Escribo eso cuando todavía no sabemos exactamente qué ha pasado en La Rambla de BCN. Circulan todo tipo de rumores y de informaciones y ahora mismo, si hago caso de algunos vídeos que me han enviado, esta noche las noticias no serán muy buenas.

Y esta es la primera reflexión que se me ocurre, los vídeos que circulan. Varias personas han grabado imágenes de los momentos posteriores al incidente y las han colgado en la red. Por lo tanto, son públicas. Todo el mundo las puede ver. Ahora bien, ¿los medios las tenemos que difundir tal cual estas imágenes, algunas de ellas muy duras? Nuestro trabajo es informar, pero podemos informar sin necesidad de buscar el primer plano. Podemos filtrar. Y aun así corremos el riesgo de caer en un sensacionalismo innecesario. O que alguien considere que estamos cayendo en él.

Hace un rato he colgado en Twitter un tuit de este mismo medio con un resumen de la información que había hasta entonces. La pieza iba ilustrada con una foto de la zona del atropello. Era un plano general que servía para ver dónde y cómo ha acabado la furgoneta y que permitía hacerse una idea de lo que ha sucedido.

Josep Sala i Cullell, un catalán que ejerce de profesor en Noruega y a quién tuve la oportunidad de conocer y de verlo trabajar en una escuela de Trondheim, me lo ha respondido diciéndome si la foto era necesaria. Y aquí ha empezado un debate sobre criterios con alguien a quien respeto mucho intelectualmente y que conoce de cerca lo que es el terrorismo, sus efectos en una sociedad como la Noruega y, sobre todo, la gestión posterior.

Evidentemente, quien decide es el profesional y es él quien tiene que marcar la línea informativa. El espectáculo es otra cosa y tiene otros parámetros. Hablamos de informar. Y el periodista, aplicando su criterio puramente informativo, puede equivocarse. Puede creer que una imagen explica y da elementos y resultar que pone la línea demasiado arriba y cae en el error. Y aquí es donde los receptores tienen que poder reclamar, quejarse. Ahora bien, teniendo claro que estamos en el terreno complicado del criterio. Y aquí solo rige la honestidad del periodista, que busca informar y que se puede equivocar, pero que no busca tener más resonancia por la sangre que muestra.

Pero aquí hay otro debate. Un periodista tiene que ser responsable de lo que hace y se le reclama que lo sea. A un ciudadano que cuelga imágenes no se le reclama lo mismo. En un mundo donde todos acabamos siendo periodistas porque siempre hay alguien con un móvil en un lugar donde pasa algo, todos tenemos que aprender a gestionar momentos como los de hoy. Colectivamente. Y aprender de los errores. Yo estoy dispuesto a hacerlo. Y me gustaría que todo mi gremio pensara lo mismo.