Imaginemos un Procés que un día decide subir al Everest. O sea, a lo más alto posible. Al todo. ¿Un reto, eh? El Everest no es fácil. Hay gente que está toda la vida preparándose y no lo consigue. Otros se dejan la vida. Los elegidos no son muchos y solo ellos saben el esfuerzo que les supone alcanzar esta cumbre.

Por lo tanto, queda claro que subir no está al alcance de cualquiera y que es una excursión que hay que preparar técnica, mental y físicamente. Y en plena ascensión puedes encontrarte un montón de sorpresas inesperadas y contratiempos insuperables. Los que te pone la naturaleza (llámelo un Estado) y los que te pones tú mismo (llámelo la unidad necesaria).

Pero bien, imaginemos que al final decide aceptar el reto y probar la aventura, como es el caso que nos ocupa..

Total, que tú estás en el campamento base preparándotelo todo durante tiempo. Durante mucho tiempo. Y vas haciendo la aclimatación necesaria. Vas subiendo material. Vas mirando cómo atacarás la cumbre. Vas observando las previsiones meteorológicas para saber cuál puede ser la mejor época para atacar. Vas viendo los impedimentos. Vas sufriendo las tormentas, las avalanchas, las ventoleras... Superas con tacto las divergencias que pueda haber entre la gente que tiene que formar la cordada y que son necesarios para poder tener garantías de éxito. Escaladores de varias procedencias, que no todos hollarán la cumbre, pero que sin su ayuda será imposible. Tratas de tener los mejores sherpas, los que te puedan ayudar con más eficiencia. Y lo vas coordinandolo todo con determinación, pero con prudencia.

Y un buen día, en el campo 5 aparece Kilian Jornet. Todos con una equipación sofisticada y él prácticamente en manga corta y chancletas. Y el equipo que lleva meses preparando una ascensión que durará días le pregunta:

- Hombre Kilian, ¿qué haces por aquí?

- No, nada, que subo un momento al Everest, meriendo, y ahora bajo. Y cuando haya bajado, volveré a subir un rato a ver si sigue todo en su sitio.

Y, efectivamente, Kilian Jornet sube y baja en un plis plas, como quien va a comprar el pan. Y alguien podría pensar que eso 1/ es sencillo y 2/ es lo que hay que hacer: plis plas arriba y tema resuelto. Pero es que Kilian Jornet solo hay uno. Y quizás en toda la historia del alpinimso. Y hacer lo que hace él es imposible para el resto. Y quien intente hacerlo, como mínimo, tiene que haber estado en la montaña los años que él ha estado, viviendo allí lo que él ha vivido allí, pasando por lo que él ha pasado y, además, tener sus condiciones físicas y mentales.

¿Estoy diciendo que hay que abandonar el proyecto de subir al Everest? No. Estoy diciendo que la alta montaña no es ir a pasear por el paseo marítimo del pueblo donde tu cuñado tiene un apartamento y que hay gente que a veces se lo piensa. Y ahora que parece que llega un intento de ataque del Everest preparado durante años, no podemos pretender ser Kilian Jornet. Básicamente porque no lo somos.

Nuestra táctica es más la de Ferran Latorre. Objetivo claro e ir cumpliendo los plazos previstos haciendo las cosas cuando sabes que puedes tener éxito, y con determinación. Y si el día que atacas hay tormenta, bajar. Y atacar en el momento en que el éxito sea más factible. Y sí, a veces ni así sales adelante, pero si el objetivo es hollar la cumbre, el riesgo cero no existe y tienes que estar dispuesto a asumirlo, pero nunca regalar nada al riesgo.

Y es que quizás la respuesta a la afirmación "Tenemos prisa" tendría que ser una pregunta: "¿Somos Kilian Jornet?" Y me temo que la respuesta es que no. Pero oiga, el gran Ferran Latorre ha alcanzado las 14 cumbres de más de ocho mil metros. Everest incluido. Y si de lo que se trata es de hacer eso, fijémonos en cómo lo ha hecho. Y sigamos su ritmo.