La CUP de Terrassa ha empezado una campaña en contra del "manspreading". Esta palabra tan curiosa y desconocida hasta ahora por un servidor define la manera de sentarse de algunos hombres en los transportes públicos y consiste en tener las piernas muy abiertas y, por lo tanto, ocupar su espacio y el de los vecinos de asiento. Vaya, que podría llamarse perfectamente "espatarrading". Pero los de la CUP van más allá porque consideran que quien sufre esta invasión de espacio normalmente son las mujeres y que estamos ante una microagresión machista.

Quizás sí que estamos delante de una muestra de machismo de baja intensidad, lo desconozco, y no lo discutiré porque no soy experto en el tema, pero si que soy experto en transporte público. O mejor dicho, he ido lo suficiente en transporte público como para haber visto (y sufrido, a pesar de no ser mujer) el "espatarrading" y otras patologías de la invasión y de la mala educación.

De entrada los que se cuelan detrás tuyo cuando pasas el billete o el abono. Van muy enganchados a ti y empujándote. Ah y, encima, cuando te enfadas, todavía se te enfrentan. Gentuza. Después la gente que empuja, pero en general. Oiga, cuándo somos más gente que espacio, ¿por qué va empujando? ¿Dónde cree que irá? ¿Por qué me toca? ¿Por qué me va dando golpecitos y pataditas? ¿Dónde se piensa que llegará antes? Y para acabar este apartado del antes de entrar en el vagón correspondiente, tenemos el personal que siempre está en medio. En medio en general y en medio de la máquina de tickets, en medio del paso andando lento y zigzagueando y en medio de la escalera ocupando todo el espacio. En medio.

Una vez en movimiento, y dejando de lado el "espatarrading", existen:

La gente que invade tu espacio vital. Ya sea sentada o de pie. Oiga, ya sé que vamos como sardinas, pero hay maneras de viajar que no implican necesariamente molestar.

La gente que habla a gritos. La naturaleza nos ha dotado de la capacidad de poder expresar nuestras ideas, sentimientos y cosas en general mediante la palabra. Y a esto le llamamos hablar o conversar. No hay que gritar. A mí no me interesa su vida. Ni sus opiniones sobre la vida de los otros (y de las otras). Hable, pero flojito, caramba...

La gente que grita hablando por el móvil, que es el caso anterior pero empeorado porque, por el medio, van cayendo los clásicos: "¿Me oyes? No, yo ahora te pierdo... Es que aquí no hay mucha cobertura... ¡Aaaahora!... no, ahora no... Te oigo cortado... No te muevas... No, yo no me muevo, es el tren..."

La gente que oye música sin auriculares y la que mira vídeos por el móvil con el volumen alto. Oigan, no se esfuercen, su música y sus vídeos no nos interesan. Y después la variante de las tres abuelas que se dedican a enseñarse vídeos de la fiesta musical de sus nietos y que, por supuesto, son mostrados sin que las rallitas se muevan de la zona más roja del indicador de volumen.

La gente que apesta. A ver una cosa, a veces puede pasar que por la noche, de vuelta en casa, hagas un poquito de olorcillo porque ha hecho calor, has sudado... Pero es que hay gente que hace una peste terrible a las 7 de la mañana. Aquella peste como a cebolla hervida mezclada con olor a humedad y a cama con las mismas sábanas desde hace dos meses y en una habitación sin airear. ¡¡¡Dúchense, por favor!!! ¡¡¡Y laven la ropa, que además ahora está lleno de lavanderías!!! Aprovechen antes de que las cierren todas cuando estalle esta nueva burbuja.

La gente que come y haciendo mucho ruido cuando mastica. Y la que come con la boca muy abierta mostrando toda la comida e incluso la tráquea. Y la que sorbe. ¡¡¡Por el amor de Dios, no sorban!!! Y la que come pipas y tira las cáscaras al suelo. Miren, si quieren vivir en una pocilga, adelante, pero respeten a los que queremos vivir en un mundo civilizado.

La gente que pone los pies encima de los asientos. Y la que, además, se descalza. A ver una cosa, si quieren estar como el comedor de casa suya, se van al comedor de su casa. El transporte público, como su propio nombre indica, es público, de todos, no suyo.

La gente que, sobre todo en el tren que viene del aeropuerto, pone las maletas por todo el vagón como si estuvieran en casa del suegro. Sí, todo el mundo sabe que no hay espacio para maletas ni sistemas para atar las que tienen ruedas, ¿pero creen que apoyarlas en los asientos vacíos es la mejor opción? ¿Todo el vagón es suyo?

Y, finalmente, y para no alargarme más, los que suben al vagón a interpretar alguna melodía musical en busca de un impuesto revolucionario. En la versión normal y en la amplificada. Oigan, no nos interesa ni su música, ni su estilo, ni su interpretación. Y los del acordeón ya es para llamar a los Geos. El acordeón es Maria Jesús y Los Pajaritos, el acordeón es un circo con el león desdentado, el elefante con gastroenteritis y peste a zoo de pueblo. El acordeón es la decadencia de occidente. ¡¡¡Basta ya de acordeones!!! El ser humano no ha evolucionado hasta la postverdad, el snapchat, el clickbaiting y conceptos como el "manspreading" para que haya quien todavía vaya por el mundo tocando el acordeón. No era eso, compañeros del acordeón, no era eso...