Ha empezado la operación de blanqueo del 155. Y, viendo el éxito que tiene el Estado en sus diferentes campañas de imagen y de camuflaje de la realidad, no falta mucho para que acabemos pidiendo perdón por no haber recibido más fuerte, exigiendo que lo endurezcan y que nos apliquen más allá del 21-D y para siempre.

La imagen más evidente de esta fase en la que entramos es la marcha del barco de Piolín. Parecería que es la manera gráfica de implantar en la sociedad un: "lo veis, si os portáis bien, ya no hace falta que os vigilemos". Pero no sólo. Sobre todo es la imagen del "hemos ganado". O dicho de otra manera: "Se ha acabado todo. Quisisteis ir a la guerra, pero somos más fuertes que vosotros, os derrotamos y ahora ya no es necesario amenazaros porque estáis absolutamente derrotados".

¿Problema? Pasa como con los trucos del mago aficionado que trabaja en las fiestas infantiles de un bar de polígono industrial, que al final se le cae un trozo de cortina y ves la trampa. El barco de Piolín se va porque ya no es necesario su efecto disuasivo, sí. Y también porque la situación en el barco es insostenible y porque son necesarios los relevos, sobre todo ahora que viene Navidad. Pero si oímos bien lo que dicen los responsables del operativo, Piolín realmente no se va sino que los policías se quedan alojados en hoteles. O sea, que los trasladan de mar a tierra. Y la otra parte del truco desvelado es la respuesta a la pregunta: ¿de cuántos policías estamos hablando realmente? No lo sabemos porque todo lo que tiene que ver con este tema es secreto. Pero va, hagamos números. Si, tal como se dijo, en los tres barcos había 10 mil policías y guardias civiles, nos sale que en la casa de Piolín había unos 3.200. ¿Cuántos hoteles hacen falta para hospedar a tanta gente? En temporada hiperbaja y con la mayoría de establecimientos cerrados. A ver si resultará que al final nunca hubo ni tantos policías ni tantos guardias civiles y que todo fue propaganda...

Pero hay más imágenes de blanqueo del 155 para hacer bajar el suflé y desmovilizar el voto indepe del 21-D. Por ejemplo con los encarcelados. Nos quieren vender que los soltarán pronto como si fuera un gesto de distensión. Fueron demasiado lejos y ahora el juez bueno hará justicia buena y justa. Sí, claro que mejor fuera que dentro, sin ningún tipo de duda, pero no es ningún gesto de generosidad ni de justicia dejar libre a alguien que está en prisión preventiva en aplicación de una ley tuneada a gusto y que ha vulnerado varios derechos constitucionales de los ahora encarcelados. O sea, que sí, en la calle, cuanto antes mejor. Pero no perdamos de vista que cuando eso pase se estará acabando con una situación que no tendría que haber sucedido.

Y después todavía falta saber qué pasa con los alcaldes. Con los 700 de la plaza Sant Jaume y con los que fueron a Bruselas. O con la aplicación arbitraria del delito de odio, una nueva moda que está haciendo estragos en los derechos básicos de las personas y sobre la cual tendremos que hablar otro día con más calma. Y con tantas otras barbaridades que, en medio el despropósito permanente ya nos parecen normales.

El barco de Piolín se va, pero Piolín se queda. Él y su espíritu.