Este año al Congreso de Móviles ya no le llaman Congreso de Móviles sino Congreso de la Movilidad. Quizás eso explica porque esta vez no hay convocada ninguna huelga de metro, autobús, taxi, globo, dirigible, paloma mensajera o cualquier otro utensilio para transportar señores y señoras Mobile. Por cierto, haber perdido esto de una buena huelga en pleno Congreso es una lástima porque era una tradición muy nuestra. Aparte que demuestra que todo aquello tan terrible que justificó la otra huelga ya está totalmente resuelto, hecho que me congratula no sabe usted cómo (ni cuánto).

En cambio se mantiene otro clásico: los congresistas paseándose por BCN con la credencial puesta. Mañana, tarde y noche. Por la calle, en los bares, en los restaurantes... Desconozco si alguien les ha informado de que fuera del recinto no tiene ninguna utilidad, a pesar que la ciudad entera es una feria permanente. Pero intuyo que la cosa no va por aquí. Quiero decir que no es un tema de pensar que alguien se la pueda pedir, sino que tiene que ver con un cierto narcisismo. Cuando pagas entre 800 y 5 mil euros por un trozo de plástico para colgártelo en el cuello es como cuando haces culturismo, se trata de enseñar el material.

Pero quizás alguien sí que tendría que decirles que, de la misma manera que han llegado a BCN decenas de señoritas profesionales en el vaciado de las preocupaciones post dura jornada laboral y empresarial de los señores congresistas, también han llegado un montón de profesionales del vaciado de bolsillos, bolsos y maletas. Y, aparte, hay los pícaros locales siempre dispuestos a darte una vueltecita de más con el taxi, cobrarte un euro más por un agua o llevarte al restaurante de tu cuñado. Y, cuando tú vas paseándote por una ciudad condal de ferias y congresos con un cartellazo que te ocupa medio pecho, ya sólo te falta ponerte unas luces de neón de vistosos colores en la cabeza que digan: "Hola, soy del Mobile. ¿Quiere robarme? No hace falta que me pregunte cómo, hágalo directamente".

Y esta es la cuestión: ¿qué pesa más, las ganas de exhibir públicamente que eres un hombre (o una mujer) de negocios o querer pasar desapercibido por si acaso? Las ganas de ir por la calle gritando: "¡Apartad a las criaturas, que soy del Mobile!" o las ganas de acabar en una comisaría diciendo: "Mire, que soy del Mobile y resulta que en el metro...". ¿O es la postmodernidad de la nueva economía que luce un plástico donde antes los antiguos ejecutivos llevaba la corbata?

Ahora bien, quizás la cosa también tiene que ver con aquello de la mutua identificación. Como en las fiestas de los compañeros de clase 30 años después, que se ponen cartelitos para identificarse:

· Ah, tú eres Joan, aquel chico atlético de pelo ensortijado... ¿Y cuándo empezaste a perder el pelo? ¿Y cuántos años hace que la barriga te tapa la visión de los pies?

· Y tú dices que eres Helena, la que era la sex símbol de la clase... Y tú, ¿cuándo dejaste de ser ella para convertirte en un maniquí de Novetades Nuri, especialidad en deformidades diversas?

Quizás sí que, cuando estás lejos de casa necesitas tener referentes. Y qué referente mejor que un colega de Congreso... En todo caso, creo que aquí nos ha fallado el tradicional espíritu emprendedor de los catalanes. No entiendo como a nadie se le ha ocurrido vender acreditaciones falsas. No, pero no para entrar al Mobile sino sólo para ir por la ciudad y hacer un poquito de postureo. E ir a las discotecas a intentar impresionar al personal local. Ya sabe, estas cosas que nos gustan tanto a los hombres... Seamos modernos ejecutivos de la movilidad del futuro, seamos Joan, el que la barriga le tapa la visión de los pies.