Con un título como este, parecería que hablamos del "tema". Pero no, la potencia del "tema" hace que pasen desapercibidas historias que implican a otros inocentes. Como la que nos ocupa. Historias que confirman la ligereza con la cual se despacha la vida de la gente. Y, sobre todo, la facilidad con la cual un sistema que actúa mecánicamente te puede cambiar la vida. Siempre a peor.

Una de las noticias del domingo fue la detención de un hombre de 26 años acusado de la muerte de una niña de 10 meses en Torroella de Montgrí. Una niña que, además, habría sufrido abusos sexuales. Terrible. Uno de los peores crímenes posibles. De aquellas noticias que cuando la oyes te quedas muy afectado.

La información decía que la madre de la niña había ido el sábado al CAP de Torroella con la niña ya muerta y que el médico que se hizo cargo del caso dictaminó que sufría "graves lesiones". Y, seguidamente, se afirmaba que "el detenido vivía en el mismo domicilio que la madre, pero no tenía ninguna relación afectiva", que "estaba bebido" y que "presuntamente sometió a la niña a abusos sexuales".

No habían pasado ni 24 horas cuando la noticia entonces empezaba con la frase "giro radical". Y, efectivamente, el giro era radical. Del todo. "Los primeros resultados de la autopsia del bebé apuntan que se podría tratar de una muerte natural. El detenido, que tiene 26 años y comparte piso con la madre de la víctima, ha quedado en libertad. La autopsia también descarta los abusos sexuales y atribuye a una infección las lesiones superficiales en zonas íntimas. Aunque los resultados preliminares de la autopsia apuntan a una muerte natural, se esperan más pruebas de ADN para acabar de confirmarlo. Los forenses también han examinado a la hermana de la víctima mortal, una niña de dos años, y han concluido que tampoco tiene ninguna lesión que haga sospechar que haya sido víctima de abusos".

O sea, ni muerte violenta, ni abusos. Nada. De nada. El médico no acertó ni una. Y a partir de aquí, un inocente que pasaba por allí estuvo una noche encerrado acusado de uno de los crímenes más execrables. Un inmenso despropósito.

Un error lo puede tener cualquiera. Y un médico también. Pero una cosa es recetar un jarabe que no funciona y la otra es calificar de muerte violenta y con abusos sexuales la muerte natural de un bebé de 10 meses. Esta frivolidad y absoluta falta de rigor y profesionalidad es intolerable. Antes de llegar a una conclusión como esta, las cosas te las tienes que mirar un par de veces. O tres. Y aún así, esperar a las pruebas definitivas.

Y en relación a los medios, (de una vez por todas) habría que empezar a tratar estas noticias con el máximo de autocontrol. O directamente de autocensura. Sí, son muy tentadoras, generan muchos clics y provocan un gran impacto social, pero antes de darlas habría que esperar a las primeras pruebas más o menos confirmadas, no a un vistazo dado como de paso. No viene de 24 horas. La prudencia es la mejor medicina para evitar errores que pueden tener graves consecuencias en la vida de las personas. Como ha sido el caso.

Y eso también es aplicable a la segunda versión de la noticia, que también tendría que elaborarse desde la prudencia y la contención porque tampoco es la definitiva. Podría ser perfectamente que quien se equivocaran fueran estos médicos de ahora y no el primero. Vaya usted a saber. El problema es que el grave error de la primera versión provoca el necesario desmentido de la segunda para enmendarlo. Y para intentar subsanar el terrible error.

Oigan, y a partir de aquí, dejemos en paz a la pobre madre y que, desde el apagón informativo y la discreción más absoluta, reciba toda la ayuda y el apoyo necesario para poder soportar estos momentos terribles. Y lo mismo pasa con el presunto culpable, que debe haber pasado un calvario tan bestia que veremos si se recupera. Y, suerte que pasó en fin de semana y los programas televisivos de mañana estaban de fiesta. Dejémoslo correr y la próxima vez hagámoslo mejor. Va, que no es tan difícil.