya todas en la reventa a unos precios de queso "artesano" de una feria medieval.

Pero este trabajo tampoco es muy diferente al de alquilar un piso (o unos cuantos) de 50 metros cuadrados en el centro de BCN por 2 mil euros y realquilarlo a los "guiris" a través de Airbnb a 500 euros la noche. O la de pasear turistas en coche sin pagar ninguna licencia ni impuesto. O tantas otras.

Paralelamente, vivimos en el mundo del low cost. Una camiseta vale 5 euros y la compramos porque nos durará 15 lavadas, ya que por 5€ la calidad es la que es, pero es que, además, tampoco nos durará como consumidores porque enseguida necesitaremos comprar otra que esté más de moda. Y claro, para vender camisetas a 5 euros en locales del centro de una ciudad donde el precio del metro cuadrado de alquiler es de no-sé-cuántos-miles-de euros y que salgan los números, el secreto es que quien fabrica la camiseta y quien la vende cobren unos sueldos de miseria.

Y, claro, para poder pagar un piso de alquiler que está a unos precios imposibles por culpa de la inflación que ha creado Airbnb, la gente que vende camisetas a 5 euros se tiene que dedicar a revender bambas, entradas y lo que haga falta a gente dispuesta a pagar lo que sea. Pero como quien quiere las bambas súper de moda resulta que es quien vende camisetas de 5 euros y completa el sueldo alquilando pisos de Airbnb y ni así llega, este tiene que subir el precio de las habitaciones a los guiris y, por lo tanto, también acaba subiendo el precio del alquiler de quien le revende las bambas. Y entonces el de las bambas tiene que subir el precio para poder pagar el piso que también ha subido de precio... y así hasta el infinito.

Ojo, pero no sufra que ya hemos salido de la crisis y no vivimos ninguna burbuja de nada porque cuando estalló la última ya aprendimos lo que no se tiene que hacer para no repetirla. ¡Y, adelante!