Hace muuuchos años, cuando un servidor de usted era joven, tenía en casa un tocadiscos de la marca Cosmos. Era como una maleta y cuando lo abrías, el plato quedaba en un lado y el altavoz en el otro. Ayer recordé aquel trasto porque tuve el placer y la alegría de encontrarme a Raimon. Y pudimos charlar un rato. Y Raimon sonó mucho en aquel aparato. Y durante muchos años.

Digámoslo claro, Raimon no ha sido ninguna maravilla cantando, pero ha sabido sacarle a su voz el rendimiento necesario para crear un universo poético cálido y elegante que es único y que forma parte de nuestra historia reciente. Pero este es un universo finito que ya no crecerá más y que se quedará como está. Porque Raimon. a los 76 años, ha anunciado que lo deja.

Supongo que él no se enfadará si explico alguna de las reflexiones que me hizo para justificar este adiós total y definitivo de la música. Lo primero que me soltó, señalando su inseparable Annalisa, fue: "¿No ves que juntos arrastramos 150 años? ¿Dónde quieres que vayamos?" . A continuación, con una gran naturalidad, me dijo que lo que cada vez le provoca más pereza es dormir y, sobre todo, comer fuera de casa. Cuando le pregunté si seguiría componiendo, o cantando, o tocando como entretenimiento, fue rotundo: "no". Y estalló en una gran risotada acompañada de un comentario que no puedo reproducir porque afecta terceras personas.

Pero entonces cambió la expresión. Y mirando al horizonte, me dijo: "¿Componer para qué? Si ya no se editan discos. Ni CD's. Y ya no hay prácticamente tiendas de discos. Presento un trabajo y la gente, ¿donde lo puede comprar, físicamente? ¿Dónde queda la obra como concepto? Sí, pueden escucharlo en spotify, pero yo allí ya no controlo el producto. Y las canciones pasan a ser momentos individuales. Y de dar conciertos, mejor no hablar porque este mundo ha cambiado totalmente". Y tuve la sensación de que estaba ante un hombre que estaba feliz por lo que había hecho, pero que se siente expulsado de una industria que ha cambiado radicalmente y que ha corrido tanto en tan poco tiempo que está a años luz de alguien que ha decidido no gastar más energía para adaptarse a un mundo que ya no es el suyo.

El caso de Raimon es el caso de mucha otra gente que conozco que se siente fuera de tiempo. Todo cambia muy rápido y no todo el mundo tiene la capacidad o las fuerzas para adaptarse. Y todo va mutando sin descanso. Y las cosas que antes duraban 20 años, ahora nos las ventilamos en uno. Y detrás viene otra empujando. Y detrás, ya hace cola otra. Eso no se detiene nunca y muchas personas no pueden correr tanto. Y no llegan. Y tienen un talento que acabaremos perdiendo porque no hay manera de encontrar el canal para poder introducir-lo en el sistema. Pasa igual con un montón de música, de libros o de películas anteriores a la era de internet y que, como que no están en la red, desaparecerán. Ojo, y no estoy hablando de cosas del siglo XIX sino anteriores al año 1996-1997, cuando internet dejó de ser una cosa que había en uno de los ordenadores del trabajo y a la gente empezó a instalárselo en casa.

Las ganas de estrenarlo todo permanentemente y esta angustia por la novedad y por el miedo a estar cinco minutos sin que pasen cosas nos genera la desaparición de un montón de cosas que, cuando sean vintage y se pongan de moda nuevamente, quizás ya las habremos perdido para siempre. Como aquel viejo y cutre tocadiscos Cosmos donde ya nunca más podré escuchar discos de Raimon.